5 razones por las que es tan difícil poner fin a la guerra en Siria
Casi 14 años después, Siria sigue en guerra, inmerso en un conflicto que estaba en segundo plano y volvió a ocupar la atención global.
Las fuerzas rebeldes lanzaron su mayor ofensiva de los últimos años contra el gobierno del presidente sirio, Bashar al Assad, recordando de un golpe al mundo que la guerra en Siria no ha terminado.
El ataque por sorpresa liderado por la milicia islamista Hayat Tahrir al Sham (HTS) permitió a los rebeldes hacerse con el control de Alepo, la segunda ciudad más grande de Siria, obligando a las tropas gubernamentales a retirarse.
La ofensiva obligó a Rusia a llevar a cabo sus primeros ataques aéreos en Siria desde 2016.
Casi 14 años después de su estallido, la reanudación de las hostilidades alimenta los temores a que la paz no llegue a corto plazo a Siria.
El país está dividido de facto desde 2018 como consecuencia de la guerra civil, con un área bajo control del régimen autoritario de Assad, y otras bajo control de las fuerzas kurdas y de insurgentes islamistas.
A continuación, te presentamos cinco razones por las que esta guerra que parecía olvidada continúa.
1. Intereses foráneos
Siria se ha convertido en los últimos años en un tablero de ajedrez en el que las potencias globales apoyan a las facciones que creen que favorecen sus intereses estratégicos.
Las distintas facciones armadas en disputa cuentan respectivamente con el apoyo de Turquía, Arabia Saudita y Estados Unidos. Assad ha logrado mantener su régimen gracias al indispensable apoyo prestado por Rusia e Irán.
La profundización del conflicto llevó a la implicación de organizaciones yihadistas como el grupo Estado Islámico y al Qaeda, lo que agravó la preocupación global por la situación en el país.
Los kurdos de Siria, desesos de contar con autonomía y apoyados por Estados Unidos, también son parte y le añaden complejidad al conflictoc, y Turquía apoyó a fuerzas rebeldes que le han servido para proteger su frontera.
Rusia y Turquía promovieron en 2020 un alto el fuego en Idlib, en el noroeste del país, lo que estableció un pasillo de seguridad en el que pudieron realizarse patrullas conjuntas, aunque siguieron produciéndose allí combates esporádicos.
Pese a que la violencia allí se redujo, el gobierno de Damasco nunca recuperó totalmente el control de esta región.
Ahora, los rebeldes han decidido lanzarse contra un gobierno debilitado y cuyos aliados están concentrados en otros lugares.
“El régimen de Assad dependió en gran medida y por muchos años de apoyos extranjeros. La implosión de Hezbolá como resultado de la feroz ofensiva en su contra de Israel y el agotamiento creciente de los recursos rusos debido a la guerra en Ucrania han dejado realmente solo al régimen, lo que ha creado el momento justo para que HTS monte su ofensiva sorpresa y empiece a recuperar territorio”, dijo Simon Frankel Pratt, experto en Ciencia Política de la Universidad de Melbourne.
Para él, “que la mecha de la guerra haya prendido de nuevo es el resultado de una combinación de factores de inestabilidad domésticos y la erosión o el colapso del apoyo extranjero en que se sostenía Assad”.
2. Colapso económico y crisis humanitaria
Años de guerra han arruinado la economía de Siria, que ha visto destruidas gran parte de sus infraestructuras, y han dejado a millones de personas viviendo en terribles condiciones.
El conflicto ha creado una crisis humanitaria para la que no se ve una vía de salida.
Más de la mitad de la población de 22 millones de personas que vivían en Siria antes del estallido de la guerra se han visto desplazadas, de acuerdo con las cifras de Naciones Unidas.
De los 6,8 millones de desplazados internos, más de dos millones viven en atestados campamentos con acceso muy limitado a servicios básicos.
Otros seis millones de personas han abandonado el país, con destino sobre todo a Líbano, Jordania y Turquía, que entre los tres albergan a 5,3 millones de refugiados.
“La situación es muy fluida e incierta”, afirma Emmanuel Isch, de la ONG World Vision Syria.
“Hay combates en curso en diferentes lugares y eso está llevando a un número cada vez mayor de desplazados internos”, añade Isch.
“Se marchan a diferentes lugares y nuestra preocupación es que ya hay dos millones de personas en el noroeste de Siria viviendo en campos de refugiados, y algunos de los desplazados llegan a ellos con la esperanza de recibir ayuda, pero no hay recursos para absorber a más desplazados internos”.
Más de 15,3 millones de sirios necesitaban ayuda humanitaria en 2023, una cifra récord, y 12 millones vivían en una inseguridad alimentaria severa.
El terremoto de febrero de 2023 en la zona de Gaziantep, Turquía, dejó 5.900 muertos y 8,8 millones de damnificados en Siria, empeorando las condiciones de vida en general.
Los intereses económicos, a veces enfrentados por el control de campos petroleros y rutas comerciales, han seguido alimentando la tensión, lo que se suma a la crisis humanitaria para contribuir al descontento y las luchas internas en el país.
3. Un gobierno autoritario
La violencia y la represión desatadas por el régimen de Assad para mantenerse también han engordado la disidencia y prolongado el conflicto.
Un informe de la ONU de 2021 documentó violaciones generalizadas de los derechos humanos por parte del gobierno, entre ellos ataques químicos, bombardeos aéreos de zonas pobladas y severas restricciones a la ayuda humanitaria.
“El autoritarismo late en el corazón de esta guerra”, explica Julien Barnes-Dacey, director del programa sobre Medio Oriente y Norte de África del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.
“El régimen se ha negado reiteradamente a compartir el poder o alcanzar compromisos”, añade.
La ONU estima que 306.887 civiles habían muerto como resultado de los combates hasta 2022 y miles más murieron de hambre, enfermedades o la falta de atención sanitaria.
Burcu Ozcelik, experto en política de seguridad en Medio Oriente del Royal United Services Institute, un centro de análisis de seguridad y defensa de Reino Unido, cree que “el régimen está compulsivamente concentrado en su supervivencia más que en una buena gobernanza”.
4. Una sociedad dividida
“Aunque las divisiones políticas son parte fundamental del conflicto, no se puede negar que las tensiones sectarias subyacentes han jugado también un papel central durante algún tiempo”, indica Barnes-Dacey.
En el este, las zonas de mayoría kurda han permanecido mayoritariamente fuera del control del estado sirio desde los primeros años de la guerra.
Mientras que restos del grupo Estado Islámico persisten en el vasto desierto sirio, lo que supone una amenaza para la seguridad, especialmente durante la temporada de recolección de la trufa, cuando los habitantes se lanzan en busca de esta exquisitez.
Idlib, en el noroeste, se ha convertido en un bastión para grupos militantes que fueron empujados hasta allí en la fase más intensa de la guerra. El más destacado de estos grupos y el que de facto controla Idlib es HTS.
La situación se ha complicado aún más por las luchas entre los propios grupos insurgentes.
Algunos, incluidas las fuerzas kurdas apoyadas por Turquía, se han enfrentado con las Fuerzas Democráticas Sirias, una alianza formada principalmente por combatientes kurdos de las Unidades de Protección del Pueblo (YPG, por sus siglas en kurdo). Ankara considera a las YPG una organización terrorista.
Poco después de que HTS lanzara su ofensiva, el Ejército Libre Sirio, que cuenta con el apoyo de Turquía y es parte de la alianza de grupos armados que tomó gran parte de Alepo, dijo haberse adueñado de aldeas y terreno en los alrededores de la ciudad.
El hecho de que este terreno no estuviera en poder del gobierno, sino de las Fuerzas Democráticas Sirias, ilustra lo enredado y fragmentado del conflicto que asuela Siria.
5. El fracaso de la diplomacia
Todos los esfuerzos por encontrar una solución negociada, incluidas las conversaciones auspiciadas por la ONU, han fracasado debido a las prioridades divergentes de los principales actores, que han antepuesto sus objetivos estratégicos a la voluntad de alcanzar un acuerdo, lo que, según los expertos, ha dejado poco espacio para una paz duradera.
“Las dinámicas subyacentes siguen sin cambios. El régimen de Assad no quiere ceder el poder ni alcanzar compromisos, mientras que las facciones rebeldes siguen combatiéndolo para derrocarlo y asegurar su posición en el país”, explica Barnes-Dacey.
Frankel-Pratt añade: “Otros países en la región están bastante nerviosos porque no está claro cómo podría resolverse esto”.
“Cuando están nerviosos, los países tienden a actuar de manera conservadora. Por ejemplo, podríamos ver acuerdos temporales entre Irán y los estados del golfo Pérsico para mantener una situación estable, y una política exterior conservadora por parte de Estados Unidos y Europa para evitar que el conflcito escale más”.
Algunos expertos subrayan el factor de impredictibilidad introducido por el triunfo electoral de Donald Trump en Estados Unidos.
Turquía, por ejemplo, apoyó según algunos reportes la reciente ofensiva rebelde para fortalecer su posición antes de que Trump tome posesión como presidente en busca de una negociación favorable con Estados Unidos y Rusia.
Sin embargo, la política de un segundo gobierno de Trump hacia Medio Oriente sigue siendo una incógnita, recuerda Barnes-Dacey.
“Hay un sector en el entorno de Trump que quiere una agresiva política proisraelí y antiiraní en Medio Oriente, y otro que aboga por el aislamiento y que Estados Unidos se retire de la región”, señala.
“No está claro si Trump buscará una mayor implicación de Estados Unidos con Irán en la mira o si acelerará la retirada estadounidense, dejando que los actores regionales resuelvan sus conflictos de manera independiente”, concluye.
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