Dónde se “siente” el amor en el cerebro: estudio

Un estudio revela cómo el cerebro responde a diferentes tipos de amor, mostrando similitudes y diferencias en la activación cerebral según el objeto amado

Dónde se "siente" el amor en el cerebro: estudio

Crédito: Fida Olga | Shutterstock

Un reciente estudio de la Universidad Aalto en Finlandia ha comenzado a arrojar luz sobre por qué nuestras experiencias de amor, tan variadas, comparten una misma denominación.

Los investigadores, empleando imágenes por resonancia magnética funcional (fMRI), han explorado cómo el cerebro responde a diferentes tipos de amor, revelando patrones de activación cerebral que muestran tanto similitudes como diferencias.

El estudio, dirigido por la filósofa Pärttyli Rinne, involucró a 55 padres que se describían a sí mismos como personas que mantenían relaciones amorosas. A estos participantes se les presentó una serie de historias cortas que evocaban diferentes tipos de amor: paternal, romántico, hacia amigos, desconocidos, mascotas y la naturaleza. Mientras reflexionaban sobre estas historias, su actividad cerebral fue medida mediante fMRI, lo que permitió a los investigadores mapear las áreas del cerebro que se activan en respuesta a cada tipo de amor.

Uno de los hallazgos más interesantes fue que el amor paternal generó la activación cerebral más intensa. Según Rinne, esta forma de amor activa profundamente el sistema de recompensa del cerebro, especialmente en el cuerpo estriado, un área que no mostró la misma intensidad de activación en otros tipos de amor. Este descubrimiento subraya la especial conexión emocional que los padres sienten hacia sus hijos, la cual parece estar profundamente arraigada en la biología humana.

El amor romántico, por otro lado, también provocó una fuerte activación cerebral, aunque ligeramente inferior a la del amor paternal. Las áreas del cerebro involucradas en la cognición social, como los ganglios basales, la línea media de la frente, el precúneo y la unión temporoparietal, mostraron patrones de activación similares en diferentes formas de amor interpersonal.

Sin embargo, la intensidad de esta activación varió según la cercanía emocional con el objeto amado. Por ejemplo, el amor compasivo hacia desconocidos generó una activación cerebral menor en comparación con el amor hacia personas cercanas.

Otra área de interés en la investigación fue el amor por las mascotas. Los resultados mostraron que las personas que convivían con mascotas tenían una mayor activación en las áreas cerebrales asociadas con la sociabilidad cuando pensaban en su amor por estos animales, en comparación con aquellos que no tenían mascotas.

Este hallazgo sugiere que el vínculo entre humanos y animales de compañía puede activar mecanismos neuronales similares a los que se observan en el amor entre personas.

El amor por la naturaleza, por su parte, activó principalmente las áreas visuales del cerebro y el sistema de recompensa, pero no las áreas relacionadas con la cognición social. Esto indica que, aunque la naturaleza puede evocar una respuesta emocional positiva, el tipo de conexión que genera es diferente al amor que sentimos por otros seres humanos o por nuestras mascotas.

El estudio también reveló una sorpresa: a pesar de las diferencias en la intensidad de la activación cerebral, las áreas activadas por los distintos tipos de amor interpersonal eran muy similares. Esto sugiere que, aunque el amor se manifiesta de maneras diversas, las bases neuronales que lo sustentan comparten un núcleo común.

Estos hallazgos no solo enriquecen nuestra comprensión del amor desde una perspectiva científica, sino que también tienen implicaciones prácticas. Los investigadores esperan que una mayor comprensión de los mecanismos neuronales del amor pueda mejorar las intervenciones de salud mental en condiciones como los trastornos del apego, la depresión o los problemas de relación.

Este estudio es parte de un esfuerzo continuo por parte del equipo de Rinne para desentrañar las complejidades del amor y las emociones humanas. Su trabajo anterior ya había explorado las experiencias corporales del amor, estableciendo una conexión entre la intensidad física de estas emociones y las relaciones interpersonales cercanas. Con cada nuevo descubrimiento, la ciencia se acerca un poco más a desentrañar uno de los misterios más profundos de la existencia humana.

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