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La vida digital impacta cada instante a nuestros sentidos

Estudios indican que generaciones jóvenes sobrestiman su conocimiento al no distinguir entre memoria propia y externa

La vida digital impacta cada instante a nuestros sentidos

Exposición al mundo digital por doquier. Crédito: PintoArt | Shutterstock

La digitalización constante de la vida diaria, que incluye el uso habitual de GPS, pantallas de dispositivos multimedia y auriculares, ha alterado la forma en que interactuamos con nuestro entorno. Expertos en neurociencia advierten que esto afecta negativamente nuestra atención y memoria espacial, lo que plantea preguntas acerca de nuestras habilidades de orientación.

La exposición continua a pantallas retroiluminadas y a estímulos sonoros múltiples, como notificaciones y música, afecta las capacidades sensoriales. Todo lo contrario a lo que ocurre con la lectura, tanto en papel como en libro electrónico, “sin notificaciones ni interrupciones tiene efectos beneficiosos sobre la atención y otras funciones cognitivas”, expresa en un comunicado Emilia Redolar, responsable del Cognitive NeuroLab y profesora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Explica que este bombardeo de información genera una sobrecarga cognitiva que interfiere con la atención y el procesamiento eficaz del entorno.

Polución acústica y visual

La contaminación acústica y la excesiva exposición a las pantallas no solo perjudican la salud visual y auditiva, sino que también alteran las funciones cerebrales necesarias para una correcta interpretación de la información sensorial.

Los sentidos de la vista y el oído también están expuestos a las pantallas retroiluminadas y los auriculares ejercen una presión continuada. La sobrecarga de estímulos sonoros como notificaciones, mensajes, vídeos, música y ruido constante hace que el cerebro tenga que filtrar continuamente sonidos relevantes de los irrelevantes, recoge EFE Salud.

“Hay más ruido urbano y más audio en los oídos. Esa contaminación acústica y el uso de auriculares impactan en el sistema auditivo”, apunta la profesora.

En el sistema visual, el impacto de la vida digital es simultáneo a nivel óptico, neurológico y cognitivo.

Desgaste de los sentidos

La vida moderna da prioridad a la vista y el oído, relegando el olfato y el gusto. Este cambio en la dinámica sensorial no provoca un deterioro inmediato, sino que refleja una adaptación a las exigencias de un mundo digital centrado en estímulos visuales y auditivos.

Mientras, el estrés repercute negativamente en nuestras capacidades atencionales y de memoria. Su influencia se extiende al funcionamiento del hipocampo y la corteza prefrontal, afectando así nuestra habilidad para concentrarnos y procesar información eficazmente.

Afectación de la memoria a largo plazo

La digitalización fomenta la “amnesia digital” o “efecto Google”, donde las personas confían en dispositivos para almacenar información, reduciendo el esfuerzo para retenerla en la memoria a largo plazo.

Esto debilita procesos como la consolidación de recuerdos en el hipocampo y la corteza prefrontal, ya que el cerebro prioriza recordar dónde buscar datos en lugar de los datos mismos. Estudios indican que generaciones jóvenes sobrestiman su conocimiento al no distinguir entre memoria propia y externa.

La sobreestimulación sensorial por pantallas causa sobrecarga cognitiva, menor atención sostenida y dificultades para transferir información a la memoria duradera. Investigaciones vinculan el uso excesivo con riesgos como “demencia digital”, incluyendo menor desarrollo cerebral en niños y posible aumento de Alzheimer en adultos. Además, el multitasking constante interfiere en la codificación profunda de recuerdos.

El cerebro se adapta al entorno digital; si se practica la lectura larga o memorización activa, recupera capacidades en semanas. Algunos estudios hallan beneficios, como memoria episódica mejorada por uso moderado de internet como “memoria transaccional”, liberando recursos cognitivos. La dependencia no es inherentemente dañina si se equilibra con hábitos offline.

Mitigación del impacto

Para contrarrestar los efectos adversos de la digitalización, se proponen hábitos que promueven la salud sensorial.

Mejorar la calidad del sueño: establecer un horario regular y limitar el uso de pantallas antes de dormir.

Manejo del estrés: dedicar tiempo a la lectura ininterrumpida para fomentar la concentración.

Entrenamiento sensorial: implementar ejercicios de conciencia corporal y respiratoria para mejorar la propiocepción e interocepción.

Higiene visual y auditiva: seguir pautas de descanso y distancia adecuada al usar pantallas y auriculares.

La implementación de estos hábitos puede ayudar a mantener el equilibrio emocional y potenciar el rendimiento cognitivo en un mundo cada vez más digitalizado.

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