Caos y escepticismo a la espera de la tormenta tropical en el sur de California
La gente realizó compras de pánico ante el temor de lo desconocido, mientras otros hicieron caso omiso a las advertencias

A pesar del agua, guatemaltecos en LA salen a votar. Crédito: Jorge Luis Macíás | Impremedia
Si hay alguien en el sur de California que sabe y conoce de primera mano la furia de un huracán, esa persona es Praxedes Dalmao, una mujer dominicana, propietaria del restaurante de comida mexicana, Ximapa, en la ciudad de Montebello.
Aunque ella tenía apenas cuatro años, recuerda que, en su barrio Las Américas, la casa de sus padres, Luis Alfredo Dalmao y Quisqueya Morillo no sufrió daños severos, pero el resto de las casas de sus vecinos quedaron sin techo por la fuerza del huracán David.
De hecho, la historia registra que, en agosto de 1979, David fue extremadamente mortal, con 2,068 muertes. Atravesó también las Islas de Sotavento, las Antillas Mayores y la costa este de Estados Unidos
“En casa vivía con mis padres, mis abuelos y mis tíos; allá sí que eran ciclones poderosos”, dijo Praxedes, experta en la cocina mexicana. “Aquí piensan que con algo tan suave como una llovizna fuerte se va a acabar el mundo”.
David fue una de las dos únicas tormentas de categoría 5 que tocaron tierra en la República Dominicana hace unas décadas, con ráfagas de viento de hasta 175 millas por hora. El otro fue llamado Inez (1966) que tocó tierra como un pequeño huracán en la península Barahona, República Dominicana, donde la tormenta inundó muchos ríos y destruyó más de 800 casas.

“Nosotros conocemos a David como un huracán ‘matatero’ porque arrancó de raíz todas las matas de las siembras y las palmas cocoteras”,
Praxedes también recuerda que, un mes después de David, desde la tarde del 12 de septiembre hasta la madrugada del siguiente día Frederic (Federico), un ciclón tropical de categoría 3 en la escala de huracanes Saffir-Simpson, azotó la isla de Dominica y mató a 200 personas, además de causar grandes daños en su natal Santo Domingo.
“Me acuerdo de que lo que David dejó en pie, Federico se lo llevó”, añadió Praxedes, quien trabaja al lado de su esposo Víctor Ramírez, un duranguense. “Los dominicanos sabemos que, después de un ciclón, siempre vendrá la luz y la calma”.
Después de haber acudido a vivir la misa en la parroquia de San Francisco Xavier, en Pico, Rivera, la pareja de amigos de Claudia Espinoza y Juan Ramírez acudieron a almorzar pescado frito y menudo al restaurante Ximapa, ubicado en el 506 norte del bulevar Montebello.
“A mí me encanta la lluvia, me encanta mojarme y caminar bajo el agua”, comentó Claudia, una mujer sonorense que trabaja en un gimnasio.
“Lo que no me gusta es que en las noticias solamente están asustando a la gente”, añadió.
“Claro que hay que tener precaución con todo, pero es increíble ver cómo la gente se lanzó a hacer compras de pánico y se acabó el agua y el papel de baño de las tiendas”, dijo Juan.
En las calles del sur de California, la mayoría de los automovilistas manejaban con mayor precaución en calles y autopistas, aunque muchos no se salvaron de derrapar o colisionar.
A las 3:28 de la tarde, la División de Trafico de la Patrulla de Carreteras de California (CHP) reportaba 117 incidentes.
“Hay muy poca lluvia, pero debemos recordar que debemos mantener precaución”, dijo la niña Oshún Ramírez, quien ayudaba a su madre, Carmelita Ramírez-Sánchez, a repartir boletos gratis de entrada al cinema GMW a estudiantes de secundaria y ver la película “Blue Beetle”.
Un donador anónimo pagó por los boletos para más de 200 estudiantes”, dijo la señora Ramírez, quien se desempeña como directora ejecutiva del Conservatorio de Artes de Boyle Heights, que capacita a los estudiantes a través de planes especializados, enfatizando la equidad económico y cultural.
“No íbamos a venir por la lluvia”, expresó Elizabeth Ochoa, residente de Los Ángeles, quien llegó al cine con paraguas en mano, acompañada de su hija Lizbeth Ayala. Tenían ocho boletos y a final solamente fueron cinco a ver la película del momento.
En el centro comercial The Shops de Montebello, la señora Arcelia Becerra disfrutaba de una paleta de fresa en pleno día lluvioso.
“Aquí no hace frío; tenía ganas de una paleta desde anoche, porque hacía mucho calor en la casa”, dijo la mujer nayarita.
La señora Becerra recordó que “verdaderas lluvias” son las que vivió en su niñez y juventud en el rancho La Ciénega de los Ahumada, Jalisco.
“Aquí solamente están creando miedo”, dijo. “Cuando algo grande va a pasar ni siquiera nos vamos a dar cuenta y ni tendremos tiempo para hacer nada, como en un fuerte terremoto”.
“Las noticias son una tontería”, agregó su hijo Antonio. ¿Dónde está el ciclón? Yo creo que todos estaban exagerando”.
Y, aunque hay gente que desconfía de los estragos que pudiera causar el huracán Hilary, lo cierto es que un terremoto de 5.1 grados se detectó en Ojal, condado de Ventura, a las 2:44 del domingo. No se reportaron daños o víctimas relacionados al temblor al cierre de esta edición.