Mataron a la reina

Ampliar el odio a Elba Esther y los maestros no mejorará el sistema educativo, como crucificar a una líder tampoco mejorara la democracia sindical

Fotografía de archivo fechada el 12 de mayo de 2009 de la líder sindical  Elba Esther Gordillo.

Fotografía de archivo fechada el 12 de mayo de 2009 de la líder sindical Elba Esther Gordillo. Crédito: Archivo / EFE

México

El gobierno golpeó a Elba Esther Gordillo, la mujer más influyente del país, de una forma contundente y con audacia.

La encarcelaron acusada de la forma como se acusa a los mafiosos, por lavado de dinero, y para inmovilizarla ya la amenazaron con agregarle cargos, pero se cuidaron muy bien de no usar un lenguaje que tenga lecturas diversas y problemáticas.

En primer lugar se cuidaron de no acusar al sindicato, y buscaron un acomodo político evitando un curso de colisión con el sindicato más importante de América Latina. Murió la reina, entronizaron al rey que es el delfín. Se cambia de líder pero no de estructura, finalmente México tiene una gran experiencia en gatopardismo: reformar todo para que no cambie nada, eso se logró cuando Salinas impuso –Manuel Camacho dixit— a Gordillo, y ahora se la encarcela para que pueda no cambiar nada, excepto que el sindicato se doblegue para hacer trabajo electoral para el PRI, factor no poco importante este año con 13 elecciones por delante y para que no estorbe la implantación de la Reforma Educativa.

El encarcelamiento coincide con dos momentos cruciales: ella iba hacia una reunión donde se iba a aprobar la estrategia para luchar contra la reforma educativa, y estando en medio del proceso de negociación salarial, del que se había informado poco.

Peña Nieto se metió en una trampa. Si la dejan salir ya derrotada será obvio que una vez más se usó a la ley para eliminar a una enemiga política, si no se encarcela a corruptos notorios incluido alguien del PRI (Flores del PAN, Granier del PRI, Romero Deschamps de PEMEX que ocupa el número uno en las preferencias), será evidente que todo era una venganza política, y si se encarcela más gente se arriesga la estabilidad precaria que tenemos en muchos frentes.

Elba Esther sufrió una campaña de desprestigio muy bien orquestada que llevó a que mucha gente la odie sin saber muy bien porque la odian, será muy grave que las cosas no mejoren sustancialmente como efecto del acto político y no van a cambiar. La credibilidad ganada por Peña se puede evaporar muy pronto.

Ya abundan los comentarios –que no análisis— con los deseos de los que los emiten y que solamente generan confusión. Ampliar el odio a Elba Esther y los maestros no mejorará el sistema educativo, como crucificar a una líder tampoco mejorara la democracia sindical. Poniendo las cosas en el ámbito nacional tendremos que reconocer que no se puede democratizar a una parte dejando al todo con las características autoritarias que lo marcan desde hace varias décadas. Ya Peña tendrá que explicar el propósito fallido, pero para entonces de la líder no se acordara nadie.

¿Qué busca Peña con esta maniobra? ¿Consolidar su posición política, reconstituir al presidencialismo mexicano, eliminar a sus contrincantes, enviar mensajes para que nadie se atraviese en su intento de recuperar el control del país? Aunque no parece factible en esta época construir un presidencialismo democrático, especialmente porque no se puede desaparecer el hecho que está acusado de haber ganado por medio de una compra masiva de votos. Si Peña reconstituye el autoritarismo mexicano no necesariamente lo hará para la mejoría de todos y si para el beneficio de la oligarquía que lo llevó al poder y para eso, si funcionan muy bien las cortinas de humo.

No hay duda que este es un evento más que contrasta a este gobierno con el anterior, y que obliga a los panistas a dar explicaciones: mientras Fox y Calderón le hacen grandes concesiones a la maestra, Peña rompe sugiriendo que no habrá concesiones, que arranca un proceso de rendición de cuentas, pero para que tenga validez debe ser generalizado y nunca selectivo. Por mucho que se beneficie el presidente no puede –ni debe- mostrar que esto fue una venganza personal. ¿Podrá?

Peña Nieto no está construyendo un presidencialismo democrático. Desde que era gobernador demostró su preferencia por los golpes de fuerza (Atenco no se olvida) y aquí lo ha reafirmado. Aquellos que en el pasado compartieron esa cultura y que ahora quieren erigirse como críticos para marcar una distancia con sus conductas vergonzosas poco abonan al debate nacional, porque son aves de rapiña que esperan la oportunidad para hacerse con una parte del poder, pero no para el beneficio de la sociedad, sino para su beneficio propio.

La popularidad del presidente ha tenido un ascenso súbito, pero el gobierno es algo mucho más complejo y profundo que la satisfacción de las vanidades, porque igual como sube en las encuestas también cae.

Esto lo pone frente a pruebas importantes: ¿Se atreverá contra los poderes mediáticos, contra la corrupción generalizada, contra las malas policías, contra gobernadores abusivos? El abrió la caja de Pandora, la sociedad debe estar pendiente para no ser burlada una vez más.

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