Las dietas en EE.UU. han mejorado pero siguen siendo malas: qué dice un estudio

Aunque hay mejoras en la calidad de la dieta en EE.UU., especialmente entre jóvenes, mujeres y personas con mayores ingresos, aún persisten desigualdades significativas entre diferentes grupos socioeconómicos

Cómo reducir las grasas, azúcar y sal en tus comidas favoritas sin sacrificar el sabor

El pastel de carne, pastel de pollo, macarrones con queso y brownies son los alimentos más populares en Estados Unidos que suelen tener un alto contenido de sodio, azúcares añadidos y grasas saturadas. Crédito: Elena Veselova | Shutterstock

En un reciente estudio sobre las tendencias alimentarias en Estados Unidos se han identificado cambios específicos en los patrones de consumo que han influido significativamente en la calidad de la dieta de la población del país.

Los investigadores han observado un aumento en el consumo de nueces y semillas, cereales integrales, aves, queso y huevos. Paralelamente, se ha registrado una disminución en la ingesta de cereales refinados, bebidas azucaradas, zumos de frutas y leche.

A pesar de estos cambios la cantidad total de frutas y verduras, pescado y mariscos, carne procesada, potasio y sodio consumidos se ha mantenido relativamente constante.

El análisis detallado de estos cambios revela que las mejoras en la calidad de la dieta no han sido homogéneas en todos los grupos demográficos. De hecho, los avances más significativos se han observado entre los adultos más jóvenes, las mujeres, los adultos hispanos y aquellos con mayores niveles de educación, ingresos, seguridad alimentaria y acceso a seguros médicos privados.

En contraste con esto los adultos mayores, los hombres, los adultos negros y las personas con menor nivel educativo, ingresos más bajos, inseguridad alimentaria o que no cuentan con seguro médico privado han mostrado menos mejoras en sus hábitos alimenticios.

Por ejemplo, la proporción de adultos con una dieta de mala calidad ha disminuido del 51,8% al 47,3% entre las personas de ingresos más bajos, del 50,0% al 43,0% entre aquellos con ingresos medios, y de un 45,7% a un 29,9% en las personas con ingresos más altos. Esto pone de manifiesto la disparidad en la mejora de la calidad dietética entre diferentes estratos socioeconómicos.

Menor consumo de azúcar

Junxiu Liu, quien fue investigador postdoctoral en la Friedman School durante el estudio y ahora es profesor asistente en la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai, comentó sobre estos hallazgos: “Si bien es alentador ver algunas mejoras, especialmente un menor consumo de azúcar añadido y bebidas de frutas, todavía nos queda un largo camino por recorrer, especialmente para las personas de comunidades y entornos marginados”.

El estudio también pone en evidencia los desafíos persistentes en la salud nutricional a nivel nacional. Dariush Mozaffarian, otro de los investigadores involucrados en el estudio, señaló que Estados Unidos enfrenta una crisis nutricional con tasas crecientes de obesidad y diabetes tipo 2.

Mozaffarian subrayó que estas enfermedades afectan a toda la población estadounidense, pero tienen un impacto desproporcionado en las personas más vulnerables socioeconómica y geográficamente.

“Nos enfrentamos a una crisis nutricional nacional, con tasas de obesidad y diabetes tipo 2 en continuo aumento”, dijo Mozaffarian. “Estas enfermedades afectan a todos los estadounidenses, pero especialmente a aquellos que son socioeconómica y geográficamente vulnerables. Debemos abordar la seguridad nutricional y otros determinantes sociales de la salud, incluidos la vivienda, el transporte, los salarios justos y el racismo estructural, para abordar los costos humanos y económicos de las dietas deficientes”.

Para abordar esta crisis, Mozaffarian y otros expertos destacan la necesidad de implementar políticas públicas que mejoren la seguridad nutricional y aborden los determinantes sociales de la salud.

Estas políticas podrían incluir iniciativas para aumentar el acceso a alimentos saludables, mejorar la educación nutricional, y proporcionar apoyo económico y social a las comunidades más vulnerables. Además, es crucial abordar problemas estructurales más amplios como la vivienda asequible, el transporte accesible, salarios justos y la lucha contra el racismo sistémico.

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