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El milagro de Thanksgiving

Dos sobrevivientes pasaron cinco días a merced del viento, olas y tiburones; hoy conmemoran 50 años de esa odisea con un mensaje de resiliencia y ayuda mutua

Alan Zovar y Soozee Becker, horas después de ser rescatados.

Alan Zovar y Soozee Becker, horas después de ser rescatados.  Crédito: AP

Este año se cumplen 50 años del día en que Alan Zovar y Soozee Becker fueron rescatados, en pleno día de Acción de Gracias, cerca de la isla de Santa Cruz, California. Llevaban cinco días a la deriva, en aguas infestadas de tiburones, soportando vientos y olas que ponían en peligro sus vidas en alta mar, luego de haber sido arrastrados mar adentro por los fuertes vientos de Santa Ana. 

La pareja dice tener bien presentes las imágenes, los aromas y sonidos del mar cuando recuerda aquel noviembre de 1975. Estaban pescando cerca de la playa de Leo Carrillo Beach, en una balsa vieja y maltrecha de la Segunda Guerra Mundial, cuando las cosas dieron un giro inesperado.

“En cuestión de un minuto o dos, el océano pasó de tener ligeras olas suaves a ondulaciones más pronunciadas con el fuerte viento de Santa Ana que soplaba desde la montaña a unos 40 o 50 kilómetros por hora”, expresó Zovar. 

En cuestión de segundos, la aventura se convirtió en una lucha de vida o muerte, ya que la cuerda que sujetaba su pequeña balsa se rompió y fueron arrastrados por el mar lejos de la costa. Dice que gritaron para ver si alguien los alcanzaba a ver y sí, hubo una persona que los vio y le habló a la guardia costera, pero nunca los encontraron. 

“En 30 minutes ya estábamos a más de ocho millas lejos de la costa. El viento estaba tan fuerte que no podíamos ni movernos”. 

Para empeorar las cosas, los peces que habían pescado se habían caído y eran arrastraban detrás de ellos, mientras el viento los alejaba cada vez más y más de la costa. 

“Después de unos 15 minutos, apareció un tiburón y se llevó toda la cuerda de peces en la boca”, recuerda Zovar. “Soozee empezó a gritar: ‘Corta la cuerda, corta la cuerda’. Así que cogí el cuchillo y corté la cuerda”.

Subrayó que fue hasta el anochecer cuando los vientos se calmaron como para que no tuvieran que aferrarse a la balsa para salvar sus vidas. Con los vientos calmados, ambos comenzaron a remar durante horas hasta que escucharon el sonido de las olas y podían ver las luces de los automóviles en tierra firme.

Por un momento pensaron que ya se habían salvado, cuando de pronto, el fuerte viento los volvió a regresar nuevo millas lejos de la costa. 

“Las olas nos golpeaban en series de tres y podíamos escuchar el silbido del agua”, recuerda como si lo estuviera escuchando. “Las olas nos hacían girar y nos levantaban. Nuestro temor era volcar y ahogarnos”.

La batalla con el viento y las olas duró por varias horas, al tiempo que el agua poco a poco seguía entrando a la balsa.

A la mañana siguiente, los vientos de Santa Ana habían provocado un incendio tan grande en la tierra firme que el humo llegaba hasta ellos. Consumiendo el único aire limpio que tenían a su alrededor y, peor aún, causando baja visibilidad en el cielo para poder ser localizados. 

“En ese momento estábamos tan cansados y completamente agotados que lo único que hacíamos era rezar. Yo me levanté y le prometí a Dios que, si nos salvaba, haría algo grande con mi vida y ayudaría a los demás”.

Zovar y Becker pasaron tres días más en el mar en su maltrecha lancha rodeada de tiburones queriendo voltearla, que para entonces ya estaba dañada y en peligro de hundirse.

Llegó un momento en que se encontraron sin agua para saciar la sed, que tuvieron que beber su propia orina para sobrevivir.

No fue hasta que fueron a dar una pequeña cala aislada (un remoto rincón costero), a más de 40 millas del lugar donde habían comenzado, que empezaron a sentir que sí sobrevivirían.

“Hubo un momento en el que nos sentimos derrotados, pero durante todo ese tiempo nunca nos rendimos. Siempre pensamos que Dios ayuda a quienes se ayudan a sí mismos”, enfatiza.

“Sabíamos que si queríamos vivir, teníamos que salvarnos nosotros mismos”.

Anteriormente, ya habían visto pasar un avión de la Naval, pero no los alcanzó a ver, al igual que un barco que paso de noche.

Después de llegar a ese pequeño pedazo de tierra, el mero día de Acción de Gracias notaron una sombra a la distancia que se acercaba a la orilla de la isla. En ese momento se montaron a la lanchita y regresaron al mar para alcanzar a las personas que iban en un barco. Finalmente los vieron y fueron rescatados. 

Aunque Zovar y Becker ya no son una pareja, si mantienen una relación especial, la experiencia que vivieron los marco profundamente. Ahora los dos están intentando crear una película o una serie sobre su experiencia, ya que, dice, hay mucho que contar.

Tras los años, Zovar ha cumplido la promesa que le hizo a Dios ese día en el mar. 

El sobreviviente se convirtió en el principal activista y organizador que denunció ante las autoridades la industria tabacalera para prohibir el mortal humo ‘de segunda mano’ del tabaco.

Zovar espera que su historia de supervivencia y de la importancia de seguir adelante y no rendirse en tiempos difíciles ayude a las personas que se sienten atrapadas y sin esperanza por los golpes de la vida.

Es por eso -dice- el día de Acción de Gracias es un día para celebrar que estamos vivos. 

“Cuando vives algo como lo que vivimos nosotros, se te queda grabado para siempre. Fue un milagro”, explica Zovar. “Al final, para nosotros ha sido un recordatorio de que no importa que tan mal se vea una situación, no podemos rendirnos porque siempre algo bueno estará cerca, lo sé porque hoy estamos aquí”.

Nota producida bajo el programa California Local News Fellowship de la universidad de Berkeley

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Dia de Accion de Gracias Thanksgiving
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