Una familia mexicana entre balaceras de Juárez y Kansas City

Estadísticas publicadas a finales de 2023 en JAMA Network dieron cuenta de que desde 1990 la violencia armada en Estados Unidos se ha cobrado un millón de vidas

Samuel Arellano al llegar al hospital de Kansas City, domde fue atendido

Samuel Arellano al llegar al hospital de Kansas City, donde fue atendido. Crédito: Cortesía Abigail Arellano | Cortesía

MÉXICO.- Cuando el abuelo de Samuel pensaba que había olvidado la angustia de la violencia en su natal Ciudad Juárez, un tiroteo volvió a recordárselo casi dos décadas después a miles de kilómetros y justamente en el país que consideró más seguro. Ya no estaba en Chihuahua, de donde emigró en 2006, sino en Kansas City, Estados Unidos.

Pecho tierra, escuchando los plomazos, llamó a su hija Abigail. “Hay una balacera y estamos en medio, pero estamos debajo de un contenedor de basura”, le dijo.

“El niño está llorando porque lo pisaron, pero está bien, nos tiramos al piso y no vemos nada”.

Se refería era su nieto Samuel, de 10 años, quien más allá de las muecas de dolor que hacía, aparentemente no tenía daño alguno y aún no se contabilizaba como la víctima número 22 del tiroteo ocurrido el 13 de febrero al término del desfile de campeones Kansas City Chiefs.

La ciudad estaba de fiesta por los campeones del Super Bowl y eso incluía a todo mundo, sin raza ni lugar de origen ni edad.

La familia de Abigail hubiera ido completita, de no ser porque la madre padece endometriosis que la tenía medio incapacitada con picos de dolor que la llevaba a la cama a ratos y en otros se paraba a pintar una pared para distraerse.

Su esposo se solidarizó con ella y también se quedó a dar brochazos y por eso el abuelo estaba aquel día con el hijo de Abigail y otro nieto debajo del escondrijo como en los tiempos en que las pandillas empezaban a pelear a fuego por el control de los barrios, cuando vivían en la colonia Azteca de Juárez.

Sonó el teléfono y ella corrió a contestar. Así le puso el rostro de su familia a las noticias que daría la vuelta al mundo en las horas siguientes: un tiroteo más en Estados Unidos. Apenas sumaban seis semanas y ya iban 72, según había dicho el director ejecutivo del Archivo de Violencia por Armas (GVA, en inglés), una ONG que lleva la cuenta desde 2013.

“No ha habido ningún año en el que hayamos tenido tantos en un periodo de tiempo similar”, destacó.

EL DOLOR

Abigail gritó. El tiroteo seguía, aún podría pasar lo peor.  Su otra hija que también había ido al desfile estaba con unas amigas y ella no sabía dónde estaba, ¿y si le había tocado un balazo? Por suerte las  gemelas estaban en la escuela.

“Nos vemos en la 25”, dijo a su padre para fijar un lugar de encuentro.

Tomó las llaves del coche y salió hacia la hecatombe. Todavía no se sabía del número de muertos ni que la víctima mortal era una mujer de origen mexicano, como su familia: la presentadora de televisión Lisa Galván.

Cuando llegó al epicentro del tiroteo perdió la señal del teléfono, pero pudo comunicarse con la niña, que había quedado lejos del tiroteo; su papá y su hijo ya habían salido de debajo del contenedor merodeaban por la calle 25, “en shock”.

El niño, llorando, tocándose las costillas y con hematomas en todo el cuerpo, ¡saber cuánta gente paso por arriba de él!; don Víctor, callado, entremezclando el sentimiento del momento con aquel que le hizo huir de Chihuahua.

“No quería que las mataran”, le dijo a Abigail para referirse a lo que pasaba en 2006 con los feminicidios, cuando sus hijas eran adolescentes.

Estaba convencido de que dejar el país había sido una buena decisión y las cifras oficiales lo confirmaron:

Durante 2007 en Chihuahua se constataron 518 asesinatos, para en 2008 registrarse un incremento de 80.1% con el registro de 2,604 asesinatos y así sucesivamente, año con año se fue para arriba hasta el pico máximo en 2011 con más de 10,000.

Y ahora estaba ahí, en Kansas, sorprendido por otros dementes, quizás de otro tipo pero locos al fin.

Estadísticas publicadas a finales de 2023 en JAMA Network dieron cuenta de que desde 1990 la violencia armada en Estados Unidos se ha cobrado un millón de vidas.

El Centro Nacional de Evaluación de Amenazas del Servicio Secreto hizo un balance recientemente de 173 balaceras masivas ocurridas en un periodo de cinco años, en espacios públicos o semipúblicos como negocios, escuelas o iglesias y descibrió  que los agresores mostraban antecedentes de violencia doméstica o misoginia.

Después se supo por los reportes policíacos que los involucrados en el tiroteo del desfile pelearon por el tema deportivo. Pero no se dijo nada sobre algún pasado violento en casa.

CONSECUENCIAS

Abigail manejó de regreso a casa y al llegar, su hijo se quejaba más. Al levantar la camisa vio que Samuel tenía un hoyo en la costilla que hizo una albergada en el hueso. Pero eso lo supo después que llegó al hospital, cuando 50 médicos los estaban esperando, cuando los heridos se volvieron los protagonistas.

En la ambulancia, el niño empezó a sangrar por los apretones que le habían dado  y la madre miraba para otro lado y rezaba para que no fuera grave y porque no sabía qué hacer sin seguro médico y con la empresa de construcción de su esposo en números rojos.

Al final, los cirujanos sacaron la bala, limaron la costilla y declararon al menor fuera de peligro.

Le dijeron que ella tendría que pagar a plazos, luego dijeron que no, que la familia era víctima y una fundación los ayudaría con las donaciones de artistas y jugadores, entre ellos, Tylor Swift y Travis Kelce con $100,000 dólares cada uno.

Conforme han pasado los días, el pequeño Samuel puede ver las noticias sin angustia, ya no  tiene escalofríos, ni fiebre; vómitos y escalofrío, como después de la operación y ya puede ver las noticias para recordar el evento, como parte de la terapia sicológica

Otro caso es Don Víctor. Se despierta por las noches y no duerme, cuenta su hija.

“Mi papá está mal,  traumado, vio de cerca a la persona murió en el desfile y a los heridos y fue un caos feo”.

Kansas, de pronto, es como en Ciudad Juárez.

En los últimos días, las autoridades les dieron una buena nueva: son candidatos a una regularización como víctimas, con la Visa U.  Respiran.

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