Por qué los aranceles recíprocos de Trump no son recíprocos

Trump afirma que sus aranceles son "recíprocos", pero las pruebas sugieren que son desproporcionadamente duros para muchos países

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Crédito: Deutsche Welle

Cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció los detalles de su nueva ola de aranceles en una abarrotada conferencia en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca el 2 de abril, improvisó un discurso sobre el significado de la palabra “recíproco”.

“Aranceles recíprocos para países de todo el mundo”, dijo. “Recíproco. Eso significa: ellos lo hacen con nosotros y nosotros lo hacemos con ellos. Muy simple. No puede ser más simple que eso.”

La semana pasada, Trump anunció dos principales tandas de aranceles: un gravamen del 10 por ciento sobre prácticamente todas las importaciones estadounidenses desde todos los países, y un conjunto adicional de aranceles “recíprocos” a diversos países, cuyo nivel varía según una fórmula centrada principalmente en los déficits comerciales.

El presidente y su equipo económico han insistido repetidamente en que los aranceles “recíprocos” simplemente replican las barreras que enfrentan los exportadores estadounidenses al vender en esos mismos países.

Una fórmula defectuosa

Sin embargo, varios economistas, bancos e instituciones financieras han señalado que los aranceles no son realmente recíprocos y que la fórmula utilizada por el equipo de Trump carece de lógica económica.

Doug Irwin, investigador senior no residente del Instituto Peterson de Economía Internacional y experto reconocido en comercio global, asegura que los aranceles claramente no son recíprocos por varias razones.

Destaca que la fórmula usada por la Casa Blanca ni siquiera ha considerado los niveles de aranceles impuestos por otros países, sino que simplemente ha tomado el déficit comercial de bienes de EE. UU. con cada país y lo ha dividido por el valor de las importaciones provenientes de ese país.

También señala que estos aranceles “recíprocos” se han aplicado a países con los que EE. UU. ya tiene acuerdos de libre comercio, como Chile, Australia, Perú y Corea del Sur.

“Esos ya son recíprocos, en el sentido de que no les cobramos aranceles y ellos tampoco a nosotros”, comenta Irwin a DW. “Lo que realmente está ocurriendo no tiene que ver con barreras comerciales extranjeras, sino con el déficit comercial. Ese es el indicador que están usando para inferir barreras comerciales.”

Todo menos recíprocos

Los datos de la Organización Mundial del Comercio (OMC) respaldan los argumentos de varios economistas: los aranceles “recíprocos” de Trump serán, de hecho, mucho más altos que los impuestos por otros países a EE. UU.

Uno de los ejemplos más claros es China. Pekín fue el principal blanco de los aranceles de Trump durante su primer mandato, y con cierta justificación: China impuso consistentemente aranceles más altos a productos estadounidenses que viceversa.

Sin embargo, con los nuevos aranceles masivos desde Washington, los aranceles de EE. UU. sobre productos chinos ahora superan a los que China aplica a productos estadounidenses.

Otro ejemplo es Vietnam: Washington impondrá un arancel del 46 por ciento, mientras que, según el portal de datos sobre aranceles y comercio de la OMC, Vietnam aplica un arancel promedio simple del 9,4 por ciento y un arancel promedio ponderado (que toma en cuenta la proporción de productos con diferentes tasas) del 5,1 por ciento a las importaciones desde Estados Unidos.

Lo que Trump realmente quiere

Bill Reinsch sostiene que, durante más de 40 años, Trump ha hablado de cómo cree que EE. UU. está siendo “estafado” en el comercio global. Para Reinsch, el presidente estadounidense realmente quiere reestructurar el comercio global, pero ahora se ha convertido en una cuestión de “venganza”.

“El problema es que solo tiene una métrica, que es el déficit comercial bilateral, y solo tiene una herramienta: los aranceles”, dice Reinsch.

Según él, Trump y su equipo creen profundamente que los déficits comerciales son injustos, y que solo estarán satisfechos cuando esos déficits desaparezcan, aunque ese objetivo sea poco realista y económicamente inviable.

“Si escuchas a Navarro, e incluso a veces a Trump, ese es el mensaje de fondo: si tenemos un déficit con el país A, eso solo puede significar que están haciendo algo injusto, y que el comercio debería estar equilibrado”, dice Reinsch. “Y eso no tiene ningún sentido, pero así es como lo ven.”

Irwin coincide: “Los déficits comerciales son su principal preocupación”, afirma. “No se trata tanto de ingresos, ni de igualdad o reciprocidad. No le gustan los déficits comerciales. Y ha sido muy consistente en eso durante 40 años.”

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