Autismo: tener un perro puede ayudar a los niños a conciliar el sueño
Los hallazgos de un nuevo estudio también mostraron que los niños con medidas más altas de funcionamiento social estaban más fuertemente vinculados a sus perros de servicio
En un mundo donde la vida cotidiana puede ser un desafío, especialmente para aquellos con trastorno del espectro autista (TEA), los perros de servicio emergen como héroes silenciosos, ofreciendo apoyo y compañía a niños y sus familias.
Estos fieles compañeros, originalmente entrenados para ayudar a personas con discapacidades físicas, han extendido su labor hacia el ámbito psiquiátrico, brindando asistencia crucial a aquellos afectados por condiciones como esquizofrenia, estrés postraumático y TEA, una afección que afecta la comunicación verbal y no verbal, así como la interacción social.
Un nuevo estudio, liderado por investigadores de la Universidad de Arizona, la Universidad de Virginia y la Universidad Purdue, se adentra en el impacto de estos perros de servicio en las familias que luchan con el autismo. Publicado en Fronteras en Psiquiatría, el estudio arroja luz sobre los beneficios y desafíos enfrentados por estas familias y sus leales compañeros peludos.
Comparando familias con perros de servicio con aquellas en lista de espera para recibir uno, los investigadores descubrieron una serie de mejoras significativas en varias áreas. Uno de los hallazgos más destacados fue el impacto positivo en los patrones de sueño de los niños autistas.
Los niños en hogares con perros de servicio experimentaron un inicio de sueño más tranquilo, períodos de sueño prolongados y una disminución en la ansiedad durante el sueño, lo que llevó a menos comportamientos de colecho con los cuidadores. Este hallazgo respalda la idea de que los perros de servicio ofrecen una sensación de seguridad y comodidad durante la noche para estos niños vulnerables.
Mejor funcionamiento social gracias a perros de servicio
Además, el estudio reveló una conexión más fuerte entre los niños con habilidades de funcionamiento social más altas y sus perros de servicio. Esto sugiere que estos niños podrían interactuar más activamente con sus perros, lo que refuerza el vínculo entre ellos y promueve un mayor desarrollo social y emocional.
Sin embargo, no todas las asociaciones fueron igual de sólidas. El estudio no encontró vínculos significativos entre tener un perro de servicio y las relaciones con los compañeros de los niños, ni con sus comportamientos emocionales y sociales. Tampoco se encontraron conexiones sólidas con el sueño y el bienestar de los cuidadores, ni con el funcionamiento familiar en general.
Los investigadores también exploraron la percepción de los costos asociados con tener un perro de servicio. Descubrieron que los cuidadores que sentían que el perro implicaba mayores costos financieros, de responsabilidad y restricciones reportaron niveles más altos de estrés.
Además, aquellos que tenían un vínculo más estrecho con los perros de servicio experimentaron mayores dificultades en las actividades y relaciones familiares, posiblemente recurriendo al perro como fuente de apoyo en momentos de dificultad.
Aunque estos hallazgos ofrecen una visión valiosa sobre el papel de los perros de servicio en las familias afectadas por el autismo, los investigadores advierten que se necesitan más estudios longitudinales y con muestras más representativas para comprender completamente el alcance de estos beneficios. Además, dado que el estudio se llevó a cabo durante la pandemia de COVID-19, existe la posibilidad de que los resultados puedan haber sido influenciados por el contexto excepcional.
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