Salvadoreños están solos ante la extorsión y la tortura
En algunas zonas de El Salvador, el miedo puede más que la justicia y la humanidad.
SAN SALVADOR, El Salvador.- Blanca Soto, desde el exilio, recuerda con dolor la mañana del 6 de agosto del 2010, cuando le pidió a su hijo Xavier Geovanni Mejía Soto que fuera a la tienda.
Ella jamás se imaginó que el dinero de la “renta” (extorsión) que le exigía la ‘clica’ de su pasaje (comunidad), llevaría a la desaparición y tortura de su hijo.
Esta familia vivía en la casa número 326 del pasaje 34 de la colonia Las Margaritas, Soyapango.
La casa es una vivienda que se ve muy bien cuidada, de color amarillo con balcones decorados. Es la única vivienda abandonada de la zona que no ha sido invadida por los pandilleros, aunque éstos mismos hayan girado una recompensa de $5,000 por la captura o muerte de Blanca. Ahora es una casa ‘destroyer’, una utilizada por los pandilleros para cometer sus fechorías, incluyendo secuestrar, torturar, matar y enterrar a sus víctimas.
Media hora había pasado desde que Xavier salió a comprar a la tienda, cuando Blanca entendió que su desaparición estaba relacionada con el pago de la “renta” de $3,000 que la pandilla le quería imponer por vivir en su casa.
Ella llamó inmediatamente a un investigador de la policía, quien le aconsejó que se fuera de la casa ese mismo día de la desaparición de Xavier y que tratara de negociar su liberación con los pandilleros.
Blanca agarró los documentos más importantes, algunas fotos, ropa y alrededor de las seis de la tarde, su esposo, ella y sus otros tres hijos abandonaron la casa en la que habían vivido por casi 20 años y que aún estaban pagando al Fondo Social para la Vivienda.
La mujer trató de negociar la vida de su hijo. Pero, una vecina le dijo que esa misma noche se habían escuchado los gritos de auxilio de Xavier en uno de los pasajes de la vecindad.
Aseguran que los gritos de terror se expandieron por toda la colonia, sin embargo no fueron suficientes para que alguien llamara a la policía. En estas zonas, el miedo puede más que la justicia y la humanidad.
Tras la noche de terror, sus asesinos decidieron desaparecer el cuerpo. Xavier fue encontrado dos semanas después en el río Acelhuate. “Le quebraron cada huesito del cuerpo a mi niño, tenía señales de alambre de púas en el rostro y lo ahorcaron con su propio cincho (cinturón)… son unos salvajes. El odio con que me lo torturaron no tiene nombre. Él no les había hecho nada”, dijo Blanca.
Esta madre no se hundió en la tristeza. En su lugar, enfocó sus energías en llevar a la cárcel a los responsables de la desaparición, tortura y muerte de Xavier. Por nueve meses, Blanca colaboró con los investigadores de la Policía Nacional Civil para identificar a los pandilleros que amenazaron a su familia y que según declaraciones de vecinos, secuestraron y torturaron al joven.
Blanca envió a la cárcel al marero que lo ahorcó y a la mujer que montó guardia afuera de la casa donde torturaron a Xavier.
Los dos “palabreros” (mareros que ordenaron el crimen) de la ‘clica’ fueron sentenciados a la pena máxima de 35 años, pero se encuentran prófugos de la justicia.
La buena noticia para Blanca es que su sentencia judicial no expira. El día que sean arrestados tendrán que cumplir su sentencia.”Si me matan algún otro de mis hijos, les vuelvo hacer lo mismo. No me quedo tranquila ni callada. Y si un día de estos me encuentran en la calle que tengan por seguro que no me voy a ir con ellos, me tendrán que matar en público”, aseguró Blanca sin miedo y desde el exilio en algún lugar de El Salvador.