Oro parece, plata no es

Me impresiona cada día más lo torpe que es la economía y el modo como corroe todo lo que toca. Si la economía de mercado la reconocemos por sus obras publicitarias, hay un anuncio de televisión muy ilustrativo. En él se alienta al televidente a que convierta a sus conocidos en clientes de una empresa del ramo de televisión; todo a cambio de una vulgar recompensa.

Me impresiona cada día más lo torpe que es la economía y el modo como corroe todo lo que toca. Si la economía de mercado la reconocemos por sus obras publicitarias, hay un anuncio de televisión muy ilustrativo.

En él se alienta al televidente a que convierta a sus conocidos en clientes de una empresa del ramo de televisión; todo a cambio de una vulgar recompensa. Sin piedad alguna, las pobres caras de tus compañeros de trabajo, amigos y familiares aparecen desfiguradas en imágenes que replican el grabado frontal de los dólares de papel. Se dista mucho de captar el espíritu hispano.

En nuestra tradición no hablamos de “venderle algo a tu madre” sino, a la inversa, de “vender a tu madre”, incluso a tu país: “vendepatrias”. Y no es algo bueno. También existe lo de “ser un vendido”, que se aplica al traidor.

Ya hace mucho se introdujo lo de venderle algo a los vecinos, ocurrió con las vajillas de cocina y los cosméticos. La mujer del hogar ganaba con ello independencia económica. Unos lo verán como ingeniería mercadotécnica -“si Mahoma no va a la montaña…”-, otros, como biotecnoeconomía: un tipo de parasitismo comercial. Un compañero de trabajo me decía que compró su casa no con su salario sino con los juegos de cacerolas que vendía su esposa. Otra cosa es ser un buen vendedor, de lo que aquí no hablamos.

Hoy asistimos a algo parecido cuando vemos a algunos profesionales y artistas incipientes vender sus primeras obras a conocidos y familiares. Antes se regalaban. El colmo de ello se llama Facebook. Las redes sociales también son para ganar dinero al fin y al cabo. “Tanto vales, tantos amigos tienes”.

Recientemente, el crítico e historiador Morris Berman ha puesto el espíritu vendedor nacional en la picota: “cuando dos americanos se encuentran, la idea siempre es venderle uno algo al otro”. Eso tampoco es hispano. En español decimos: “por el interés te quiero Andrés”.

En nuestro país hay una línea muy difusa entre cuando se le trata bien al vecino para que si se da el caso te cuide a los niños y cuando se hace esto buscando que te los cuide. Versión latina: “haz el bien y no mires a quién”.

Es muy típico el que te hagan un regalo sin razón aparente. “Qué amable”, diremos. Desde una visión de mercado la sabiduría popular lo cuenta así: “quien regala bien vende si el que lo toma lo entiende”.

Hace años cuando buscaba un trabajo fijo, leí unas notas de cómo prepararse para la vida laboral. En ellas se recomendaba, por ejemplo, que si ibas en un avión entablaras conversación con las personas que te rodeaban. Había que obtener información de quiénes eran, qué hacían y si eran importantes y relacionados con algo que pudiera afectar a tu vida.

Empecé poco a poco a comprender por qué en algunas fiestas siempre hay avispados invitados que, de flor en flor, van libando y clasificando de tu persona hasta la marca de ropa interior. ¿Argucias? “De dinero y de amistad, la mitad de la mitad”.

Si no queremos quedarnos como Adán y Eva: con una mano delante y otra atrás, debemos ser prudentes porque “no hay más cera que la que arde”.

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lengua Luis plata silva
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