Reseda Rising: un festival que contiene el espíritu de Los Ángeles
El Valle de San Fernando festejó este sábado 4 de octubre entre las 5 de la tarde y las 10 de la noche el festival Reseda Rising
El "jardín Cósmico" de Dina Fisher. / Gabriel Lerner Crédito: Cortesía
Por octava vez, y después de una interrupción obligada de dos años durante la epidemia del coronavirus, el Valle de San Fernando festejó este sábado 4 de octubre entre las 5 de la tarde y las 10 de la noche el festival Reseda Rising ( o Reseda Walk), en el barrio del mismo nombre y sobre la avenida Sherman Way. Es, oficialmente, el Paseo del Arte.
Reseda está aquí

Durante la era del COVID fue solo un festival de murales, sin el aliciente humano.
El evento del sábado fue el segundo desde que terminó aquella pesadilla.
Reseda Rising, Reseda crece, o amanece, es el nombre apto. También lo sería Reseda is Here. Es un barrio fundado en 1912, que colinda con el “mío” de Lake Balboa. Tiene unos 75,000 residentes. Allí estuve con Celia, maravillándome con la variedad de decenas de pabellones, espectáculos, puestos de comida y todo tipo de actividades, todos en pequeña escala, múltiples y extraordinariamente respetuosos de nuestra diversidad, nuestra igualdad, nuestra inclusión.
Resonaban en mi mente aquellos lemas gritados durante los mejores días de la comunidad latina, cuando la lucha por la reforma migratoria y el respeto había generado esperanzas hoy pasadas: “Aquí estamos y no nos vamos, y si nos echan nos regresamos”. Daba orgullo.
¿Por qué es tan importante este festival en estos días amargos para la comunidad latina, días de temor y tristeza?
Se lo pregunto al concejal Bob Blumenfield, quien representa desde 2013 al Distrito Tres de la ciudad, que incluye los barrios del Oeste del Valle de San Fernando: Canoga Park, Reseda, Tarzana, Winnetka y Woodland Hills.
“Estamos viviendo momentos difíciles, oscuros, con lo que le está pasando a la comunidad latina y en general a todo el país, con este Presidente y cuando hay una división tan grande”, me dice Blumenfield. “Un evento como este, que tiene lugar en un entorno de seguridad, que junta a la gente, significa mucho para las personas que viven aquí. Y por lo que se está viviendo, más que de costumbre. Es tan ameno ver a la gente juntarse en este espíritu”.

Los políticos y las organizaciones
Blumenfield tiene un pequeño pabellón donde su equipo informa a la gente. Lo mismo Nithya V. Raman, la concejala que representa el Distrito 4, así como otros funcionarios electos de esta área y que aprovechan la ocasión para entablar contacto con sus constituyentes, ofrecer ayuda y hacerse reconocer para las próximas elecciones.
También están – en un solo área, menos concurrida – los pabellones de las organizaciones comunitarias al servicio de la gente.
Fue una caminata artística caracterizada por la acción de la gente. Un grupo de activistas de CHIRLA con Marlene López a la cabeza se ocupan de hacer que la gente participe en la creación de arte político: “We belong here”, es su lema. Somos de aquí.
En otra cuadra, otros activistas habían preparado botes de pintura para que la gente los usara para crear sus lienzos.
Los anuncios prometen “Instalaciones de arte”, “Dibujo de figuras de vestuario”, “Pintura en vivo”, “Estación de aerosol”, “Actividades de arte para la familia” y “Proyecciones” .

Un cuadro artístico – el Jardín Cósmico de Dina Fisher – se extiende y la luz proyectada va creando nuevas imágenes. La explicación dice: “El mural Cosmic Garden es una meditación audiovisual sobre la transformación de la luz de las estrellas en la conciencia, contada épicamente a través de un mural de reacción ligera y un paisaje sonoro personalizado”. ¿Se entiende?
Y otro espacio cerrado es como una casita mágica, llena de luz, y una niña – ¿de cuatro años? – salta y baila, trepa y goza.
Lo que piensan de ICE
“Esto no es un acto político, sino que es sobre comunidad, sobre arte, para que la gente ponga sus políticas a un lado, venga aquí y disfrute”, me dice Blumenfield.
Sin embargo, sí una caminata política, porque el único lema, o idea, o grito que se ve por todas partes es un insulto: Fuck ICE. Una playera (un t-shirt) negra tiene esas dos palabras expresadas en el pecho, y una señora alegremente me anima a llevarme una: “It’s free!”, me dice. Le contesto en español: ¿está segura, señora? Y, ella insiste en inglés, yes, aunque es hispanoparlante. Quizás piense que yo, con mi tez blanca, no lo soy.

Y el “fuck ICE” se repite en los lienzos pintados por la gente, y en creaciones que reproduzco aquí.
Y también fue una caminata culinaria, con un camión tras otro – las trocas loncheras, más pintorescas y artísticas que nunca – y con mesadas de manjares típicos de Los Ángeles: los distintos, los que pertenecen a las culturas migrantes que hacen de esta ciudad algo único. Reinan los vendedores ambulantes.
Aquí están: la comida tailandesa, la mexicana repetidamente, la peruana, la china, la de aquí, y la argentina.
Sí, porque al final, casi cuando nos estábamos yendo, Celia descubre un carrito con un cartelito que dice: “Empanadas argentinas”. Ahí fuimos. Seis por veinte dólares, porque valen a cuatro pero el sexto lo regala y me regala también el chimichurri, dice, y cuando charlamos me permito hablar como quien soy, un porteño ya grande del barrio de Once en Buenos Aires, y pido más y ella me da una tarjeta porque “no tengo negocio pero hago comidas en casa y las llevo a domicilio”.
Hay un escenario en el centro, rodeado por un centenar de personas paradas y alguien con una voz muy fuerte, amplificada, dirige a grupos de danzantes de breakdance. De a cuatro en el escenario, uno por uno reciben estos saltimbanquis tres minutos de gloria y se contorsionan y agitan y saltan y bailan como si no hubiese mañana. La moderadora les da la señal de que pasó el tiempo con una cuenta regresiva de cinco a uno y es como se desinflaran.
Estos bailarines también son Los Ángeles: latinos, asiáticos, blancos, afroamericanos. Todos jóvenes, mujeres elegantes, sutiles, menudas y hermosas, hombres ágiles y a veces torpes, bailan al compás de una música que solo ellos oyen, y la gente aplaude y grita y quizás piense que porque ellos aplauden, los bailarines bailan al ritmo de su aplauso. Pero les aplauden hasta cuando tropiezan y se caen porque vuelven a levantarse como si nada. Y cuando terminan los cuatro se felicitan unos a los otros y se abrazan y la moderadora llama a otros danzantes por sus apodos: Hombres de Mermelada, Gracia Suprema y otros más.
Uno de ellos me maravilla. Parece Vishnu, porque sonriendo con sus ojos grandes y bigote enrulado, sin mover la vista hacia el frente, agita sus brazos en movimientos supuestamente imposibles.
Cuando terminan suben unos cantantes de renombre y también ellos me maravillan con su talento, la suavidad de sus movimientos y su contacto con el público. Y luego, para un instante de frenesí, suben un tipo vestido de carnero, suben una chica y un muchacho con sus respectivos atuendos. Representan al equipo de fútbol americano de los Rams de Los Ángeles, popular entre los latinos, actualmente en tercer lugar de su liga y cuyo último campeonato fue en 2022.
Reseda en el mapa de L.A.
Reseda Rising es mucho más que la feria del sábado. Es, explica el sitio de internet de Blumenfield, “la iniciativa de varios frentes del concejal para encontrar, dirigir y coordinar más de $100 millones en inversiones transformadoras en la comunidad, que es más que la inversión total en los 20 años anteriores”.
Es colocar a Reseda en el mapa de lo mejor de Los Ángeles, hacer que sea un destino para el entretenimiento y la cultura.
“Esto es grande, es auténtico, la gente está feliz, hay muchos jóvenes”, le comento al despedirme del concejal, que asiente. “Me alegra el corazón”.
“Es que trabajamos muy duro para esto y es un gusto ver el resultado”.
“La caminata de arte Reseda Rising representa mi visión para un destino transformado de negocios y entretenimiento en el corazón del Valle de San Fernando”, había expresado Bob Blumenfield en un comunicado.
Es también, además, un happening para olvidar, aunque sea por un instante, los problemas, los “troubles”.