¿Cómo ayudaría usted?

Burbujas

Cada día son más numerosos los lectores que se toman la molestia de escribirme y a veces, como en el caso de don Carlos Enciso, esas cartas son una sacudida porque hacen ver la dura realidad que viven algunos inmigrantes.

No es que me sea desconocida, pero es bueno que, de vez en cuando, le sea recordada a uno.

Me dice don Carlos que tiene 43 años de edad, que está aquí desde 1989, como inmigrante “indocumentado” e insiste en que yo estoy equivocado al decir que ellos no se quieren integrar. “Pienso, continúa, que está un poco mal al afirmarlo”.

El habla inglés, no tiene no tiene record criminal. Su sueño siempre ha sido el poder tener su residencia legal, para el, para su esposa; tienen un hijo y una hija.

Me habla de su deseo de integrarse y de los innumerables problemas que encuentra, entre ellos la negativa de expedirle una licencia de manejar.

Por cierto el negar una licencia que sólo certifica que quien la tiene esta capacitado para manejar, es una solemne tontería y politiquería pura.

“Todo eso nos hace la vida muy angustiosa y triste, llena de temores”, afirma

Me pregunta como llegue aquí y me recomienda que “deje de escribir como si hubiera nacido a aquí”. Y termina: “Usted tiene la obligación moral de apoyarnos.

Usted, por medio de su columna, tiene la fuerza y el medio para poder llegar a mucha gente y hacer una gran diferencia en la vida de otros como yo”.

Don Carlos, yo he intentado ayudar cuando he podido, pero la influencia de una columna se basa en sus lectores; la fuerza no la tengo yo, sino ustedes. Yo puedo ser vocero de inquietudes diciendo mi verdad y cuando me llego a equivocar lo acepto y rectifico. Y créame, don Carlos, decir la verdad muchas veces es difícil y doloroso.

Es mas fácil caer en la hipocresía política, en el deseo de quedar bien con alguien, que me tiene sin cuidado. Yo funciono así y soy el más severo juez de mí mismo.

Don Carlos: Usted y todos los que me leen somos amigos.

El que me regalen su tiempo para que platiquemos en La Opinión Domingo a Domingo nos acerca aunque en algunas cosas no estemos de acuerdo y más todavía, como sucede, que en muchos casos mis lectores tienen la razón y no yo.

Contarle mi historia, 93 años, con altas y bajas, carece de interés y ocuparía mucho espacio en las páginas de mi periódico.

Pero ahí le van unas gotitas…

Vine aquí, por primera vez hace muchos años, soñando hacer dinero y tras estar a bordo del colapso económico y moral, encontré un trabajo de lavaplatos en el hotel Pensilvania en Nueva York, de sueldo bajo pero con comida.

Pude sobrevivir…

Así empezó mi carrera hotelera de muchos años que me llevó a altos niveles ejecutivos en diversas partes del mundo.

He sido pobre, rico nunca… Estoy satisfecho con lo que hago e hice.

Mis problemas con migración fueron cuando, habiendo sido nombrado Vicepresidente de Aeroméxico para Los Ángeles, Tijuana, y el lejano oriente, entré al país con una visa “L-1”, visa que había que renovar cada seis meses en el consulado Americano en Tijuana.

Nunca, en ningún otro lado, hemos sido tratados tan mal, Lucila y yo, como en ese consulado de instalaciones sucias y una discriminante actitud de superioridad de todos. Yo iba como cualquier otro, me formaba en las filas y recibía regaños como todos, por todo.

Tras 5 años de esa vergonzosa experiencia logré la residencia permanente en la Embajada de los Estados Unidos en México y nunca más tuvimos que volver a ese consulado que era –¿o es?– una vergüenza para los Estados Unidos.

Ahora bien: ¿Qué puedo hacer para ayudar?

¿Si usted, don Carlos escribiera esta columna como ayudaría?

Personalmente y desde el punto de vista humanista estoy 100% con todos aquellos que “merecen” ser ayudados a regularizar su situación migratoria, pero no puedo menos que recordarles que están violando una ley, obsoleta y absurda, pero ley en vigor.

Y mientras la frontera siga siendo permeable a todo tipo de contrabando, de personas, de drogas y de armas ¿que recomendaría usted?

He pugnado, quien me ha leído lo sabe, por regularizar la situación de los indocumentados.

Aclaro que regularizar no es solucionar los problemas de todos y cada uno de ellos, sino los del país en el que viven millones que, oficialmente, no existen.

Y aunque en verdad pudiera haber voluntad política para regularizar a gran parte de los indocumentados, no será fácil hacerlo.

Yo no puedo dorarle la píldora a nadie, ni mentir para caer bien. Digo las cosas como creo que son y hablo a veces como creo que deberían ser.

Yo creo que en ningún país del mundo permitirían vivir a tantas personas que entraron violando una ley y se habla de millones.

¿Como ayudaría usted, don Carlos, si escribiera esta columna?

Yo creo que si la economía mejora y el índice de desempleo baja a menos del 7% vendrá una rápida regularización migratoria, porque entonces necesitaran brazos. En tanto esto no suceda migración seguirá siendo parte del circo político de los partidos, que no se atreven a decir que no, pero no tienen prisa para actuar.

No sé si así sea, pero así lo veo…

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