De la belleza a la supervivencia: la crisis de las estéticas en México
Se estima que más del 30% de los negocios de ese rubro cierren
MÉXICO – Es un sábado a media tarde y los socios de la Estética Luz no ven el final del día. Están aburridos y cansados. No de trabajo sino de esperar a que lleguen los clientes que antes se peleaban por un espacio en su agenda, ya para un tinte, ya para un corte, un alaciado un retoque de canas, manicura, depilado.
“Ahora está de la fregada”, suspira Ian Fernández para resumir su situación que refleja la realidad del sector en todo el país: 90% menos de clientela a pesar de la reapertura tras la cuarentena.
Los salones de belleza han sido catalogados por diversos gobiernos como uno de los sitios de mayor contagio por la cercanía entre el estilista y los clientes y esto ha golpeado por mucho al negocio, independientemente de que la gente no quiere salir y de todas las medidas necesarias que se exigen las autoridades.
Que los clientes deben usar todo el tiempo cubrebocas y no pueden permanecer más de una hora en el salón; que no se puede ofrecer bebidas, alimentos ni revistas para que los clientes se entretengan y que se deben usar barreras físicas (cristales o plásticos) entre quien es atendido y el servidor y que se deben desinfectar todos los instrumentos de trabajo después de cada trabajo.
La industria de la belleza trata de adaptarse, aunque de antemano se sabe que muchas de las 200,000 empresas legalmente establecidas en México no resistirán.
La Cámara Mexicana de la Industria del Embellecimiento Físico (Camief) calcula que, a final de la pandemia, podría cerrar al menos el 35% de esos negocios con un impacto proporcional entre el medio millón de empleados. Jalisco, Estado de México y la capital mexicana —que concentran el 30% de las empresas— serían los más golpeados.
La Estetica Luz hace lo que puede por salir a flote. Sus socios, Ian Fernández, Brenda García y Maribel Gurrión, cuentan en entrevista con este diario que, a pesar de todos sus esfuerzos apenas les alcanza para pagar la renta del local en la colonia Hipódromo, el mismo que antes les daba para cubrir gastos personales de todo tipo, desde el gym hasta mascarillas faciales, conciertos…
“Ahora sólo alcanza para la renta y para comprar comida básica: frijol, arroz, lentejas”, precisa Ian.
Ian Fernández se ha hecho cargo de los alimentos de 18 familiares de su pareja a cambio de un techo. La mayoría de ellos se quedó sin trabajo porque son comerciantes informales mientras él ha podido mantener solvencia con servicios de la estética a domicilio, con los pocos clientes que llegan a la peluquería, con algo de ahorros y abuso de una tarjeta de crédito.
La Asociación de Bancos de México determinó a finales de marzo, poco después de que se decretó la cuarentena por COVID-19 congelar por cuatro meses los intereses a nueve millones de créditos, pero en julio terminó este beneficio y deberán pagarse.
Ian espera poder cubrir, al menos, los pagos mínimos mensuales con base en su trabajo porque sus ahorros se agotaron y ya vendió su camioneta.
Según Rocío de Muriedas, directora de Camief, los ahorros fueron lo primero que se agotó entre los trabajadores de la belleza y más aún si son empresarios que emplean a otros porque han tenido que sostener sueldos y prestaciones sociales.
Los datos de la organización revelan que por cada salón de belleza se generan en promedio tres empleos, por lo que, tan solo en la capital del país, durante el confinamiento se han visto afectados los ingresos de casi 60,000 personas; 80% de ellas, mujeres.
Solidaridad e ingenio
Antes de la pandemia era común que Maribel, Ian y Brenda salieran a caminar por los alrededores de Estética Luz a comprar la comida: tacos, tortas, antojitos a los que no le miraban el precio; pero desde el pasado mes de julio, cuando el gobierno dio la autorización para la operación, prefieren organizarse y traer de casa los alimentos para compartir.
“Ahora hay que cocinar”, dice Brenda García, sentada en uno de los sillones del negocio vacío.
Brenda García ha sobrevivido a la caída de la economía porque vive en casa propia con su madre. No forma parte del 42% de la población mexicana que renta vivienda, según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática. Sin embargo, tiene que pagar gastos fijos como agua, luz, teléfono y transporte y para ello llevó las joyas de la familia a una casa de empeño.
“Ya pasó el primer refrendo y no las hemos podido sacar”, lamenta. “Sólo pagamos para que no las saquen a vender en remate”.
La mamá de Brenda también es estilista y lleva cinco meses sin trabajar porque es diabética además de que el negocio para el cual trabaja en Lomas de Chapultepec, una zona de clase alta, cerró por falta de clientela en cuanto comenzó la pandemia. Ahora sólo va dos días a la semana: martes y sábados.
¿Apoyos del gobierno? Ni pensarlo. Los repartos de estos recursos se hacen a través de organizaciones y Estética Luz no pertence a ninguna.
Rocío Muredas, de Camief, cuenta en una investigación de la Universidad Anáhuac México que el 19 de marzo envió una carta al presidente Andrés Manuel López Obrador solicitando apoyos para el sector ante el impacto provocado por el cierre, debido al coronavirus. En ella, solicitaron tres cosas: créditos blandos para el pago de salarios, rentas y servicios; aplazar el cumplimiento de cuotas obrero-patronales, así como la exención del pago de impuestos.
De esas tres peticiones, únicamente una de ellas fue aprobada: los créditos. Pero fueron como máximo $1,200 dólares. Esto, para el tamaño de algunas estéticas, no sirvió de nada como en el caso de Grupo Le Parisien una cadena de salones de belleza que ofrece estética, barbería y depilación láser de alto nivel en la Ciudad de México.
“Fue absolutamente irrisorio”, señala Xavier Díaz, dueño del grupo.
Para el mes de abril tuvo que llegar a un acuerdo con sus trabajadores para reducir la nómina a la mitad e inventarse algunas estrategias cibernéticas como www.meurgeuncorte.com, una plataforma digital para cortes de cabello a distancia a través de una videollamada donde el cliente elige el servicio online, paga y recibe en su correo electrónico una liga para conectarse con un estilista profesional.
“Más de 100 clientes mensuales han sido atendidos, incluso de Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos y Guatemala, pero la ganancia es poca, comparada a lo que los estilistas recibían diariamente en el salón”.
En Estética Luz, por su parte, se las han ingeniado para convencer a algunos clientes de que se coloquen ellos mismos los productos que se preparan en el salón de belleza y luego se envían a domicilio, pero en el tema de la manicura ha sido muy complicado porque no han colocado los cristales como barrera.
Maribel Gurrión, la manicurista, tiene una renta encima que ahora costea su sobrina. “Ella es contadora y le siguen pagando en su empresa, aunque esté trabajando en casa”, detalla. “Tengo suerte, pero no quiero ser mantenida”.
La informalidad
En medio de la competencia de la pandemia, los negocios formales tienen un rival duro que les arrebata la escasa clientela porque en México operan alrededor de 200 mil establecimientos de belleza de manera informal.
Según el análisis de la Universidad Anahuac estos establecimientos no pagan impuestos, no tienen inscritos a sus empleados en el seguro social y generalmente sólo aceptan pagos en efectivo. La mayoría de estos salones están en zonas populares y barrios, donde sus dueños acondicionan cocheras, locales sin uso de suelo e incluso los cuartos de sus casas para laborar.
Otros trabajan en tianguis. Una gran cantidad de salones de este tipo mantuvieron sus actividades de manera normal durante la crisis sanitaria mientras el resto de estéticas formales lidian con reglas.
“Dicen que Dios provee para todos, pero en estos tiempos no es así y tenemos que extender las reglas para todos”, dijo María Esther Vergara, quien tiene una estética en el municipio de Azcapotzalco y justo frente a ella se coloca un tianguis con estilistas ambulantes que le hacen competencia.