Juez exiliado pide a migrantes unirse por mejores condiciones en Guatemala
El juez guatemalteco Miguel Ángel Gálvez habla en entrevista con La Opinión de lo que ha sido su vida en el exilio y los motivos que lo obligaron a huir de su país
El juez guatemalteco Miguel Ángel Gálvez, quien hace más de un año escapó de Guatemala para salvar su vida, cuando arreciaron las amenazas de muerte en su contra, pidió a los migrantes guatemaltecos en Estados Unidos, unirse para exigir a las autoridades de su país de origen, mejores condiciones en la patria que dejaron atrás.
“El migrante tiene en las remesas un arma muy fuerte. Guatemala vive de las remesas, es la principal fuente de ingresos. Con esa fuerza pueden darse el lujo de sentarse con las autoridades e imponer algunas cuestiones”, dijo el juez Gálvez en entrevista con La Opinión desde el campus de la Universidad de California en Los Ángeles (Cal State LA).
“Si se logran unir los migrantes, van a tener voz, y pueden decidir un presidente para Guatemala”.
Afirmó que la educación y las salud están en condiciones paupérrimas, no se diga las carreteras, y de paso la seguridad.
“No tienen idea de las condiciones en las que viven las comunidades indígenas. Por eso es que hay tanta población indígena guatemalteca en Estados Unidos”.
Durante la Guerra Civil de Guatemala, entre 1960 y 1996, las fuerzas del gobierno mataron a miles de civiles, especialmente indígenas mayas que vivían en las áreas rurales. Un fenómeno al que se le conoce como genocidio.
El juez Gálvez entabló cargos contra dictadores, presidentes, operadores del escuadrón de la muerte, oligarcas y narcotraficantes.
Adquirió fama más allá de las fronteras guatemaltecas cuando llevó a juicio al presidente de facto Efraín Ríos Montt, quien fue condenado por genocidio; al mismo tiempo ordenó el arresto del expresidente Otto Pérez Molin por cargos de corrupción relacionados con un fraude en las aduanas.
La salida de Guatemala
Fue el 4 de noviembre de 2022 cuando el juez Gálvez huyó de Guatemala rumbo a Costa Rica, dejando a su esposa y a su hijo.
“Ya me habían recomendado salir de Guatemala Yo no quería. Tenía unos procesos que guardaba la esperanza de terminarlos”.
Pero cuando una mujer le dijo delante de su hijo, que “le iba a doler mucho el corazón si lo mataban”, decidió tomar acción porque el comentario lo asumió como una amenaza velada.
Ya durante 22 años había vivido custodiado, y sufridi varios atentados.
“En el año 2000, me asignaron seguridad. En 2015 me pusieron vehículos blindados. Cargaba un carro atrás y otro delante del que yo iba. Así fue mi vida en el organismo judicial”.
En una primera etapa, el juez Gálvez escapó a Costa Rica, pero aún en ese país dice que lo siguieron amenazando de muerte por teléfono.
“Pensé que con salir, se iba a acabar todo, pero siguieron llegando a la casa de mi mamá, carros sin placas”.
De manera que de Costa Rica partió a Europa, donde estuvo viviendo en varios países como Alemania y Bélgica.
En la actualidad vive entre Estados Unidos y Costa Rica, pero aún cuando tiene una beca de la George Mason University que termina en julio, dice que la vida en el exilio no ha sido fácil, alejado de su familia, su patria y sin un salario.
“Cómo se puede sentir una persona, después de estar 25 años en el poder judicial. Mi vida se desarrolló con procesos sensibles en Guatemala”.
Las primeras amenazas
“La Firma de la Paz fue el 96, en el 99 llegué al Quiché donde se iniciaron algunos procesos de justicia transicional que son los procesos contra los militares; y ahí empiezo a tener amenazas”.
El juez Gálvez recuerda que las amenazas continuaron en la ciudad de Chiquimula por parte del narcotráfico, pero después al trasladarse a la capital de Guatemala, el caso que le levanta el perfil es el de Ríos Montt, que dio origen a la Fundación contra el Terrorismo, una asociación de militares.
“En el tema de los narcotraficantes, estamos hablando de que son funcionarios metidos en el narcotráfico. Eso es lo más peligroso. El puramente narco se mantiene aislado de esa cuestión”.
Y comenta que por supuesto que no faltaron los ofrecimientos de dinero.
“Un día, un magistrado de la Suprema Corte me invitó a desayunar. En el desayuno, lo sentí bastante inquieto. No se atrevió a decírmelo, pero en una servilleta me pidió que pusiera la cantidad que quisiera por no tocar a gente”.
El juez Gálvez asegura que en Guatemala, los militares están metidos en el narco y en todo lo malo.
“Siguen existiendo cuerpos ilegales, aparatos clandestinos de seguridad. Mucho del poder económico se enriqueció con el conflicto armado, mataban a los campesinos para quitarles las tierras”.
Por esa razón, expuso que la comunidad internacional creó juzgados de competencia ampliada, para proteger a los jueces.
“Así comencé a trabajar con ellos, con la cobertura de la comunidad internacional, especialmente de Estados Unidos”.
Valió la pena
¿Ha valido la pena trabajar en estos casos por llevar a juicio y castigar a los partícipes del genocidio?
“Esa es la pregunta que me he hecho en este año que llevó fuera de Guatemala. El exilio y el ostracismo es muy duro, es muy fuerte. Ha sido un año difícil en todos los aspectos por el seguimiento que me dan en Costa Rica, y sin posibilidades económicas”.
Dice que su esposa quien es juez, a veces lo apoya, pero no lo puede exigir.
“Mi hijo de 18 años ha dejado de estudiar. Se complicó todo con mi exilio; y mi proceso de jubilación se detuvo”.
Así fue como dijo que al salir de Guatemala para salvar su vida, al mismo tiempo se le cerró.
“No es fácil conseguir trabajo en otros países. En Costa Rica, si meto papelería para dar clases, le dan prioridad a los costarricenses; y tienen por supuesto, la razón”.
Las esperanzas
Dice que lo único bueno que ha pasado en el último año ha sido el triunfo de Bernardo Arévalo para la presidencia de Guatemala, ya que con ello, han parado las amenazas en su contra.
Pero reconoce que la situación sigue complicada en Guatemala.
“Veo el futuro incierto. El tema no es sencillo y los grupos de poder continúan ahí. Los militares siguen teniendo poder”.
Pero aún así, tiene esperanzas.
“El que Bernardo haya llegado a la presidencia rompió el esquema. Estos grupos de poder habían financiado a los ocho partidos políticos, y el noveno era el de Bernardo. Y la sorpresa es que él se quedó”.
También le da esperanza de un cambio en Guatemala porque está pasando algo histórico que ha llamado la atención nacional e internacional. “Los 48 cantones, el movimiento indígena empezó a articularse. Eso es lo más importante porque la misma población está generando esa incidencia”.
Lo volvería a hacer
Al hacer un recuento de sus años por el poder judicial, dice que por supuesto, le daba miedo que lo fueran a matar.
“Me recuerdo cuando iba a iniciar la fase intermedia del proceso Genocidio, y me llegaron a amenazar, suspendí la audiencia. Pero me dio cargo de conciencia, y lo primero que hice fue llamar a la secretaria, y pedirle que suspendiera las primeras audiencias y pusiera la del genocidio.
“Me quedé un mes en un hotel, no utilizaba teléfono, mantuve cerrada la oficina, no dejaba entrar a nadie. No llegaba a mi casa. Ya se puede imaginar. Hice de la judicatura, un apostolado”.
Por eso, dice que todas sus acciones como juez las volvería hacer. “Actué con base al estudio y análisis de los procesos”.
El juez dice que no contempla por ahora volver a Guatemala, pero espera que muy pronto su esposa y su hijo se puedan reunir con él, para juntos iniciar una nueva vida en otro país.