Cómo una pequeña ciudad de Uruguay revolucionó nuestra forma de comer

Ubicada a orillas del río Uruguay y bautizada en honor a un ermitaño del siglo XVII, Fray Bentos produjo una de las marcas de comida más influyentes del siglo XX

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Crédito: Getty Images

“La empresa decía que aprovechaba todas las partes de la vaca menos el mugido”, dijo Diana Cerilla, al tiempo que me guiaba al corazón de lo que llama la “sala para matar”.

En la década de 1930, hasta 1.600 vacas por día (además de miles de ovejas, cerdos, gallinas y otros animales) conocían su final en el matadero antes de ser procesados, empaquetados y exportados a distintas partes del mundo.

Le eché una mirada a la espeluznante formación de ganchos, poleas, ruedas, cadenas, cintas de transporte y balanzas, inmóviles pero ominosas, y empecé a temblar.

A simple vista, una planta procesadora de carne abandonada desde hace tiempo ubicada en las afueras de una ciudad del campo uruguayo no suena como un destino turístico muy tentador, mucho menos como un lugar declarado Patrimonio Mundial por Unesco.

Pero el Paisaje Industrial Fray Bentos tuvo un profundo impacto en la manera en que el mundo come, creando una de las marcas británicas más famosas del siglo XX, transformando la economía uruguaya y ayudando a la producción mundial de comida a ingresar a la era industrial.

Además, el lugar es un despliegue impresionante de tecnología de vanguardia de la época victoriana, que lentamente se va oxidando. Para aquellos que tienen una pasión por la arqueología industrial, tiene una belleza misteriosa.

Un lujo en lata

En 1863, la Liebig Extract of Meat Company (Compañía Liebig de Extracto de Carne) fundó una fábrica a orillas del río Uruguay y comenzó a producir “extracto de carne” usando una técnica patentada por el pionero químico alemán Justus von Liebig.

Cortes baratos de carne (disponibles en grandes cantidades en Uruguay gracias a la floreciente industria ganadera) eran hervidos para producir un nutritivo caldo que originalmente estaba dirigido a pacientes convalecientes. El proceso luego fue refinado, el líquido solidificado y Oxo -un pequeño cubo de caldo- surgió.

A medida que trabajadores de Uruguay y otros 60 países fueron llegando, una ciudad comenzó a crecer alrededor de la fábrica dirigida por alemanes y financiada por británicos.

Si bien en un principio se llamó Villa Independencia, la ciudad luego fue rebautizada en honor a un ermitaño del siglo XVII llamado Fray Bentos, quien supuestamente vivía en una cueva cercana.

Poco después, Liebig empezó a producir otro popular producto con los cortes baratos: corned beef enlatado.

Los cubos de caldo Oxo y el corned beef se convirtieron en la materia prima de la cocina de la clase obrera a lo largo de Europa, para quienes hasta entonces la carne era un producto de lujo.

Asimismo, se convirtieron en raciones baratas, fáciles de cargar y con extensas fechas de vencimiento para los soldados británicos y alemanes durante la Primera Guerra Mundial, así como también para exploradores como Robert Falcon Scott y Ernest Shackleton.

En 1924, la empresa fue comprada por la compañía British Vestey Group (Grupo Británico Vestey) y rebautizada Frigorífico Anglo del Uruguay.

Gracias a los rápidos avances de la tecnología de refrigeración, “El Anglo” comenzó a exportar carne congelada a distintas partes del mundo, así como también Oxo, corned beef y más de 200 otros productos, desde cuero hasta jabones, pasando por salchichas y mermeladas.

Solo en 1943, 16 millones de latas de corned beef partieron de Fray Bentos, en su vasta mayoría, con el objetivo de alimentar al bando Aliado en la Segunda Guerra Mundial.

Hasta la realeza británica lo degustó: “Recuerdo comer corned beef hasta que me saliera por las orejas”, dijo el príncipe Carlos a los periodistas en 1999 cuando visitó Uruguay.

“Tiempos modernos” en Uruguay

Hoy en día, la planta está abierta al público. Los edificios de oficinas fueron renovados y transformados en un museo que exhibe objetos de los tiempos de apogeo de la fábrica, incluyendo máquinas de escribir antiguas, pósters clásicos, equipamiento rudimentario para luchar contra incendios y camiones de transporte desvencijados.

Latas de corned beef

Getty Images
Para la clase obrera europea la carne era un producto de lujo que llegó a sus mesas gracias al corned beef.

Otra parte está ocupada por una universidad local, manteniendo vivas las tradiciones tecnológicas de la planta. Pero la mayor parte del enmarañado complejo fue mantenida como estaba y deambular por estos edificios vastos, silenciosos y poco iluminados es una experiencia fascinante.

La sala de máquinas parece salida de una escena de un cómic retrofuturista, con generadores a diésel oxidados, enormes turbinas y compresores de vapor adornados con palancas, válvulas y ruedas conectadas por una multitud de tubos y chimeneas.

En las paredes de la sala contigua hay paneles de mármol cubiertos de medidores e interruptores que controlaban la producción eléctrica de la planta: en 1883 este fue el primer lugar de Uruguay que generó electricidad.

“La fábrica me recuerda a la película ‘Tiempos modernos’ de Charles Chaplin”, dice Cerilla, la directora del museo, mientras me hacía la recorrida.

Afuera, una altísima torre de agua se asoma sobre una cantidad de edificios construidos con una mezcla de ladrillos, cemento, vidrio y hierro corrugado. Muchos no pueden visitarse por razones de seguridad, incluyendo el lugar donde alguna vez llegaron a almacenarse 18.000 toneladas de carne congelada.

Pero sí es posible asomarse a Casa Grande, la opulenta mansión donde vivía el director y que incluye vitrales, pisos de madera, dos pianos y un gong para marcar el inicio de una comida.

Asado uruguayo

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Los uruguayos son los mayores consumidores de carne de vaca per cápita del mundo: alrededor de 56 kg por persona al año.

“Esta fue la revolución industrial en Uruguay”, dijo el guía Nicolás Cremella. “Fray Bentos fue muy importante para Uruguay: fue la verdadera capital del país, no Montevideo. Fue la única industria de carne y empleó gente a lo largo de todo el país”, agregó.

El cierre del frigorífico

La empresa pudo haber generado empleo a nivel nacional, pero las ganancias se fueron para el exterior.

Los productos de Fray Bentos siguieron siendo populares en la Europa de posguerra, pero lentamente comenzaron a decaer a medida que la tecnología alimentaria se fue desarrollando y los hábitos alimenticios fueron cambiando.

A fines de la década de 1960, el Frigorífico Anglo pasó a manos del gobierno uruguayo y finalmente cerró en 1979.

“Fue terrible para la gente de la ciudad cuando finalmente cerró”, dijo Cerilla, cuyos padre y abuelo trabajaron en la planta. “Mucha gente se fue y otros tantos directamente emigraron”.

A pesar de la caída inicial, Fray Bentos logró recuperarse. Desde hace más de una década aloja a la floreciente fábrica de celulosa UPM y en 2015 recibió un impulso cuando el Frigorífico Anglo fue declarado patrimonio cultural de la humanidad por la Unesco.

Corned beef

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El corned beef puede haber puesto a Fray Bentos en el mapa mundial, pero allí casi no se lo consume.

Mientras tanto, en el mundo, la marca Fray Bentos hoy en día pertenece a Baxters, que todavía la usa para una variedad de productos enlatados, como puddings y albóndigas.

¿Y el corned beef?

En la tarde fui a la ciudad atravesando el barrio Anglo, un suburbio de unos 300 hogares construidos para el personal de mando de la compañía.

El olor a césped recién cortado, árboles floreciendo y humo de asado flotaba en el aire, mientras pasaba por grupos de casonas con techos de hierro corrugado y jardines exuberantes.

Cerca de allí estaban los clubes de golf, tenis, fútbol y remo que alguna vez fueron el centro focal de la vida de los expatriados.

S. W. Johnson, el director británico de la planta en la década de los 30, brindó una mirada sobre este periodo: “Teníamos el Club Social y Atlético Anglo, con un salón para bailes, uno de bridge y otro de pool y billar, una biblioteca que solo tenía libros y revistas en inglés… y un bar (el encargado uruguayo también aceptaba apuestas en lo que entonces era el negocio ilegal de la quiniela y lotería)”.

“Dado que no teníamos la bendición y maldición de la televisión y la radio era usada principalmente para escuchar la BBC, que nos traía noticias de ‘casa’, teníamos una vida muy activa”, escribió en un relato recogido en “Uruguay: una guía de viaje y compañía literaria”, de Andrew Graham-Yoll.

Para cuando llegué al centro de la ciudad, era temprano en la tarde y la vida empezaba a resurgir a medida que los fraybentinos se despertaban de sus siestas. Un grupo de niños jugaba a las escondidas en la plaza principal, Plaza Constitución, algunos de los cuales usaban de escondite pérgola de hierro donada por la compañía en 1902, la cual es una réplica de la que alguna vez se erigió en el Crystal Palace de Londres.

Los padres estaban sentados en los bancos tomando mate, mientras las cotorras cataban desde las ramas de las numerosas palmeras, sauces y árboles de palo borracho.

Para la cena, me pareció apropiado probar el producto que puso a la ciudad en el mapa. Los uruguayos son los mayores consumidores de carne de vaca per cápita del mundo (alrededor de 56 kg por persona al año) y la industria ganadera es una parte clave de la economía.

Y aunque Fray Bentos sigue siendo sinónimo de carne en conserva, pocos lugareños la comen hoy. “No nos gusta comer carne de latas, nos gusta la carne fresca”, me dijo Cremella. “La gente en Fray Bentos puede tener latas de carne en conserva en casa, tal vez en el estante como una decoración o recuerdo, pero no para comer”.

Por supuesto que ninguno de los restaurantes que visité tenía carne en conserva en el menú, ni tampoco los tres primeros supermercados por los que pasé. Finalmente, cuando estaba a punto de rendirme, encontré una pequeña tienda con un par de latas a la venta. Las etiquetas decían: “Marca Uruguay – Hecho en Brasil”.

Lee la nota original en inglés enBBC Travel.


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