‘Compu’ con retrovisor

Los computadores del futuro vendrán con espejo retrovisor incorporado para llenar el vacío que dejaron el finado Steve Jobs y los cerebros de Silicon Valley.

Con el retrovisor podremos detectar a tiempo si la oposición que duerme al rincón nuestro, espía lo que bajamos de Internet. Incluido el porno blando que suelen enviarnos amigos voyeristas para alborotarnos la libido, con el edificante propósito de aportar ideas nuevas al devaneo kamasútrico.

No hay estadísticas disponibles, pero muchos matrimonios se han descuadernado por culpa de ese “wikileaks” doméstico.

No es que uno esté viendo a toda hora imágenes indebidas (¿¡) pero cualquier brusca irrupción en nuestra intimidad casera, nos lleva automáticamente a accionar la tecla que hace desaparecer en “nanosegundos” lo que miramos. Operación que nos hace sospechosos ante el alto mando conyugal.

“No es lo que tú de imaginas”, balbuceamos, como el infiel pillado in fraganti mientras “la otra” busca asilo en el clóset, cucos en mano.

Como tras de ladrones somos bufones, los varones domados alegamos que se nos está violando el derecho al libre desarrollo de nuestra personalidad.

Supongo que a todos nos han pillado con las manos -los ojos, más exactamente- en alguna masa femenina ajena.

No siempre es así, insisto. Pero ¿cómo explicar que cuando hicimos clic en el momento en que nos sentimos espiados, habíamos terminado de leer alguna metáfora de Whitman, un anoréxico haikú, o algo sobre las espartanas dietas de Steve Jobs?

La idea del computador con espejo surgió una vez que envié un provocador correo en el que les prometía a mis abonados “las cien mejores fotos y escenas de sexo de la historia”.

Agregué esta provocación: “Especialmente, pido disculpas a las damas por enviar esta clase de fotografías. No es mi estilo. Espero que las ideas allí sugeridas les permitan mejorar el rendimiento horizontal en el catre”.

La intención era medir el grado de curiosidad y de lecturabilidad de mis correos entre mis ciberamigos sin rostro. No envié ningún anexo, por supuesto. Juro que se me congestionó el buzón exigiendo el envío del archivo prometido.

Aparecieron abonados que jamás responden correos ni a palos.”Nos dejaste con las ganas matutinas”, tronó una soltera perpetua desde su soledad.

“Hoy más que nunca valoro mi colección completa de Playboy”, trinó un varón domado, de pronto pupilo aventajado del mirón de Don Abundio.Y una viuda alegrísima que me había cortado el saludo y la mirada reviró:”Jua-jua-jua: pensé que iba a aprender algo. Mentiras: sí me quedo claro algo: que la curiosidad me matará algún día”.

“Me dejaste en suspenso. Perdí el tiempo escondiéndole la pantalla a la familia”, reportó un viejo camarada de cuyo nombre, por supuesto, no debo acordarme. No quiero que lo pongan a dormir en el cuarto del servicio, sin la del servicio adentro.

La frase de mi amigo me llevó a la conclusión de que los computadores del futuro deben venir con espejo retrovisor.

Adicionado con algún circuito cerrado que envié información sobre los ruidos y movimientos que se originan en casa. Así el interesado podrá detectar cuándo hay moros en la costa de su privacidad.

De nada por las ideas. Si algún cerebro quedado del Silicon Valley colombiano se llena de oro con mi “propuesta”, espero comisión del modesto 20%.

Inmodestia aparte, creo que ya justifiqué esta encarnación proponiendo, en aras de la convivencia conyugal, algo que ni a Jobs y a Bill Gates juntos se les habría ocurrido. Mamá, tienes un hijo genio.

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