Enlace: Guerra de disparates

Se supone que las campañas electorales tienen como propósito exponer las plataformas políticas de los candidatos que buscan un determinado puesto. Pero en la actual contienda republicana para elegir al candidato que se medirá con Obama en noviembre, lo que menos hemos visto son propuestas para enfrentar los graves problemas de Estados Unidos.

Hasta ahora, la contienda entre los dos candidatos punteros, Mitt Romney y Rick Santorum, lejos de ser un debate de ideas, se ha convertido en una absurda competencia para ver quien hace el mayor de los ridículos o dice los peores disparates.

Los desatinos y barbaridades expresados por uno y otro a lo largo de la campaña han sido de tal magnitud que uno se pregunta cómo es posible que el nivel intelectual de los candidatos republicanos haya llegado tan bajo.

Empecemos por Santorum, quien en su afán por presentarse a sí mismo como el paladín de los verdaderos valores conservadores y cristianos, ha caído en declaraciones extremistas totalmente indefendibles.

En 2003 generó una controversia que todavía hoy se recuerda debido a que comparó las relaciones entre homosexuales con el abuso sexual a los niños o a los animales. Cuando se pensaba que nada podía superar tal contrasentido, Santorum sorprendió nuevamente a todos al atacar la separación entre iglesia y estado y confesar que había sentido ganas de vomitar cuando John F. Kennedy dijo que, si llegaba a la presidencia, no recibiría órdenes del Papa. Con estas declaraciones, Santorum demostró una sola cosa: su total ignorancia sobre la Constitución de este país.

La sarta de despropósitos no ha quedado aquí. El candidato católico asegura que las universidades son las causantes de la pérdida de la fe entre los estudiantes y llamó a Obama un snob por querer que más jóvenes tengan una educación superior. También criticó al presidente por disculparse por la quema del Corán en una base aérea en Afganistán y arremetió contra todas las formas de contracepción. Finalmente fue a Puerto Rico y declaró que para ganar la estadidad, todos deben hablar inglés. Como era de esperarse, perdió la elección ahí.

Romney, por su parte, no canta mal las rancheras como decimos en México. Lo que más se le critica son sus posiciones oportunistas y cambiantes. Antes de ser gobernador de Massachusetts dijo que apoyaba a los homosexuales y el derecho al aborto, pero después se desdijo cuando vio que esto le restaba votos entre su base. Como mandatario estatal aprobó una reforma de salud que le sirvió a Obama de inspiración para su plan a nivel nacional, el cual Romney critica ahora sin el menor empacho.

El candidato mormón se ha ganado también a pulso la fama de ser insensible ante los temas sociales. Causó revuelo cuando declaró que no le interesaban los pobres de este país y, más recientemente, cuando comparó a las corporaciones con las personas y cuando propuso como gran idea para lidiar con la inmigración ilegal que todos los indocumentados se autodeporten.

Lo que más asusta de estas posturas es, sin embargo, que haya gente que simpatice con ellas.

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