Las mentiras de Trump sobre FEMA y desastres pueden afectar la seguridad de las personas

En momentos de crisis, los gobiernos y sus líderes deben facilitar la ayuda y la asistencia, no empeorar la situación, como en Puerto Rico

Trump fingiendo jugar baloncesto con toallas de papel en 2017.

Trump fingiendo jugar baloncesto con toallas de papel en 2017. Crédito: Evan Vucci | AP

Huracanes, olas de calor, incendios forestales, inundaciones… todos son fenómenos naturales que se han visto agravados por el cambio climático y nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Estos afectan a todos, pero golpean más a los más vulnerables entre nosotros. Todos estos fenómenos ya son más comunes y, por lo tanto, debemos prepararnos, a nosotros mismos, a nuestros hogares, comunidades, municipios, estados, la nación y al mundo. No solo necesitamos mejorar y repensar nuestra propiedad en base a esta nueva realidad, sino también nuestra infraestructura esencial colectiva, como lo son las instalaciones de generación de electricidad, las plantas de tratamiento de aguas residuales y potable, los hospitales, los centros de transporte, los túneles y puentes y los centros de distribución de alimentos. Necesitamos trabajar en la planificación para responder a estos fenómenos meteorológicos y en nuestras reservas financieras para hacer frente a lo impredecible.

Al igual que con el COVID-19, no podemos predecir cuán devastadores serán los efectos de estos fenómenos, pero sí debemos predecir cómo responderán nuestro gobierno y nuestros líderes ante ellos. Esa es una prioridad, ya que estamos a punto de elegir a los líderes que dirigirán nuestra nación y el mundo en los próximos años, cuando se esperan con más frecuencia estos fenómenos.

Siendo puertorriqueño, tengo experiencia de primera instancia, ya que recuerdo muy vívidamente el desastre que dejaron los huracanes Irma y María en mi isla en 2017. Estaba ayudando a cuidar a mi mamá, quien falleció de cáncer un mes después del paso del huracán María. Los recursos para tratarla eran tan escasos, que hicieron que una situación ya difícil, fuera insoportable.

En estos momentos de crisis, los gobiernos y sus líderes deben facilitar la ayuda y la asistencia, no empeorar la situación, como fue el caso de Puerto Rico. Quizás recuerden la imagen patética de Donald Trump fingiendo jugar baloncesto con papel toalla y tirándoselas a personas necesitadas que acababan de perder tanto. Más tarde, nos enteramos de que estaba reteniendo los fondos ya aprobados de FEMA y HUD para que no llegaran a Puerto Rico solo porque tuvo un altercado con la entonces alcaldesa de San Juan, la capital.

Aproximadamente un año después, cuando yo estaba en el liderato del Sierra Club, demandamos a la administración Trump junto con la American Civil Liberties Union y la Southern Border Community Coalition en el caso Sierra Club v. Trump, porque él quería declarar una emergencia nacional y desviar fondos de emergencias para construir el muro fronterizo que prometió durante la campaña y que aseguraba que México pagaría.

Por lo tanto, cuando leemos que después del paso de los huracanes Helene y Milton que Trump está difundiendo mentiras sobre que la Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA, por sus siglas en inglés) desvía fondos para ayudar a los inmigrantes; o que está metiendo miedo de que FEMA puede confiscar las propiedades de las personas que reciben sus préstamos; o que solo están favoreciendo a estados o municipios políticamente amigables. Todas estas mentiras significan solamente que Trump está proyectando su forma de pensar. Y debemos ser muy claros en que las mentiras que está difundiendo ahora sobre la ineficiencia del gobierno federal no son lo que haría de ser electo, sino lo que ya ha hecho como presidente. Sus aliados MAGA en el Congreso, el Freedom Caucus, votaron en contra de un proyecto de ley provisional para reponer el fondo de ayuda en caso de desastre de FEMA como parte del presupuesto, justo el día antes de que Helene golpeara los estados del sureste de Estados Unidos.

Los estadounidenses necesitan elegir a alguien que comprenda la complejidad de las situaciones, que no ande con juegos, que no tome decisiones basadas en el beneficio político y que no difunda mentiras sobre algo tan crucial como los fondos de emergencia en tiempos de desesperación y pérdida. Necesitamos a alguien al mando que se guíe por la empatía y la compasión, que sea emocionalmente inteligente y que haya demostrado trabajar de manera inclusiva, equitativa y bipartidista. En estas elecciones, esto solo lo ofrece la fórmula Harris-Walz.

(*) Ramón J. Cruz es profesor visitante en Charles y Marie Robertson en la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Princeton.

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