Sobrevivió al campo de extermino del narco en Jalisco y narró los horrores que vivió
Tras el hallazgo de un crematorio donde el CJNG adiestró y mató a cientos de personas, el testimonio de un sobreviviente revela lo que ahí ocurría

El sitio había sido asegurado por la Guardia Nacional en septiembre pasado. Crédito: Facebook / Guerreros Buscadores De Jalisco | Cortesía
Poco a poco se han dado a conocer los horrores del rancho Izaguirre, dónde se instaló un campo de exterminio del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Si bien las imágenes de lo que ahí se encontró hablan por sí mismas, el testimonio de un sobreviviente de aquel infierno ayudó a saber más de lo que pasaba en ese sitio donde se estima que fueron asesinas, desmembradas e incineradas alrededor de 250 personas.
La llamaban “La escuelita del CJNG”, un lugar donde se cometieron verdaderas masacres, por lo que incluso ha sido comparado con lo vivido en el campo de concentración de Auschwitz.
Pilas de zapatos, ropa, mochilas, fotos y otros objetos personales dan cuenta que detrás de cada fría cifra de personas asesinadas hay una historia, los sueños de quienes allí llegaron quedaron enterrados por el crimen organizado. Una llamada anónima al colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco sobre la presencia de restos humanos en el predio fue el inicio de uno de los hallazgos más estremecedores de México.
Aunque parecería imposible, sí hubo quien sobrevivió y gracias a su testimonio se logró conectar el sitio con una alarmante situación ya reportada: la desaparición de personas que iban a buscar empleo en la Nueva Central de Autobuses de Tlaquepaque, en el estado de Jalisco, considerado el epicentro de la crisis de desaparición de personas que vive México.
Indira Navarro, lideresa del grupo Guerreros Buscadores de Jalisco compartió en entrevista a Radio Fórmula, el testimonio de uno de los jóvenes que logró sobrevivir y escapar de dicho infierno.
Todo empezó por un anuncio de empleo
La necesidad de tener ingresos hizo que muchos jóvenes cayeran en las falsas ofertas de redes sociales. Con la ilusión de tener ingresos que probablemente no imaginaban emprendieron el viaje al sitio señalado por los reclutadores. Ese fue el inicio de su tragedia.
Una vez en la central eran llevados en camionetas al rancho Izaguirre, ubicado en Teuchitlán, a más de una hora de Guadalajara, capital de Jalisco. Al llegar al destino se les decía la verdad, habían sido reclutados por el CJNG, una de las organizaciones criminales más sanguinarias.
No les daban tiempo de nada, el terror los invadía ante la noticia, pero sin reaccionar a su realidad aterradora empezaban a ver lo que sería su vida o su muerte. Estaban ahí para entrenarse como sicarios para el cártel de las cuatro letras, y no lograrlo implicaba no salir de ahí y desaparecer.
Cómo es parte del “proceso de selección” de los cárteles, hacían a los nuevos reclutas pelear entre ellos y el perdedor moriría; el ganador solo acumulaba horas de vida y oportunidades de escalar en los rangos criminales. Las otras personas que estaban allí tenían que cavar hoyos en la tierra, llenarlos con tabiques para meter los cuerpos, que previamente habían sido desmembrados. Luego los rociaban con combustible e incineraban, reduciendo a cenizas a quienes solo buscaban una vida mejor.
Cuando el sobreviviente -cuya identidad no se reveló- llegó al centro de reclutamiento, 200 personas más estaban allí, dormían en una bodega, a veces unos sobre otros, y veían morir a quienes eran sus compañeros.
En una ocasión dos jóvenes dijeron groserías, los “entrenadores” los hicieron pelear hasta la muerte por esa falta, pero ninguno sobrevivió, ya que él ganador fue asesinado “por llevadito”.
Las fases del entrenamiento
En el rancho Izaguirre, que era la fase 1 del adiestramiento, se les enseñaba a pelear, usar armas, explosivos, irrumpir en hogares, secuestrar, asesinar y descuartizar, tal como lo hacen los sicarios.
Los sobrevivientes salían de allí e iban a “campo”. La fase 2 era en Zacatecas y Michoacán, donde se enfrentaban a cárteles rivales.
Los que sobrevivían y pasaban a la fase 3 eran entrenados por exmilitares colombianos o “kaibiles”, soldados del Ejército de Guatemala. Sobrevivir a ello implicaba convertirse en un sicario, pero ni eso garantizaba la supervivencia, pues si les caía mal alguien lo enviaban a una de las zonas más feas. Lograr salir de allí implicaba matar a uno de ellos.
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