El cuadro de la victoria de Obama que compré en el 2008 ha dejado de adornar mi hogar
El día que ganó el presidente Barack Obama en el 2008, vi gustosamente con mi esposa toda la ceremonia de la toma de poder del primer presidente afroamericano en Estados Unidos. Compré el video y volví a ver la ceremonia ya que nos producía tal inspiración a mi esposa y a mí que cuando el LA-Times empezó a vender un cuadro de su portada del triunfo de Obama, corrí al centro de Los Ángeles para comprarlo; además de unas playeras que decían que finalmente el cambio había llegado a Estados Unidos.
Recuerdo que me sentía muy orgulloso y lleno de esperanza de saber que un candidato de color había llegado a la Casa Blanca, particularmente afroamericano luego de conocer un poquito todo lo que ha sufrido esa comunidad a través de más de 400 años, primero como esclavos, luego con las leyes de Jim Crow y finalmente con la discriminación sistemática que ha permitido encarcelar a una gran cantidad de su población y mantenido a este grupo en menos del 15% de la población en EEUU.
Como millones de estadounidenses por un momento pensé que verdaderamente podría llegar un poquito de más igualdad al país, no solo para la población de color sino para la población de clase media baja o pobre en general. Durante los 8 años de sus dos términos, Obama nos dijo que no perdiéramos la esperanza; incluso en su discurso de despedida exhortó a todos los estadounidenses a involucrarse.
La desilusión empezó a llegar cuando el gobierno rescató con dinero público a los bancos, los presidentes de las instituciones recibieron bonos millonarios y nadie fue a la cárcel, pero no todos los bancos ayudaron a la gente que estaba en riesgo de perder su casa y millones la perdieron.
Otro aspecto que me desilusionó es que Obama deportó a más inmigrantes (3 millones), inclusive más que Bush. Un tercer punto fue el hecho de saber que de 2 guerras en las que estábamos involucrados en el 2008, en el 2016 terminamos con siete, directa o indirectamente. Y por último, sus decisiones en lo laboral lejos de ayudar a la gente para producir más empleo particularmente en el centro este del país, dejaron a una población que se sentía abandonada y que luego prefirió votar por un individuo sin muchos principios e ideología que por más de lo mismo con Hillary Clinton.
Es por eso que el día que leí el artículo Waiting for Obama, de Político, decidí bajar el cuadro de mi pared para siempre. En el artículo se dice que el expresidente estaría dispuesto a detener al candidato que verdaderamenter busca un cambio -Bernie Sanders-, si es que se perfilaba como principal candidato a ser nominado por el Partido Demócrata. Ese día me sentí traicionado por el presidente que un día confié y que ahora está dispuesto a detener el cambio que él no realizó.
Agustín Durán es editor de Metro en La Opinión