Los astrónomos ya no pueden escapar de los satélites Starlink
Los astrónomos han alertado en reiteradas oportunidades que los satélites de SpaceX generan interferencias que dificultan realizar observaciones del espacio

SpaceX está al tanto del problema y está trabajando para minimizar el impacto de sus satélites en las observaciones espaciales Crédito: Shutterstock
Ni en los rincones más silenciosos del cielo parece haber paz para los astrónomos. Un análisis masivo de 7,6 millones de imágenes de radio captadas por el radiotelescopio LOFAR, en los Países Bajos, reveló algo inquietante: los satélites Starlink están emitiendo señales en bandas de frecuencia donde no deberían emitir absolutamente nada.
Esto no se trata de interferencias normales por radiofrecuencia como las de un radar o un teléfono móvil. Estamos hablando de emisiones no intencionadas que provienen del propio hardware de los satélites, como procesadores, fuentes de alimentación y otros componentes electrónicos. Aunque no están diseñados para emitir en esas bandas, lo hacen de forma involuntaria, y ese ruido llega a los telescopios más sensibles del mundo.
Lo más inquietante es que estas señales aparecen en frecuencias consideradas “protegidas” por tratados internacionales. Eso significa que, en teoría, ningún dispositivo artificial debería emitir ahí, precisamente para no contaminar las observaciones astronómicas. Pero los resultados del estudio, publicado en la revista Astronomy & Astrophysics, muestran que la contaminación ya está ocurriendo.
Starlink no está violando las normas, pero sí complica la ciencia
A pesar de lo grave que suena todo esto, técnicamente SpaceX no está infringiendo ninguna normativa actual. Las leyes internacionales regulan las emisiones intencionadas, no las no deseadas. En este vacío legal se cuelan las emisiones de Starlink, que no están diseñadas para interferir, pero igual lo hacen.
El equipo del Instituto Holandés de Radioastronomía (ASTRON) encontró rastros de estas emisiones en el 2% de las 7,6 millones de imágenes analizadas, y un 47% de esas coincidían con momentos en los que un satélite Starlink pasaba sobre el campo de visión del telescopio. Es decir, no es una coincidencia ni un fallo puntual: es un patrón claro.
Aunque un 2% pueda sonar poco, hay que pensar en la magnitud del problema. Starlink ya tiene más de 6.000 satélites en órbita, y ese número seguirá aumentando. Si cada uno de ellos emite incluso una pequeña cantidad de interferencia, el resultado combinado puede hacer prácticamente imposible observar ciertas frecuencias del universo desde la Tierra.
Esto afecta en especial a los estudios de ondas de radio de baja frecuencia, aquellas que revelan los secretos del universo primitivo, las explosiones de supernovas, los púlsares e incluso las emisiones de hidrógeno de las primeras galaxias. Si esas frecuencias están contaminadas, se pierde la posibilidad de detectar fenómenos fundamentales para entender el cosmos.
SpaceX coopera, pero el panorama no es alentador
Lo positivo es que SpaceX está al tanto del problema y no lo ha ignorado. De hecho, desde 2021 colabora con varios equipos de investigación en Europa, ofreciendo incluso datos técnicos sobre sus satélites. Esta transparencia ha sido valorada por los científicos, que ahora pueden hacer análisis más detallados y buscar soluciones técnicas en conjunto.
Entre las medidas que se están explorando están mejoras en el blindaje electromagnético de los satélites o rediseños de ciertos componentes para reducir la radiación no deseada. Pero todo esto requiere tiempo, inversión y, sobre todo, voluntad de parte de las empresas.
Y aquí viene el verdadero problema: Starlink no es la única constelación en el espacio. Amazon, OneWeb, China y muchas otras empresas están lanzando sus propias redes de satélites. Se estima que en menos de una década podría haber más de 100.000 satélites en órbita baja. Si todos generan interferencias, la radioastronomía podría volverse simplemente inviable desde nuestro planeta.
Por ahora, los científicos buscan ampliar su investigación a otros sistemas de satélites, como los de OneWeb y Amazon Kuiper. Además, están presionando a las autoridades internacionales para que se actualicen las regulaciones y se impongan límites más estrictos también a las emisiones no intencionadas.
Mientras tanto, el cielo nocturno, que siempre fue visto como un refugio de silencio para la ciencia, se está volviendo cada vez más ruidoso. Y aunque ese ruido no lo escuchemos con nuestros oídos, está arruinando una de nuestras herramientas más valiosas para entender el universo.
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