Niveles de hierro en la sangre influyen en el Covid prolongado

Estos descubrimientos abren la puerta a nuevas estrategias para abordar el COVID prolongado, un problema que sigue afectando a millones de personas en el mundo

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El covid a largo plazo ha afectado a muchos estadounidenses. (Shutterstock) Crédito: SB Arts Media | Shutterstock

Un reciente estudio ha identificado un posible desencadenante clave del COVID prolongado: la alteración en los niveles de hierro en la sangre y la dificultad del organismo para regular este mineral tras la infección por SARS-CoV-2. Este hallazgo no solo proporciona pistas sobre posibles tratamientos, sino que también ayuda a entender por qué afecciones similares se presentan en otros síndromes posvirales e inflamaciones crónicas.

Desde el inicio de la pandemia, la Universidad de Cambridge ha llevado a cabo una investigación con personas infectadas por el virus, desde trabajadores de la salud hasta pacientes hospitalizados, algunos en cuidados intensivos. Durante un año, se tomaron muestras de sangre de los participantes para analizar cómo evolucionaban sus parámetros sanguíneos tras la infección. Los resultados, publicados en Nature Immunology, muestran que aproximadamente el 45% de los participantes desarrollaron síntomas persistentes de COVID prolongado entre tres y diez meses después de la infección inicial.

Entre los síntomas más reportados están la fatiga, la falta de aire, dolores musculares y la llamada “niebla mental”, que afecta la memoria y la concentración. Solo en el Reino Unido, en marzo de 2023, cerca de 1,9 millones de personas manifestaron padecer esta condición.

El profesor Ken Smith, quien dirigió el estudio en Cambridge y próximamente asumirá la dirección del Instituto de Investigación Médica Walter y Eliza Hall en Australia, destacó que haber podido analizar muestras de sangre durante un periodo de 12 meses permitió obtener información valiosa sobre el impacto del virus a largo plazo en el organismo.

Uno de los principales hallazgos fue que la inflamación prolongada y la reducción de hierro en la sangre persisten incluso semanas después de la infección en personas que luego desarrollaron COVID prolongado. Esta alteración en el hierro es independiente de la edad, el sexo o la gravedad inicial de la enfermedad, lo que sugiere que incluso quienes tuvieron cuadros leves pueden verse afectados.

La Dra. Aimee Hanson, quien participó en el estudio, explicó que la regulación del hierro se ve comprometida desde las primeras etapas de la infección, y su recuperación es lenta, sobre todo en quienes desarrollan COVID prolongado. A pesar de que el cuerpo intenta compensar la anemia produciendo más glóbulos rojos, la inflamación persistente impide un funcionamiento óptimo de este proceso.

Curiosamente, aunque la desregulación del hierro es más severa en quienes tuvieron COVID grave, aquellos con formas leves que luego desarrollaron síntomas prolongados presentaron alteraciones similares. Se observó que la clave estaba en qué tan rápido el cuerpo lograba restablecer sus niveles de hierro y controlar la inflamación.

El profesor Hal Drakesmith, coautor del estudio, explicó que la inflamación es una respuesta natural del cuerpo a la infección, y parte de esa reacción implica retirar el hierro del torrente sanguíneo para evitar que bacterias peligrosas lo utilicen. Sin embargo, si esta respuesta se prolonga demasiado, el hierro necesario para producir glóbulos rojos y blancos se mantiene fuera de circulación, afectando el metabolismo, la producción de energía y la función inmune.

Este mecanismo podría explicar por qué síntomas como el cansancio extremo y la intolerancia al ejercicio son tan comunes en el COVID prolongado y en otros síndromes posvirales. Los investigadores sugieren que tratar esta desregulación del hierro en las primeras etapas de la infección podría prevenir o reducir el impacto del COVID prolongado.

Algunas estrategias podrían incluir el control temprano de la inflamación para evitar que afecte la regulación del hierro. Otra opción sería el uso de suplementos de hierro, aunque, según la Dra. Hanson, esto no es tan simple, ya que el problema no es la falta de hierro en el cuerpo, sino su mala distribución. Lo ideal sería desarrollar tratamientos que movilicen el hierro atrapado en los tejidos y lo devuelvan al torrente sanguíneo, donde es más útil para la producción de glóbulos rojos.

El estudio también coincide con otros hallazgos previos, como el ensayo IRONMAN sobre el uso de hierro en pacientes con insuficiencia cardíaca. Durante la pandemia, se observó que aquellos que recibían suplementos de hierro tenían menos probabilidades de desarrollar complicaciones graves por COVID-19. Un patrón similar se ha encontrado en personas con beta-talasemia, un trastorno sanguíneo que causa un exceso de hierro en el organismo y que podría conferir cierta protección ante la infección.

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