Confesión de un adicto
Mi nombre es Jorge Delgado, soy un blackberrihólico, y este es mi testimonio: Mi historia comenzó en julio de 2009 cuando mi télefono celular de 20 centavos dejó de funcionar y me ví obligado a ir a la tienda a reemplazarlo.
Acudí al establecimiento comercial con la idea de cambiar mi vieja unidad con una igual o más barata de ser posible. A los pocos minutos descubrí a mis espaldas a mi esposa y a mi hijo que habían llegado con una misión determinada, lograr que comprara un teléfono “decente”.
La encerrona fue perfecta, un acucioso empleado y mis dos familiares me atacaron por todos los frentes haciéndome saber lo beneficioso que sería adquirir el nuevo blackberry. El golpe final me lo dio mi hijo cuando me recordó que necesitaba además un GPS, y que por el mismo precio que me costaría el dispositivo satelital, podría obtener teléfono y GPS con el blackberry.
A la fecha voy por el quinto teléfono. Mi hijo no se explica como he podido romper, en promedio, un aparato cada seis meses.
Dicen que solo la olla sabe el mal de la cuchara. Y yo sé, que necesito sentir las pequeñas teclas del minúsculo aparatito con inusitada frecuencia.
Reviso constantemente si han entrado mensajes. Al levantarme en una mañana cualquiera suelo tener unos 30 o 40 mensajes de texto, correos electrónicos, o comentarios de facebook en mi cajita mágica, o en mi bebe (bb) como decimos los adictos.
Leo por lo menos media docena de periódicos al día a través del blackberry, incluido La Opinión.
El borrador de este artículo lo escribí a las 4 de la madrugada desde mi bb. Así de grave es la situación.
No es difícil entonces entender que la reciente “tragedia” que nos ocurrió a los usuarios del blackberry en Estados Unidos, la semana pasada, me colocó al borde de la locura.
Cuando a las 9 de la mañana del jueves pasado, no había ni un solo mensaje en el dispositivo ya sabía que algo estaba mal. Llamé rápidamente a mi esposa para comprobar con alivio que al menos el bb servía para realizar aquella función para la que fueron creados los teléfonos (aunque el blackberry fue creado inicialmente sólo para enviar mensajes de texto. Así es, me conozco bien su historia). Las horas que siguieron fueron de terror. Recordé en ese momento que una semana atrás me sonreí burlonamente cuando una amiga comentó en el facebook que la señal de los blackberries estaba caída en Europa. La desgracia que me parecía lejana había llegado inevitablemente a mis pies, o más bien a mis nerviosos dedos.
Mi hijo acaba de estrenar su IPhone 4S y me sugiere que tire a la basura mi blackberry y me compre un IPhone aunque sea de los antiguos. Eso jamás, no podría traicionar a mi viejo amor que me ha acompañado todos estos años, por muy moderno o funcional que sea el famoso IPhone. Mi nombre es Jorge Delgado y esta es mi historia como blackberrihólico.