Refrescos gigantes, no
La normativa entrará en vigor el próximo 12 de marzo
NUEVA YORK.- Las autoridades sanitarias de Nueva York dieron ayer luz verde a la polémica prohibición de los refrescos azucarados gigantes en la ciudad, una medida pionera en Estados Unidos con la que el alcalde Michael Bloomberg da un paso más allá en su cruzada contra la “epidemia” de la obesidad.
“Solamente con la propuesta de limitar las bebidas azucaradas, Nueva York ha llevado el asunto de la obesidad y del impacto que tienen estos refrescos al plano nacional”, aseguró horas después de la aprobación de la medida el primer edil de la Gran Manzana en una conferencia de prensa.
Conocido como la “niñera Bloomberg” por sus múltiples regulaciones para mejorar la salud de los neoyorquinos, que han tenido en el pasado víctimas como las grasas saturadas y el tabaco, el alcalde consiguió materializar la amenaza que lanzó hace poco menos de cuatro meses contra las bebidas azucaradas.
La Junta de Salud de la ciudad aprobó ayer la medida por ocho votos a favor y una abstención durante una proceso en el que se recordó que alrededor de seis mil neoyorquinos mueren cada año debido al sobrepeso y la obesidad, la segunda mayor causa de mortalidad que puede ser prevenida, tan solo por detrás del tabaco.
Así, a partir del 12 de marzo, cuando entra en vigor la norma, los refrescos con elevados niveles de azúcar (más de 25 calorías por cada 8 onzas o 0.236 litros) no podrán ser comercializados en envases que superen las 16 onzas o 0.464 litros en la Gran Manzana.
Los establecimientos afectados serán todos aquellos regulados por el Departamento de Salud de Nueva York, es decir, restaurantes, cadenas de comida rápida como McDonald’s, carritos de comida callejeros, bodegas y tiendas de ultramarinos, cines, estadios y salas de conciertos.
Precisamente el Barclays Center, que será hogar del equipo profesional de baloncesto Brooklyn Nets cuando abra sus puertas en dos semanas, anunció ayer que será el primero en implementar de forma voluntaria la medida, que no afecta a los supermercados porque éstos se rigen por la normativa estatal.
Pero la respuesta a la polémica medida, que según una reciente encuesta de The New York Times rechazan seis de cada diez neoyorquinos, no ha sido tan favorable por parte de la coalición “Neoyorquinos para opciones de bebidas”, que reúne a cerca de dos mil empresas que se verán afectadas por ella.
“No podemos permitir que la Administración o el Gobierno dicten lo que uno puede comprar. Es una sustancia legal, estamos hablando de refrescos azucarados, eso no es ilegal. Estamos dejando que el Gobierno nos diga que no tenemos la educación para determinar lo que queremos comprar”, dijo a Efe la presidenta de la coalición, Liz Burman.
La organización, financiada por gigantes de la industria de los refrescos, lanzó una masiva campaña contra la propuesta que pasó por pintar camiones de reparto en Nueva York con una silueta que se asemejaba a la Estatua de la Libertad, pero que en lugar de sujetar una antorcha sostenía un enorme refresco.
“Estamos examinando nuestras opciones, incluyendo rebatir la propuesta a nivel legal”, aseguró Burman, de origen dominicano, quien afirmó que en las próximas dos a tres semanas desvelarán los planes de la organización, que desde su lanzamiento ha reunido más de 256.000 firmas para plantar cara a esta prohibición.
La normativa, la primera de este tipo jamás aprobada en un país en el que más de un tercio de la población sufre de obesidad, tampoco ha convencido a algunos expertos como Mary Platek, profesora de nutrición clínica de la Universidad de Nueva York.
“Probablemente no va a ayudar a frenar la obesidad porque la gente puede comprar los envases más pequeños y beberse dos o tres”, explicó a Efe Platek, quien añadió que el problema de la obesidad es “demasiado complejo” como para poder atajarlo con una medida que solamente se centra en las bebidas azucaradas.
Pero pese a toda la polémica y rechazo que ha generado desde que la anunció en mayo pasado, el alcalde de Nueva York celebró la aprobación de una medida que, a su juicio, “es el mayor paso que cualquier ciudad haya tomado jamás para poner fin a la obesidad”.