Historias de éxito de IRCA

IRCA debe servir de recordatorio de que no todo estuvo mal con la amnistía de 1986

Un quebrantado e hipócrita sistema migratorio protegió a los empleadores y se hizo de la vista larga en la frontera, facilitando el ingreso de inmigrantes.

Un quebrantado e hipócrita sistema migratorio protegió a los empleadores y se hizo de la vista larga en la frontera, facilitando el ingreso de inmigrantes. Crédito: Archivo/Aurelia Ventura / La Opinion

Inmigración

IRCA suena a mala palabra. La última amnistía promulgada en 1986 por el presidente republicano, Ronald Reagan, se recuerda siempre por lo negativo, sobre todo la falta de mecanismos de seguridad en la frontera y en los centros de trabajo. Sin efectivas sanciones, los empleadores siguieron burlando leyes y contratando indocumentados. De legalizar a casi tres millones con la amnistía de 1986, ahora se defiende un plan de reforma migratoria para ofrecer una vía de ciudadanía ganada para 11 millones de indocumentados.

Jeb Bush, el ex gobernador de Florida y ahora proponente de una confusa postura en torno a conceder o no una vía de ciudadanía a esos 11 millones de indocumentados, también argumenta que 60% de los inmigrantes que se beneficiaron de esa amnistía de 1986 no se hicieron ciudadanos y que por lo tanto, ahora en 2013 no sería necesario conceder una vía a la ciudadanía para los inmigrantes. Bush no dice nada de quienes sí se hicieron ciudadanos.

La afirmación de Bush está mal por donde se le mire pues propone, por ejemplo, un estatus de segunda clase para 11 millones de inmigrantes mayormente hispanos pisoteando la tradición inmigrante que busca integrarlos y darles la opción de convertirse en activos participantes de la democracia, incluyendo mediante el voto.

Y está mal por provenir de un republicano que siempre defendió la reforma migratoria con una vía a la ciudadanía y que ahora, cuando se perfila como un potencial aspirante a la nominación presidencial republicana en 2016, echa mano de una estrategia errada y cansada que aleja a los votantes latinos.

Pero eso es harina de otro costal.

IRCA pasó a emplearse como una mala palabra pero rara vez se reporta lo positivo de la amnistía de 1986. Que las familias beneficiadas, se hayan hecho o no ciudadanos, salieron adelante. Que las historias de éxito logradas gracias a esa amnistía han beneficiado a familias, comunidades y al país.

Yo trabajo con una de esas historias de éxito.

La familia de mi colega María Ponce se regularizó gracias a la amnistía de 1986. La familia, los padres y sus seis hijos, tres mujeres y tres varones, llegaron de Mascota, Jalisco, a Santa María, California en 1989. IRCA legalizó a quienes llegaron a Estados Unidos antes de 1982 y a quienes laboraban en los campos agrícolas, como los padres de María.

Ella apenas tenía ocho años. Siempre narra cómo su padre era trabajador agrícola por temporadas mientras la familia permanecía en Mascota. Con el paso de los años y el nacimiento de los hijos, juntaron todos sus ahorros y decidieron que era mejor radicarse de este lado para dar a los hijos mayores oportunidades educativas. También recuerda la odisea de los primeros años en California y cómo poco a poco, con trabajo y esfuerzos, fueron adaptándose, se regularizaron gracias a IRCA y eventualmente se integraron como ciudadanos de este país.

Los padres de María levantaron seis hijos que ahora son seis profesionales: contables, maestros, agrónomos, dueños de sus propios negocios.

María es una de esas profesionales y ahora lucha para que otros inmigrantes tengan las mismas oportunidades.

¿Qué significó IRCA para María?

“Significó una gran oportunidad de seguir adelante y a la misma vez una gran responsabilidad de trabajar más duro para alcanzar mis metas y es por eso que le puse más esfuerzo para aprender inglés y ser una estudiante aplicada, para agradecerle la oportunidad a este país. Significó un orgullo inmenso para mis papás porque que íbamos a tener una oportunidad de salir del campo y estudiar y aspirar a ser alguien en la vida. Significó que con mucho sacrificio y trabajo se consiguen las cosas. Y por eso, siempre estaré muy agradecida a este país”, señala María.

Las condiciones actuales no son las de 1986. Si siguieron llegando más inmigrantes ha sido por un quebrantado e hipócrita sistema migratorio que protegió a los empleadores y se hizo de la vista larga en la frontera y al interior del país cuando esos empleadores contrataban indocumentados con bajos salarios y sin protecciones en detrimento de los propios inmigrantes y de los trabajadores estadounidenses. Pero un buen día todos se percataron de que ya no eran tres millones sino 11, de que esos trabajadores indocumentados eran mayormente hispanos, hablaban otro idioma, lucían diferentes y estaban cambiando el rostro a ciudades, estados, al país. Y esos indocumentados echaron raíces y tienen hijos ciudadanos. Y esos inmigrantes que contribuyen a la economía con su trabajo y el pago de diversos impuestos han servido de chivos expiatorios en momentos de crisis y de vacas flacas, o cuando es efectivo explotarlos para fines político partidistas.

Las condiciones de 2013, en el umbral de un debate migratorio en el Congreso, no son lo que eran en 1986. La frontera está más segura que nunca y las medidas de control al interior del país y en centros de trabajo son más severas y sin duda ambos rubros serán fortalecidos en cualquier proyecto que emerja del Congreso.

IRCA no es una mala palabra. Fue la solución al problema de otra época, de 1986, que no aplica al problema de 2013, pero que debe servir de recordatorio de que no todo estuvo mal con la amnistía de 1986.

María y su familia son vivo ejemplo de que la vituperada ley también produjo historias de éxito.

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