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Por qué el autismo se relaciona con un mayor riesgo de enfermedad de Parkinson

Un estudio sueco sugiere que las personas con autismo tienen mayor riesgo de desarrollar párkinson temprano, posiblemente por factores biológicos compartidos

Un modelo de IA ayuda a la detección temprana del autismo

El modelo denominado "AutMedAI" se destacó por su capacidad para detectar al 80% de los niños con autismo en una muestra de 12,000 personas. Crédito: Vitalii Vodolazskyi | Shutterstock

Un extenso estudio sueco ha revelado una conexión entre el trastorno del espectro autista (TEA) y la enfermedad de Parkinson de aparición temprana.

Los hallazgos, publicados en la revista JAMA Neurology, apuntan a que las personas diagnosticadas con autismo enfrentan un riesgo significativamente mayor de desarrollar párkinson antes de los 50 años, una relación que podría estar sustentada en mecanismos biológicos comunes.

El estudio, realizado por investigadores del Instituto Karolinska, uno de los centros médicos más prestigiosos de Europa, analizó los datos de más de dos millones de personas nacidas en Suecia entre 1974 y 1999.

Los participantes fueron seguidos desde los 20 años hasta finales de 2022, permitiendo a los científicos observar el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas a lo largo de varias décadas.

Los investigadores plantearon la hipótesis de que el autismo, una condición que afecta la comunicación, la conducta y la forma en que una persona procesa el mundo que la rodea, podría estar relacionado con la aparición precoz de una enfermedad neurodegenerativa como el párkinson, caracterizada por temblores, rigidez y dificultades en el movimiento.

Y los datos obtenidos resultaron personas con TEA tenían cuatro veces más probabilidades de desarrollar enfermedad de Parkinson en etapas tempranas de la vida que aquellas sin este diagnóstico.

Este aumento del riesgo se mantuvo incluso al ajustar variables como el nivel socioeconómico, los antecedentes familiares de enfermedades mentales o neurológicas, y otros factores genéticos. Para los autores del estudio, esto sugiere la existencia de una posible base biológica compartida entre ambas condiciones.

La dopamina y el cerebro

Weiyao Yin, investigador principal y miembro del Departamento de Epidemiología Médica y Bioestadística del Instituto Karolinska, explicó que una de las hipótesis más sólidas apunta al sistema dopaminérgico del cerebro.

“Sabemos que la dopamina es un neurotransmisor fundamental para el control del movimiento, pero también desempeña un rol clave en la interacción social, una función que suele estar alterada en el autismo”, detalló Yin.

“En la enfermedad de Parkinson, las neuronas que producen dopamina se deterioran progresivamente, y existen estudios que sugieren que este sistema también podría estar implicado en el TEA”.

Sin embargo, los investigadores aclaran que este vínculo aún no es concluyente y requiere más estudios que confirmen si las alteraciones en la dopamina realmente representan un punto de conexión entre ambas condiciones.

Otro aspecto considerado fue el impacto de los tratamientos farmacológicos. La depresión y el uso de antidepresivos son comunes entre personas con autismo, al igual que el consumo de antipsicóticos, medicamentos que pueden causar efectos secundarios similares a los del párkinson.

Al ajustar el análisis para tener en cuenta estos tratamientos, el riesgo se redujo, pero seguía siendo el doble en comparación con la población general.

Los autores insisten en que el número de personas con párkinson en el grupo estudiado fue bajo, dado que la mayoría de los participantes tenían una edad promedio de 34 años al finalizar el seguimiento.

Esto significa que muchos aún no han alcanzado la edad en la que el párkinson es más común, por lo que será necesario realizar estudios de seguimiento a más largo plazo para determinar si este riesgo se mantiene en etapas más avanzadas de la vida.

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