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Por qué nos besamos bajo el muérdago en Navidad: explicación completa

La tradición de besarse bajo el muérdago en Navidad tiene raíces celtas y romanas, ligadas al amor, la fertilidad y la buena fortuna

Colgar el muérdago en casa sigue siendo para muchos una forma de invitar a la armonía y los buenos deseos durante las fiestas, incluyendo el beso de amor.

Colgar el muérdago en casa sigue siendo para muchos una forma de invitar a la armonía y los buenos deseos durante las fiestas, incluyendo el beso de amor. Crédito: New Africa | Shutterstock

Cada diciembre, el muérdago reaparece colgado en puertas y techos como una invitación a detenerse y compartir un beso. Aunque hoy se vive como un gesto festivo, esta costumbre tiene un origen antiguo y un significado simbólico que atraviesa culturas, rituales y creencias de amor.

El muérdago (Viscum album) es una planta singular: no nace del suelo ni crece suspendida en el aire, sino que se desarrolla sobre las ramas de otros árboles. Esa condición intermedia le otorgó, desde tiempos remotos, un aura especial.

Para muchas culturas, su naturaleza “entre mundos” lo convirtió en un elemento asociado a lo sagrado, lo protector y lo mágico.

De acuerdo con diversas leyendas, el muérdago fue central en la tradición celta. Los druidas lo utilizaban en rituales y hechizos, convencidos de que poseía propiedades capaces de atraer la buena suerte, favorecer la fertilidad e incluso devolver la vida.

De los rituales antiguos al beso como gesto de unión

En el mundo griego, el muérdago aparece ligado a ceremonias nupciales como símbolo de fertilidad, probablemente por su capacidad de reproducirse y prosperar en condiciones poco comunes.

Más tarde, los romanos lo incorporaron a las celebraciones de los Saturnales, fiestas dedicadas a Saturno, dios de la agricultura. Durante estos festejos, se ofrecía muérdago como señal de prosperidad y se utilizaba como emblema de paz y reconciliación.

En ese contexto, comenzó a tomar forma la idea del beso bajo el muérdago. Las ramas se colgaban en las puertas de los hogares para alejar los males y, al pasar por debajo, las personas sellaban treguas y resolvían conflictos con un beso.

Ese gesto de unión y armonía es uno de los antecedentes directos de la tradición navideña actual.

Sin embargo, fue en Inglaterra, durante el siglo XVIII, cuando el muérdago se integró de lleno a las celebraciones de Navidad. Se decoraba con lazos y se colgaba del techo como parte del ambiente festivo.

La tradición marcaba que cada beso debía “pagarse” retirando una baya del ramillete, y cuando estas se terminaban, también lo hacían los besos.

El muérdago mantiene su presencia simbólica en la Navidad, aunque con significados más amplios y flexibles. Colgarlo en casa sigue siendo para muchos una forma de invitar a la armonía, el afecto y los buenos deseos durante las fiestas.

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