Día de Muertos: cómo se celebra y qué significa esta festividad
El Día de Muertos contempla una serie de festividades que concluyen el día 2 de noviembre con la visita de los fieles difuntos
 
			El pan de muerto, el papel picado, los dulces y otros elementos forman parte del tradicional altar de muertos. Crédito: Shutterstock
Cada inicio de noviembre, México y un gran número de ciudades en Latinoamérica y Estados Unidos se visten de color cempasúchil, aromas de copal y ecos de guitarras que resuenan entre tumbas y calles. Y es que contrario a lo que la mayoría piensa, el Día de Muertos no es solo una conmemoración: es un reencuentro entre mundos.
Durante esta fecha, que se extiende por más de una semana y finaliza el día 2 de noviembre, las familias preparan altares y ofrendas para recibir a quienes ya partieron. La casa se convierte en un punto de encuentro donde conviven lo visible y lo invisible: un altar lleno de velas encendidas, retratos familiares, papel picado y pan de muerto.
En cada detalle hay un mensaje. El agua refresca el alma del visitante, la sal purifica su camino, el incienso ahuyenta las malas energías y la flor de cempasúchil, con su tono dorado, guía el regreso desde el más allá.

La llegada de las almas: un calendario del recuerdo
De acuerdo con historiadores y antropólogos, el Día de Muertos tiene raíces que se remontan a la antigua Mesoamérica, específicamente a las culturas mexica, maya y purépecha, civilizaciones que concebían la muerte como una extensión natural de la vida. Con la llegada del cristianismo, estas creencias se entrelazaron con las celebraciones del Día de Todos los Santos y los Fieles Difuntos, dando lugar a la fusión que hoy define la identidad mexicana.
Según la tradición, las almas no llegan todas el mismo día. El 27 de octubre se espera a las mascotas, fieles compañeros de vida. El 28, se recuerda a quienes murieron en accidentes o de manera repentina. El 30 y 31 están dedicados a las almas olvidadas o sin familia que recelebrar.
El 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, se abre la puerta para los niños y las almas inocentes; mientras que el 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, es cuando llegan los adultos a visitar sus antiguos hogares. Por eso los altares permanecen encendidos durante varios días: son una invitación abierta para que el alma encuentre su camino y descanse un momento junto a los suyos.

El altar: corazón del Día de Muertos
El altar de muertos es mucho más que una mesa decorada. Es una representación simbólica del universo. En sus niveles, dos, tres o siete, según la tradición local, se colocan los elementos esenciales que guían el tránsito del alma. En la parte superior suele colocarse la cruz o la imagen del santo al que se encomienda la familia. En el centro, las fotografías de los seres queridos. En la base, los alimentos, bebidas y dulces que disfrutaban en vida.
El pan de muerto, con su forma de huesos cruzados, recuerda la fragilidad humana; las calaveras de azúcar representan la dualidad entre vida y muerte; y las veladoras simbolizan el fuego eterno que mantiene encendido el recuerdo. Cada altar es una historia contada en objetos, un relato familiar que se renueva año tras año.

Más allá de México: una celebración que cruza fronteras
Aunque el Día de Muertos tiene su raíz más profunda en México, su espíritu ha cruzado fronteras y se ha arraigado en comunidades latinas de todo el continente. En Guatemala, se celebra el Día de Todos los Santos con barriletes gigantes que se elevan al cielo para enviar mensajes a los muertos. En Bolivia, las familias preparan mesas con panes en forma de rostros llamados “t’antawawas”. En Perú, los cementerios se llenan de música y comidas compartidas con los difuntos.
En Estados Unidos, ciudades como Los Ángeles, San Antonio y Chicago han adoptado la festividad como símbolo de identidad latina. En cada altar público se mezclan culturas, idiomas y generaciones. Para muchos migrantes, montar un altar lejos de casa es una forma de mantener viva la conexión con sus raíces.

Entre la tradición y la modernidad
El Día de Muertos ha sabido adaptarse al paso del tiempo sin perder su esencia. Hoy convive entre la solemnidad del altar familiar y las expresiones artísticas que llenan las calles: desfiles, conciertos, exposiciones y ofrendas monumentales que atraen a miles de visitantes cada año.
Reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad desde 2008, esta festividad continúa recordando a los vivos que la memoria también es una forma de existencia.
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