El debate eterno: duración de las llantas por años o millas
Muchos conductores creen que las llantas duran hasta que se desgastan, pero la realidad es que el caucho tiene fecha de vencimiento
Neumático de la Ford Bronco. Crédito: Ford. Crédito: Cortesía
Cuando se compra un auto o se reemplazan sus neumáticos, la primera pregunta suele ser cuánto durarán. Durante años se ha repetido una respuesta simple: “unas 50,000 millas”.
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No obstante, esa cifra es solo una guía general, no una verdad universal. Las llantas envejecen y pierden sus propiedades con el tiempo, incluso si el vehículo permanece quieto en un garaje.
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Lo que pocos saben es que el desgaste visible del caucho no siempre es el mejor indicador. Una llanta puede lucir impecable, con su dibujo intacto, y aun así estar comprometida en su estructura. Esto ocurre porque el material se oxida, pierde aceites naturales y se endurece con los años, volviéndose más propenso a fallar de manera repentina.
Garantía no es lo mismo que vida útil
Una de las mayores confusiones entre los conductores es asumir que la garantía de kilometraje equivale a la duración total del neumático. En realidad, son conceptos muy distintos. La garantía es una promesa de durabilidad en condiciones ideales; la vida útil, en cambio, depende del clima, el uso diario, la superficie del pavimento y el mantenimiento.
En los costados del neumático encontramos el código Treadwear, parte del estándar UTQG (Uniform Tire Quality Grading), que indica la velocidad con la que se desgasta la banda de rodadura. Cuanto mayor sea el número —por ejemplo, 800 frente a 300—, más lenta será la pérdida del dibujo. Sin embargo, esa “larga vida” suele significar un caucho más duro, que ofrece menos agarre, especialmente en condiciones de lluvia o frenadas fuertes.
Las llantas de alto rendimiento, como una Michelin Pilot Sport o una Pirelli P Zero, pueden tener un treadwear de 300 o menos. No son “malas” llantas; simplemente están diseñadas para ofrecer máximo agarre, sacrificando duración por desempeño y seguridad.
El paso del tiempo: el enemigo silencioso
Incluso si el vehículo se usa poco, el tiempo actúa de manera implacable sobre las llantas. El calor, la exposición a los rayos ultravioleta y el ozono degradan los compuestos químicos del caucho, generando pequeñas grietas conocidas como dry rot o cuarteaduras.

Estas fisuras, que aparecen en los costados o entre los bloques del dibujo, son una señal de alerta: una llanta cuarteada ha perdido flexibilidad y resistencia, y puede fallar sin previo aviso a alta velocidad.
Por eso, los fabricantes coinciden en una regla general: las llantas deben revisarse profesionalmente a partir del quinto año y reemplazarse a los 10 años desde su fecha de fabricación, sin importar el estado del dibujo. Marcas como Michelin, Continental, Ford y Nissan recomiendan inspecciones anuales después del quinto año de uso.
Cómo saber la edad de una llanta
Determinar la edad exacta es sencillo: basta con revisar el código DOT grabado en el costado. Los últimos cuatro dígitos indican la semana y el año de fabricación. Por ejemplo, “3023” significa que se produjo en la semana 30 del año 2023.
Esto es importante porque, aunque una llanta se compre “nueva”, puede haber pasado varios años almacenada. Y el envejecimiento del caucho no se detiene dentro de una bodega.
La recomendación básica es clara:
- Años 1-5: uso óptimo, con revisiones periódicas.
- Después del año 5: inspección profesional anual.
- Año 10: reemplazo obligatorio, sin importar el estado visual.
Factores que aceleran el desgaste
Aunque el tiempo afecta a todas las llantas, ciertos hábitos pueden reducir drásticamente su duración. Uno de los más comunes es circular con presión de aire incorrecta. Una llanta con baja presión genera calor excesivo y desgasta los bordes; una con exceso de aire se apoya solo en el centro, reduciendo el agarre y haciendo el manejo inestable.
Otro factor crítico es la alineación. Golpes contra baches o bordillos pueden alterar el ángulo de las ruedas, provocando un desgaste desigual. A esto se suma la falta de rotación: en autos de tracción delantera, las llantas delanteras soportan mayor carga y se desgastan más rápido si no se rotan cada 5,000 a 7,000 millas.
A esto se añade el estilo de conducción. Aceleraciones bruscas, frenadas intensas o tomar curvas agresivamente “lija” el caucho contra el asfalto, reduciendo su vida útil.
Entre los principales culpables del desgaste prematuro se encuentran:
- Presión de inflado incorrecta (baja o alta).
- Desalineación del vehículo.
- Falta de rotación periódica.
- Conducción agresiva.
¿Millas o años? La ecuación final
Entonces, ¿Qué determina la vida útil de una llanta: las millas recorridas o el paso de los años? La respuesta más precisa es lo que ocurra primero.

Una llanta moderna de buena calidad —por ejemplo, una “All-Season” de una marca reconocida— puede durar entre 40,000 y 70,000 millas, siempre que se mantenga la presión adecuada, se realice rotación periódica y la alineación esté perfecta. Pero si esos cuidados se descuidan, la cifra baja considerablemente.
El protocolo más seguro incluye tres pasos:
- Revisar el desgaste: usar la prueba del centavo o los indicadores del dibujo.
- Controlar la edad: verificar el código DOT y revisar grietas después de los seis años.
- Reemplazar sin dudar: si la llanta llega a los 10 años, debe cambiarse, incluso si se usó poco.
En fin, la duración de una llanta no se resume en un número, es el resultado de una ecuación entre materiales, mantenimiento y tiempo. Así como los autos necesitan aceite nuevo y revisiones periódicas, las llantas también requieren atención constante.
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