Al maestro de la lente

El fotógrafo Jorge 'Chiquilín' García recibe un merecido homenaje por su trayectoria de más de 47 años detrás de la cámara

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Crédito: Foto: J. Emilio Flores / La Opinión

Como lo ha hecho por más de cuatro décadas, todos los días cruza una “canana” de piel sobre su pecho, como aquellas que usaban los revolucionarios mexicanos; sólo que su cinto no va cargado de balas, más bien va lleno de recuerdos, los que guarda en una caja mágica.

La cámara fotográfica con la que ha retratado a infinidad de estrellas del deporte es su amiga, su inseparable compañera, su eterna confidente.

Es Jorge García, mejor conocido como “Chiquilín”, y las páginas de este periódico fueron su casa de 1965 a 2008.

Su clásico saludo es inconfundible, único, es su rúbrica transformada en dos simples palabras: “Quiúbo, hijo”.

Si alguien tiene un compendio gráfico de la historia del deporte, ése es el “Chiquilín”. Su característica forma de utilizar la gorra de beisbol, siempre con la visera al revés, es su manera de decir que está listo para la batalla.

Su habilidad para apretar el gatillo en el momento justo sigue siendo parte de la magia que lo acompaña a los estadios de futbol, beisbol, a las arenas de basquetbol, a los cuadriláteros de boxeo.

Nunca para, nunca ha parado.

Ayer, el “Chiquilín” fue objeto de un merecido homenaje en el centro de la cancha del Home Depot Center, antes del “Clásico de Leyendas”, lugar donde recibió un merecido reconocimiento a su trabajo, a su legado, a su pasión.

Después de recibir una placa conmemorativa, se emocionó hasta las lágrimas y saludó a la tribuna.

Al desaparecer entre el verde pasto del estadio y confundirse con la multitud que le brindó una gran ovación, los pensamientos y buenos deseos hacia el “Chiquilín” se hicieron muy grandes: tu andar será largo, eterno… “Vamos, hijo, no dejes de caminar”.

“Gracias, ‘Chiquilín'”.

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