Editorial: Memoria histórica de la deportación
Ayer, el gobernador de California Jerry Brown dio un paso importante para reparar una gran injusticia
Era 1930. El país se ahogaba en la Gran Depresión. Millones habían perdido sus empleos, sus fortunas. Ilegalmente, violando la constitución, un presidente -Herbert Hoover- ordenó la deportación de mexicanos y mexicoamericanos.
Entre 500,000 y dos millones fueron perseguidos y aprehendidos con saña. En las calles del Este de Los Ángeles; durante un Miércoles de Ceniza, en sus casas humildes en San Fernando; en los almacenes en La Placita; allí donde trabajaban o en las salas de baile y teatros. Especialmente si eran huelguistas, o si se manifestaban contra la cesantía. Muchos otros, aterrorizados, huyeron del país que los discriminaba. Al irse, lo perdieron todo.
Lo mismo en Houston, en San Antonio, en todo el país, y pese a las protestas, entre otros, de La Opinión, ya entonces expresión de la comunidad latina.
Fue la infamia mal llamada “Mexican Repatriation”. Aunque la mitad de los expulsados sumariamente, sin juicio ni protecciones, ilegalmente, habían nacido aquí y eran ciudadanos estadounidenses.
Pasaron 85 años. Las deportaciones masivas cayeron en el olvido. Los libros de texto de las escuelas callaban.
Un aspirante presidencial republicano, Donald Trump, las rescató del basural de la historia. Pero en lugar de recalcar su crueldad y discriminación, Trump ve la “repatriación mexicana” como un ejemplo positivo. Para repetir. Quiere anular el derecho constitucional a la ciudadanía de los aquí nacidos. Quiere enviar a estos hijos con sus padres.
Algunos, en su ignorancia, creen que es buena idea.
Como entonces, esta barbaridad se justifica con las mismas falacias: que los inmigrantes ocupan empleos de los nativos, que consumen sus recursos, o que “son violadores”.
Por eso es tan importante la exitosa iniciativa de un grupo de alumnos de 5to. grado de la Escuela Primaria Bell Gardens, del Distrito Escolar Unificado Montebello, al este de Los Ángeles, quienes propusieron la idea de que nuestras escuelas enseñen la historia de la Gran Deportación.
La asambleísta Cristina García, que representa el área, llevó el proyecto a la Legislatura de California. Allí se aprobó con apoyo bipartidista y amplia mayoría.
Y, precisamente ayer, coincidiendo con la ola de paranoia y odio racial que mancilla la campaña electoral, el gobernador de California Jerry Brown rubricó la medida con su firma y la hizo ley.
La AB146 decreta que la historia de la deportación masiva de 1930 se enseñará en las escuelas, como se enseña el Holocausto o el encarcelamiento de los japoneses-americanos.
El conocimiento y la educación de la juventud son el antídoto de la hostilidad. Por eso, la iniciativa de los alumnos de la escuela y la asambleísta Cristina García son la mejor respuesta a las voces de la intolerancia que hoy demandan la deportación.
O como dijo García: “cierto candidato presidencial republicano verá ahora que su inviable y temerario plan de deportación masiva será un desastre humano, como lo fue hace tantos años. Podrá aprender una lección de las mentes y corazones de nuestros niños de escuela”.
Por eso saludamos a estos niños y felicitamos a García por su iniciativa.