A punto de enloquecer en centro de ICE, inmigrante pide su deportación
En entrevista con La Opinión narra el drama que sufrió tras ser trasladada de una prisión a la detención migratoria, y por qué pidió que la enviaran a México
Gabby Solano, quien pasó 23 años de su vida en prisión y al cumplir su condena fue enviada a un centro de detención de migración, no aguantó más las condiciones del encierro y pidió su deportación a México. La Opinión logró una entrevista con ella vía telefónica hasta Tijuana. La historia de Gabby es una de las muchas que han inspirado la propuesta de ley Visión Act que se discute en el Senado de California.
“Me estaba volviendo loca en el centro del ICE en Aurora, Colorado. Ese lugar no se compara con los años que pasé en la Prisión Estatal de Chowchilla. Ahí teníamos un poco de libertad y podíamos ver la luz del día, pero acá nunca sabes si es día o de noche y las condiciones son inhumanas”.
Un día antes de que cumpliera su condena, el 29 marzo, los agentes del ICE la sacaron esposada de Chowchilla, en el centro de California.
Casi tres meses después de permanecer en detención migración, Gabby empezó a sufrir depresión. “No estaba comiendo, no me levantaba de la cama. ‘Para qué estoy aquí. No existe la posibilidad de que me dejen quedarme, pensaba’. Le hablé por teléfono a mi abogado. Le agradecí todo lo que había hecho por mí. Le dije que ya no podía más y quería regresar a México”.
Las autoridades de migración se tardaron casi tres semanas en trasladarla a la frontera mexicana y cuando al fin la subieron en un avión junto con otros 40 inmigrantes para deportarla, por poco no llega porque en pleno vuelo al transporte aéreo del ICE, le empezó a fallar un motor y tuvieron que hacer un aterrizaje de emergencia en Arizona.
“El 24 de junio nos botaron en Nogales, Sonora. Las autoridades del consulado mexicano me dieron una identificación temporal y me permitieron usar un teléfono”.
Con algo de dinero que le habían dado sus abogados en California, Gabby viajó a Hermosillo donde tomó un avión con destino a Tijuana. Ahí la esperaba para prestarle ayuda el hermano de su mejor amiga, quien tiempo atrás fue deportado.
“Al principio, estaba asustada. Ni siquiera pensé en que estaba libre”.
Le llevó varios días tomar conciencia de su libertad. “Se me hacía extraño ver a tanta gente y tanto carro”.
Pero por momentos se le venían a la mente los recuerdos del continuo pase de lista en el centro de detención del ICE. “Para estar ahí, tienes que estar preparada mentalmente. Es muy deprimente”.
Gabby nació en Guaymas, Sonora hace 48 años. Cuando tenía 2 años, sus padres la trajeron a vivir al área de Los Ángeles. Creció en la ciudad de El Monte. Se hizo residente legal y tenía 26 años cuando se metió en un lío que la llevó a ser sentenciada a cadena perpetua.
“El gobernador Jerry Brown redujo mi condena a 20 años. Cada semana le escribía para pedirle que me perdonara. Yo había logrado dos títulos universitarios en la prisión. De tanto insistir, logré que de la oficina del gobernador fueran a entrevistarme. Recibí el perdón el 24 de diciembre de 2018 ”, recuerda.
No fue hasta el 30 diciembre de 2020 cuando la Junta de Libertad Condicional la liberó. “No contaba con que iría de una prisión a otra. Cuando el ICE me llevaba, me sentía desmoralizada y completamente asustada. Es una sensación horrible, saber que vas a ser libre y que te arresten de vuelta. ¿Por qué yo? Ya he sufrido demasiado, repetía en mi cabeza”.
Ella creía que al dejar la prisión por fin se reuniría con sus ancianos padres, su hermana, sus sobrinos y primos.
“Nunca me pasó por la mente que migración me iba a detener para deportarme. Ya tenía un lugar donde ir al salir de la prisión como parte de mi proceso de reintegración a la sociedad”.
A dos semanas y media de estar en México, trata de adaptarse a la libertad. “Estoy aprendiendo a usar el teléfono. Es extraño todo lo que ha cambiado la vida en estos años y ver que ahora todo se hace por teléfono. Veo que ahora la gente no se comunica. Tienen metida la cara en el teléfono”.
Y está en espera de sacar sus identificaciones para comenzar a trabajar, y ya le han ofrecido empleo en un centro de llamadas y como intérprete.
Al hacer un balance de su vida, Gabby atribuye su desgracia a las amistades. “Mis padres trabajaban de día y de noche. Yo empecé a salirme de mi casa desde los 12, 13 años”.
Cuando sucedió la tragedia que la llevó a la prisión, recuerda que ella conducía el carro en el que iban su entonces pareja y un amigo de él.
“No fue algo planeado. Yo iba manejando cuando vieron pasar a una persona de otra pandilla. Me pidieron detener el carro para preguntarle qué andaba haciendo ahí. Se bajaron. Empezaron una alegata que terminó con el asesinato de un muchacho de 23 años en West Covina”.
En prisión, dice que siempre pensaba en ese joven a quien le robaron la vida y se sentía muy mal: “No vale la pena involucrarte con malas compañías. Cuando estás encerrada. Nadie se acuerda de ti. Los amigos desaparecen”.
Gabby dice que aunque está contenta de estar libre, le pide mucho a Dios, ser feliz, tener un empleo y un día comprar una casa y un carro.
“Lo que más he disfrutado en Tijuana es el mar. Cuando me llevaron, corrí al agua y me metí al mar. Es una felicidad que no puedo explicar. Soñé tanto con ese día. Y todo fue perfecto. Hacía mucho viento y estaba caluroso”.
Pero su mayor anhelo es regresar a El Monte para reunirse con sus padres. “Me duele no ver a mi familia y a mi padre enfermo de cáncer. Tengo varios años que no los veo. Eso me pone triste”.
La única posibilidad de volver a Estados Unidos y recuperar su residencia, es que el gobernador le otorgue un perdón.
Anoop Prasad, abogado del programa de derechos de los inmigrantes del Asian Law Caucus, dijo que esperaba que el gobernador Newsom reconociera la grave injusticia por castigar repetidamente a los sobrevivientes de violencia doméstica como Gabby quien después de salir de la prisión, fue enviada a detención y luego deportada.
“Un perdón del gobernador Newsom no anularía el daño hecho en la prisión y en la detención migratoria, pero le permitiría regresar con su familia y a su hogar en California donde vivió desde que era niña”.
Agregó que el perdón remueve las bases para su orden de deportación para que ella pueda regresar a Estados Unidos.
En Sacramento, este martes, en el Comité de Seguridad Pública se presentó la propuesta de ley, AB 937 o Vision Act de la asambleísta de Los Ángeles, Wendy Carrillo que busca asegurar que una vez que una persona ha cumplido su sentencia y liberada de una prisión estatal o de la cárcel de un condado, no sea transferida a los centros de detención del Servicio de Migración y Aduanas (ICE).