Editorial: No a la guerra con Venezuela
No se puede iniciar un conflicto solo porque ciertos dirigentes no le gustan a Trump
Los F-35 son cazas furtivos muy avanzados y serían efectivos en cualquier combate contra la fuerza aérea de Venezuela, que incluye aviones F-16 Crédito: Alex Brandon | AP
Numerosas señales indican que se acerca el momento de la decisión final para una probable intervención militar estadounidense en Venezuela cuyo objetivo sería el derrocamiento de Nicolás Maduro y el desmantelamiento del régimen chavista que gobierna ese país desde 1999.
Es una mala idea, que no sirve ni nuestros intereses nacionales, ni la lucha contra el narcotráfico, ni la posición de Estados Unidos en el mundo como país respetuoso de las leyes internacionales.
Es una aventura característica de la presente administración, sin control ni conocimiento del Congreso, sin explicación de principios, sin búsqueda de aliados europeos, sin saber el final de esta iniciativa y especialmente ocultando sus principales objetivos.
Sí, el cambio de gobierno en Caracas es una meta lógica, considerando las numerosas violaciones de los derechos humanos que lo caracterizan, pero para ello se debe buscar la vía legal, el apoyo del pueblo venezolano, el consenso de los países americanos y el de los organismos internacionales, para prevenir la desestabilización del subcontinente y a un probable baño de sangre. Además, Estados Unidos no puede ser vigilante del mundo – algo que el mismo Trump comparte – ni es aceptado paladín de la democracia y su defensor internacional.
La principal meta de la administración frente a Maduro no es cercenar al narcotráfico. Venezuela es principalmente un país de tránsito para la cocaína con destino a Europa, a diferencia de Colombia o México.
Tampoco es eliminar el llamado Cártel de los Soles, que no es tal sino una expresión de los venezolanos para referirse a los generales corrompidos por el dinero del narcotráfico. Pero Washington acaba de calificar al Cártel de los Soles como un grupo terrorista.
Es que las medidas de la administración, que en las últimas semanas están conduciendo a una invasión terrestre y bombardeos aéreos del territorio venezolano, van más allá de la mera lucha contra las drogas.
Entre otras acciones recientes están también el bombardeo indiscriminado de 21 lanchas supuestamente tripuladas por narcotraficantes y que llevan drogas a Estados Unidos; más de 15,000 infantes de Marina, soldados y marineros estadounidenses que se preparan para un operativo militar; la flotilla cerca de las costas venezolanas que incluye al mayor portaaviones del mundo, el USS Gerald R. Ford, tres buques de guerra y al menos tres buques de asalto, así como acciones encubiertas de la CIA en territorio venezolano.
Es la mayor concentración de fuerzas militares en el Caribe desde la invasión a Panamá de diciembre de 1989, que precisamente se enfocó en el derrocamiento y la captura de su entonces dictador Manuel Noriega.
Frente a ello Maduro ha ordenado el reclutamiento, entrenamiento y desplazamiento de hasta cuatro millones de venezolanos.
El Departamento de Justicia ha elaborado declaraciones de apoyo legal, incluyendo la declaración de que el gobierno de Nicolás Maduro es ilegítimo. En agosto, anunció una recompensa de hasta $50 millones por información que conduzca a su arresto.
Además, la semana pasada Trump anunció por su medio social un llamado a las líneas aéreas – además de narcotraficantes – a abstenerse de volar en el espacio aéreo de Venezuela.
Trump también reconoció haber mantenido una conversación telefónica con Maduro. Trascendió que en la misma el Presidente habría conminado al venezolano a abandonar su país.
Finalmente, ayer tuvo lugar una reunión crucial en la Casa Blanca, que incluía al Secretario de Defensa Pete Hegseth, al jefe del Estado Mayor Conjunto, general Dan Caine, el secretario de Estado Marco Rubio, la jefa de personal de Susie Wiles y su lugarteniente y arquitecto de la política nacional Stephen Miller.
Todo ello indica que la decisión está tomada. Pero no es demasiado tarde. Brasil se ha ofrecido como mediador neutral. Puede contribuir a enfriar los ánimos.
Este conflicto debe solucionarse de común acuerdo y sin derramamiento de sangre inocente.
Antes de embarcarse en una aventura militar cuyo fin es incierto, el gobierno debe compartir información y consultar con el Congreso y sus comités, algo que se ha negado a hacer hasta el momento. Y debe consolidar una verdadera estrategia de lucha contra el narcotráfico en lugar de usarlo como excusa contra dirigentes que no le gustan a Trump.