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Suplementos vitamínicos y minerales: el respaldo cuando la alimentación falla

Ciertos grupos poblacionales enfrentan riesgos elevados de deficiencias nutricionales que justifican la suplementación preventiva

Suplementos vitamínicos y minerales: el respaldo cuando la alimentación falla

La suplementación nutricional ha evolucionado considerablemente. Crédito: sweet_tomato | Shutterstock

En un mundo ideal, todos obtendríamos los nutrientes necesarios directamente de nuestros alimentos. Sin embargo, esto no es así y presentamos déficits nutricionales que deben ser complementados. Estas circunstancias han convertido a los suplementos vitamínicos y minerales en una herramienta cada vez más relevante para mantener la salud óptima de millones de personas.

La suplementación nutricional ha evolucionado considerablemente desde sus inicios. Ya no se trata únicamente de prevenir enfermedades por deficiencia severa como el escorbuto o el raquitismo, sino de garantizar niveles óptimos de micronutrientes que sostengan funciones metabólicas complejas, fortalezcan el sistema inmunológico y prevengan condiciones crónicas.

Comprender cuándo, cómo y por qué recurrir a estos complementos se ha convertido en una cuestión de salud pública que requiere información clara y basada en evidencia científica.

Cuando el plato no es suficiente

La premisa fundamental de la nutrición establece que una dieta variada y equilibrada debería proporcionar todos los nutrientes necesarios para el funcionamiento óptimo del organismo. No obstante, diversos factores pueden comprometer esta ecuación aparentemente simple.

Los hábitos alimentarios modernos, caracterizados por el consumo de alimentos ultraprocesados y la reducción de productos frescos, han generado lo que los expertos denominan “hambre oculta“: una deficiencia de micronutrientes que no se manifiesta con hambre física pero sí con consecuencias para la salud.

Las deficiencias más comunes en la población general incluyen vitamina D, especialmente en regiones con baja exposición solar o durante los meses de invierno; hierro, particularmente en mujeres en edad reproductiva; vitamina B12, en personas mayores y vegetarianos; y magnesio, cuya ingesta suele ser insuficiente incluso en dietas aparentemente completas. Estos déficits pueden manifestarse de formas sutiles: fatiga crónica, dificultad de concentración, sistema inmunológico debilitado o recuperación lenta de lesiones.

Un ejemplo de estas deficiencias lo refirió a la BBC Bess Dawson-Hughes, científica sénior del Centro de Investigación de Nutrición Humana sobre el Envejecimiento del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos y profesora de medicina en la Universidad de Tufts: “El estadounidense promedio consume la mitad de las frutas y verduras recomendadas”.

Grupos vulnerables y necesidades especiales

Ciertos grupos poblacionales enfrentan riesgos elevados de deficiencias nutricionales que justifican la suplementación preventiva.

Las mujeres embarazadas requieren ácido fólico para prevenir defectos del tubo neural, hierro adicional para sostener el aumento del volumen sanguíneo, y con frecuencia necesitan complementos de calcio y vitamina D.

Los adultos mayores experimentan una disminución en la capacidad de absorción de nutrientes, especialmente vitamina B12, además de una síntesis reducida de vitamina D en la piel, lo que hace prácticamente inevitable la necesidad de suplementación.

Las personas con restricciones dietéticas también constituyen un grupo de atención prioritaria. Los vegetarianos estrictos y veganos deben suplementar vitamina B12, ya que esta se encuentra exclusivamente en productos de origen animal, y frecuentemente necesitan hierro, zinc, omega-3 de cadena larga y vitamina D.

Por otro lado, quienes padecen enfermedades digestivas crónicas como la enfermedad celíaca, la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa presentan malabsorción de múltiples nutrientes, requiriendo supervisión médica para determinar las necesidades individuales de suplementación.

Medicina personalizada

La era de la nutrición de precisión ha transformado el enfoque tradicional de “una talla para todos” en estrategias individualizadas. Los análisis de sangre pueden revelar deficiencias específicas antes de que se manifiesten síntomas clínicos evidentes. Niveles subóptimos de vitamina D, por ejemplo, se asocian con mayor riesgo de osteoporosis, depresión y enfermedades autoinmunes, mientras que la deficiencia de hierro puede progresar silenciosamente desde una ferritina baja hasta una anemia franca.

Los profesionales de la salud recomiendan realizar evaluaciones periódicas, especialmente en personas con factores de riesgo identificados. La suplementación debe basarse en evidencia objetiva y no en tendencias o modas nutricionales. Un exceso de ciertos nutrientes puede resultar igualmente perjudicial que su deficiencia: dosis altas de vitamina A pueden causar toxicidad hepática, el exceso de hierro se asocia con daño oxidativo, y cantidades elevadas de calcio sin la proporción adecuada de vitamina D y magnesio pueden aumentar el riesgo cardiovascular.

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