Un vendedor ambulante que trasciende generaciones
Le costó trabajo aprender el oficio de vender, pero 30 años después, José Rodríguez no tiene planes de retirarse
Cada día de la semana José Rodríguez empieza su día preparando su carro a las 7 de la mañana para poder vender mangoneadas, chicharrones, raspados y más hasta la 6 de la tarde en la calle Cuatro en la ciudad de Santa Ana.
Este año el vendedor ambulante cumple 30 años como parte de la comunidad ambulante del centro de la ciudad a pesar de los cambios y dificultades que existen en el trabajo.
“Es algo único hacer este trabajo”, dijo Rodríguez. “Porque cada vendedor en tiempos de aire frío y calor tenemos que aclimatarnos”.
Rodríguez dice que en el verano son muy solicitados los raspados, pero en el invierno cambia su menú y en vez de raspados se pone a vender esquites y elotes.
Además, siempre se asegura de tener una variedad de sodas, bebidas energéticas, cheetos, doritos, dulces y fruta de temporada.
Aunque hoy en día tiene mucha experiencia en su trabajo, Rodríguez nunca tuvo en mente ser vendedor ambulante.
Él es originario de Cuernavaca, Morelos, llegó a los Estados Unidos en 1990 y trabajó por varios años en el mantenimiento de un jardín con un tío.
Poco después recibió una invitación de su suegro que trabajaba como vendedor ambulante, y fue ahí que decidió cambiar de giro.
Cuando empezó a trabajar, la diferencia entre los trabajos se le hizo drástica. En su otro empleo se iba de ciudad en ciudad, pero ahora como vendedor ambulante se tuvo que acostumbrar a estar parado en el mismo lugar e interactuar con más personas.
“Siempre he sido algo tímido, pero ya en este tipo de trabajo tiene uno que dejar al lado eso y ser un poco más parlanchín”, dijo Rodríguez.
Hoy en día, Rodríguez dice que el trabajo se le facilita y es algo que hace en automático, aunque también se ha dado cuenta de la disminución de vendedores ambulantes en la calle Cuatro del centro de la ciudad.
A veces su esposa, Socorro Rivas, le ayuda a trabajar y cuando sus hijos eran más pequeños también lo acompañaban, mientras el vendedor hacía su trabajo.
Hace casi 15 años, notó un incremento de negocios de otras culturas en la zona ya que históricamente la población era predominantemente latina, pero la comunidad empezaba a cambiar.
Por mucho tiempo hubo 11 vendedores ambulantes, pero ahora son 4 con Rodríguez, siendo él, el que tiene más tiempo trabajando.
De acuerdo al vendedor, la población cambiante con menos latinos ha afectado al negocio de los vendedores ambulantes; y muchos tuvieron que irse en busca de diferentes áreas en la ciudad donde hay más clientes latinos.
Antes del cambio de la población del centro de Santa Ana, Rodríguez ganaba normalmente $300 dólares al día, pero ahora dice que solo gana cerca de $100 diariamente.
Después de enfrentar una reducción de clientes, cinco años después, Rodríguez se dio cuenta que tenía diabetes cuando le empezó a dar una insaciable sed y perdió casi 50 libras.
“Hay momentos en que la diabetes te debilita mucho, te cansa y hay veces que no te sientes motivado a hacer otras actividades”, explicó.
Aunque ahora el vendedor está tomando los medicamentos adecuados, mantiene que el cansancio le afecta, pero no lo detiene para seguir trabajando.
Lo que más le gusta de ser vendedor ambulante es poder ver que sus clientes se van felices, y cuando regresan se siente emocionado.
“Una cosa es nada más despacharlos y despedirse, pero cuando le das buen servicio y ves que regresan una vez, dos veces, o tres, o que son tus clientes por años, es una satisfacción”, explicó.
Recientemente un cliente llegó con su familia y le dijo a Rodríguez que se acuerda de cuando era niño de 10 años y su madre lo llevaba a comprar botana de su carro.
El vendedor detalla que lo llena de motivación cuando regresan clientes después de mucho tiempo y aunque ahora tiene 58 años de edad, no espera dejar de trabajar como vendedor ambulante.