Congreso irresponsable

El Congreso federal se fue de vacaciones por cinco semanas, postergando la definición de asuntos urgentes. En este período, mucho más largo que el que goza el estadounidense medio, los legisladores dejan de lado leyes importantes para el país, y urgente para millones de personas a cambio de tiempo libre para hacer política, recaudar fondos, viajar o descansar.

De nuevo las diferencias ideológicas entre demócratas y republicanos tienen paralizada numerosos proyectos de ley cuya posibilidad de ser aprobada después del receso es más lejana en septiembre a medida que se acerca la fecha de la elección.

El único acuerdo labrado entre la Cámara de Representantes republicana y el Senado demócrata fue una extensión del presupuesto hasta el año que viene. De esta manera se evita la confrontación de fin de año ya característica sobre este tema entre ambos partidos hasta ver quién parpadea primero.

Hasta ahí llegó la preocupación en la Cámara baja que votó el jueves en favor de sus vacaciones. De esta manera quedaron colgados la renovación de la ley agrícola -hoy más urgente que nunca ante la sequía en el centro del país- y un proyecto de seguridad para proteger las redes eléctricas, los depósitos de agua y otras instalaciones de ataques cibernéticos. También quedaron pendiente el rescate del Servicio Postal, la Ley de Violencia contra la Mujer y una ratificación para eliminar las restricciones comerciales de la Guerra Fría con Rusia.

En realidad, los líderes de la Cámara Baja actúan acorde a su teoría de que un buen Gobierno federal es el que menos gobierna.

Por eso el calendario legislativo de la Cámara Baja ha estado programado para una sesión de 32 semanas, 10 semanas de trabajo en el distrito… y 10 de vacaciones. Hay que recordar que desde hace unos años, una semana de labor en Washington pasó a ser de tres días en la práctica porque lunes y viernes son considerados de viajes al distrito.

Todo esto por más de 174 mil dólares al año, más gastos y un seguro médico envidiable. No está nada mal. El problema que el contribuyente, que gana menos y que trabaja más que los legisladores, es el que paga estos salarios.

No sorprende por eso que la reputación del Congreso federal esté por el piso. Tampoco llama la atención que un sector republicano, que suele ser el crítico acérrimo de la inoperancia gubernamental, sea también el ejemplo del porqué de esa incapacidad.

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