Independencia en el tribunal

Tanto Sotomayor como Roberts han destruido los estereotipos en que otros los habían convertido en el Alto Tribunal

Los fallos de la Corte Suprema, al cierre de su sesión, se consideraron como una derrota para aquellos a quienes repugna la idea de los perfiles raciales y para los que no ven la diferencia entre una multa, un impuesto y una violación fundamental de los derechos individuales. Pero cualquiera sea la opinión que cada uno tenga sobre la imposición de la ley migratoria por parte de los estados o sobre el seguro médico obligatorio, yo considero esos fallos como una victoria del pensamiento independiente.

Por el singular papel de la Corte Suprema, sus fallos terminan reafirmando a los ganadores y enardeciendo a los perdedores, avivando aún más el infierno de mala voluntad y partidismo, que es ahora característico de nuestra política nacional.

Qué refrescante es, entonces, que el tribunal -bajo el peso de las acusaciones de hiperpartidismo político- nos sorprendiera, brindando a nuestro electorado dividido y agraviado dos instancias en las que ciertos jueces votaron fuera de las restricciones de sus filosofías políticas.

Al emitir fallos difíciles, la jueza Sonia Sotomayor y el juez jefe John Roberts inspiraron a todos aquellos que realmente sopesan los problemas y sus contextos históricos, en lugar de centrarse en todo lo que aborrecen de sus enemigos políticos y sólo lo que adoran de sus héroes políticos.

Sotomayor escandalizó a sus admiradores liberales hispanos en abril, al mostrar comprensión por las secciones de la ley migratoria de Arizona conocida como “Papeles, por favor”, y escepticismo ante los argumentos del Gobierno de Obama contra la misma. En aquel momento me pregunté si su apoyo hispano se erosionaría, si no votaba por eliminar las cuatro estipulaciones de la ley, o si ganaría algo de respeto de la derecha, la que, durante su confirmación, interpretó la autoidentificación de Sotomayor como una “latina lista” como prueba de un activismo judicial liberal.

Finalmente, nada de eso ocurrió.

Quizás por un abrumador deseo del electorado hispano, cuya tendencia es demócrata, por pintar el fallo de la Corte como una victoria para el presidente Obama (las estipulaciones que permiten que la policía arreste a una persona basándose en la suposición de que se cometió un delito deportable, y criminalizando a los inmigrantes ilegales por trabajar o porque los agarren sin sus papeles de inmigración, fueron eliminadas) las discrepancias quedaron bajo control.

Muy pocas voces hispanas consideraron como una devastadora derrota que la disposición que requiere que las fuerzas de seguridad verifiquen la categoría migratoria de una persona si existe una “sospecha razonable”, y por la que todos los latinos pueden ser discriminados, fuera reafirmada -y casi nadie criticó a Sotomayor por unirse a la mayoría.

De hecho, aun cuando una o dos voces burlándose de la supuesta “victoria” de Obama trataban de ser oídas en las redes de medios sociales, el lunes pasado, los hispanos enviaban entusiastas tweets de “Feliz Cumpleaños” a Sotomayor, aparentemente impertérritos por su decisión de, como algunos lo han expresado, codificar efectivamente los perfiles raciales. Y notablemente ausente del otro lado de la barrera estuvo todo reconocimiento de que la primera latina en ocupar un escaño en la Corte Suprema fuera perfectamente capaz de dictaminar sobre la base de los precedentes legales y no de la solidaridad étnica.

Por lo menos no se criticó a Sotomayor por “traidora” como hiciera la extrema derecha con el juez jefe Roberts después de que la Corte permitiera que la ley de Asistencia Médica Asequible siguiera su curso casi intacta. Pero a diferencia de la experiencia de Sotomayor, Roberts recibió masivos aplausos de sus antiguos detractores del otro bando.

El mejor resumen que he visto hasta el momento proviene de Howard Kurtz, de The Daily Beast, que detalla la “fascinación de los medios” con Roberts, “el nuevo ídolo liberal” que salvó el plan de salud de Obama. Kurtz se concentra en el hecho de que sólo se considera que los conservadores han crecido o evolucionado cuando viran hacia la izquierda, y proporciona una detallada versión de los efusivos adjetivos con que se ha elogiado al anteriormente vilipendiado Roberts.

Aunque una maduración o un cambio de parecer drásticos crean un gran espectáculo televisivo, prefiero los exámenes más sobrios que consideran a Roberts como un pragmático, que hizo concesiones para emitir un fallo que ganaba la guerra al afirmar el principio conservador de la autoridad federal limitada, aún cuando se perdiera una importante batalla política. Eso se llama integridad -adhesión a principios esenciales ante la abrumadora presión para evadirlos por cualquier cantidad de buenas razones.

Tanto Sotomayor como Roberts han destruido los estereotipos en que otros los habían convertido. Y hemos ganado dos modelos de lo que es pensar independientemente y no seguir ciegamente a ningún grupo ideológico.

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