López Obrador, una oportunidad para un cambio necesario
Durante décadas se ha dicho que el mexicano es “corrupto” y lo creímos; es tiempo de demostrar lo contrario
Sabemos que la Cuarta Transformación (4T) no es perfecta. Si lo fuera, un gran número de políticos y empresarios ya estarían en la cárcel, se les habría confiscado su dinero y terrenos acaparados ilegalmente; incluso, una gran cantidad de miembros del sistema judicial habrían sido cambiados e investigados.
¿Por qué el sistema judicial?
Porque fue formado para proteger los intereses del sistema neoliberal que en las últimas cuatro décadas dejó una sociedad desigual, con 60 millones de pobres, mientras los viejos y los nuevos millonarios mexicanos sobresalen en la revista Forbes.
Aclaremos algo. No tenemos nada en contra de la gente con dinero y que prospera, pero no a base de fraudes y de hacer de la política mexicana una herramienta que les permita robar “legalmente” sin consecuencia alguna. No a través de una política de abuso que desaloja a miles de familias de sus poblados para apoderarse de sus tierras.
Fraude y corrupción
A consecuencia del período neoliberal, lleno de fraude y corrupción, el país dueño de grandes reservas de petróleo tiene que importar gasolina, gas, maíz y otros productos que han sido entregados al corporativo internacional; una situación peligrosa porque dependemos de ellos para satisfacer las necesidades básicas de la población.
En otras palabras, nuestra soberanía ha sido vendida poco a poco en complicidad con el poder judicial y el poder político (PRI, PAN y PRD), quienes defienden más los derechos corporativos que de los mismos mexicanos. Es por eso que cuando se califica de traidores a la patria a estos partidos políticos, no es algo menor.
Cómo podemos entender que desde el tiempo de Carlos Salinas de Gortari hasta el 2018 se haya modificado la Constitución más de 500 veces, se haya concesionado más del 50% del territorio nacional y se haya mantenido el sueldo inferior a Honduras y El Salvador, dos de los países más pobres de todo el continente, y siendo México una de las naciones más ricas del mundo.
Y qué pasa ahora si se busca hacer un cambio a la Constitución, o se toman medidas que se requieren solo para proteger, no expropiar, los recursos mexicanos ante el corporativo extranjero: los grupos de interés respaldados por el PRIANRD inmediatamente se amparan para detener el proceso.
Campaña sucia
Recordemos que el papel del PRIANRD es oponerse a todo lo que haga la actual administración, aunque sea benéfico para la gente que sirven. El objetivo es que la gente crea que el presidente es “corrupto” igual que ellos, pues de esa forma tendrán mejor oportunidad en el 2024.
Recordemos que en México todavía hay poblaciones sin agua potable, drenaje ni electricidad, mientras que hay funcionarios y empresarios que tienen incluso residencias en Europa, costosos apartamentos en Estados Unidos, o millonarios ahorros en paraísos fiscales (más de 3000 mexicanos, según la investigación Pandora Papers).
Estemos de acuerdo o no, López Obrador ha demostrado que con un sistema capitalista con sentido social y sin corrupción por parte de su administración se pueden hacer bien las cosas y construir una sociedad donde todos ganan.
No es que ya no haya corrupción en México, pero para hacer un cambio de ese tipo se necesita hacerlo desde la cúpula del poder, de lo contrario nadie ni nada cambiará. De ese tamaño es la importancia de apoyar al mandatario que en más de 40 años de carrera no le han encontrado ningún tipo de corrupción.
Valor moral
Con ese valor moral del presidente podemos decir que hay una fracción grande dentro del gobierno y del partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) que siguen sus reglas; mientras que otros quedan delatados en las conferencias Mañaneras y esperamos que tarde o temprano cambien. De lo contrario, los veremos en las urnas o esperemos que en la cárcel.
No es normal, pero no es difícil entender que, si el de arriba roba, el de abajo haga lo mismo. Ese sistema ha regido desde siempre en el sistema político mexicano y no es fácil de cambiar, pero con López Obrador ha empezado el proceso.
Respecto a su política, hasta ahora hemos visto que no ha cancelado contratos ventajosos que se firmaron en la época neoliberal, pero ha invitado a esas corporaciones a renegociar, aunque no lo merezcan, para que las empresas tengan ganancias, pero razonables, y de paso le permitan al pueblo mismo disfrutar de sus beneficios.
Esta política ha permitido atender a segmentos olvidados de la población, como la tercera edad, gente de bajos recursos, mujeres y jóvenes, que al recibir estímulos les permite a unos sobrevivir con un poco más de dignidad; pero a otros, una oportunidad para la preparación y el conocimiento que les permita un mejor futuro.
Además, esa política de austeridad permite la construcción de grandes obras que generan trabajo y prosperidad: Tren Maya, el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, la refinería Dos Bocas, etc.
¿Por qué las políticas de Obrador ayudan a todos?
Porque se minimiza a un grupo que, de otro modo, hubiera recurrido al mundo del narco o de la delincuencia para salir adelante. Sabemos que todavía falta mucho en cuestión de seguridad, pero solo con una persona honesta al frente se podrá hacer el cambio, de lo contrario regresaremos al pasado donde ser corrupto era la norma.
Si regresáramos al pasado donde el presidente robaba y dejaba robar, eso convertiría a la sociedad en un “sálvese quien pueda”, donde ayudar es sinónimo de ingenuidad y estupidez, y se crearía un caldo de cultivo donde el lema “el que no transa, no avanza” se propagaría otra vez por todos los rincones de la nación.
Ya lo había mencionado el expresidente Peña Nieto: La corrupción es parte de la cultura de nuestra nación. Y eso no es cierto, pero recordemos que ese tipo de mentalidad llena de corrupción le conviene a la iniciativa privada y a las multinacionales deshonestas, las que ahora protestan e invierten —solo algunas— para que las políticas de López Obrador no fructifiquen.
Recientemente en Perú hubo elecciones y en ese país sudamericano estos mismos grupos de derecha llegaron al grado de decir que preferían a un candidato corrupto que a un candidato “comunista”, a sabiendas de que el presidente Pedro Castillo ni es comunista, ni pretende implantar ese sistema que nunca ha sido instaurado plenamente en ninguna parte del mundo. Solo pretende mirar hacia los que menos tienen aplicando políticas públicas en beneficio de esas mayorías, una visión del mundo que ya tenía desde su etapa como educador y sindicalista. De ese tamaño es la manipulación que esos grupos quieren ejercer, endilgándole etiquetas tan anacrónicas como durante la mismísima “guerra fría”.
Es por eso que, si no se está de acuerdo con las políticas de la actual administración, lejos de solo protestar y darle eco a los grupos como el PRIANRD y ahora el Frente Cívico Nacional anti-AMLO, es mejor sumarse a la causa y hacer que el movimiento mejore desde la alcaldía, la municipalidad o la ciudad. Lo que no podemos permitir es que regresen esos grupos que ya robaron y vendieron a la patria.
Tampoco podemos seguir pensando que la política es solo para los políticos o que la democracia es ir a votar cada seis años. Recordemos que todos los aspectos de nuestra vida están ligados a la política directa o indirectamente.
De la misma forma que esos grupos opositores se aferran a regresar al poder para vivir del erario, el pueblo debe defender a México y no dejarlo en manos de unos cuantos.
Durante 40 años un sistema nos tatuó en nuestra mente “corruptos”; lo peor es que para defendernos o por conveniencia lo creímos.
Sabemos que López Obrador no tiene la respuesta a todo, pero debe ser aprovechado para borrar esa mentalidad que tanto daño nos ha hecho a la mayoría de los mexicanos.
Agustín Durán es editor de Metro del periódico La Opinión en Los Ángeles.