Manos fuera del papa

Felizmente, Francisco ve un pobre como "el mínimo y dulce" Francisco de Asís, y se le arregla el semestre

El papa Francisco, en la Santa Sede.

El papa Francisco, en la Santa Sede. Crédito: EFE

Papeles

Mucho manoseo al papa Francisco. Para empezar, le hace falta el I para darle estatus a su pontificado: Francisco I. Simplemente Francisco, como que no rima. Queda parecido al vecino de al lado. O al tendero del barrio. De allí al confianzudo Pacho, o al “Pachito”, solo hay un paso.

Francisco, perdón, papa Francisco: necesitamos a gritos el I. ¿Qué sería del rey de Francisco I sin el número romano? No leí más en Google sobre este rey francés (1494-1547) así que voy el siguiente párrafo.

Tampoco riman un papa argentino y la humildad. Son antípodas. Papa Francisco, un poco de arrogancia, por favor. No mucha. La suficiente para no hacer quedar mal al gauchaje.

Los que mangonean con la ortografía ordenan escribir papa, con minúscula. Si una chanfa de esas no amerita mayúscula, apagá y vámonos.

“Cuervo”, le dicen los atorrantes directivos de san Lorenzo, el equipo por el cual el papa era capaz de renunciar al cielo. Respetico, mis amores, así sea ese el apelativo de todos los hinchas de ese equipo del que chistosos dicen que tienen más papas que títulos.

Su presidenta, Doña Cristina Fernández, su nueva mejor amiga, la primera jefe de estado en probar las viandas que sirven al almuerzo en el Vaticano, le pidió que se dé golpes con los ingleses por lo de las Malvinas. ¿Habrase visto?

Si hasta casi se nos cae su santidad (todavía no ha prohibido que sus súbditos de media petaca le digamos así). “Un tropezón cualquiera da en la vida”, dice el tango que debió canturrear bajo la ducha vaticana. Menos mal ví el tropezón en diferido. En directo, habría un columnista menos en el periódico.

No ha faltado el chiste de tas-tas: Francisco es muy buena papa (excelente persona). Claro que el tubérculo que tiene tan feo nombre, debe estar que no cabe en la ropa con semejante paralelo.

Dios no ríe. Jesús nunca lo hizo. Solo en el suelo en episodio de la mujer adúltera. Pero nadie ha podido descifrar qué escribió entonces. A los evangelistas que narran el suceso les faltó ir más allá. (Creo saber lo que escribió: Eres tan bella, mujer, que haces bien en ser infiel).

Claro que Jesús hizo milagros, la forma más sofisticada y sutil del humorismo. Eso de caminar sobre las aguas o multiplicar el vino en una fiesta que amenazaba convertirse en un bostezo, es risible a morir.

El papa Francisco sí ríe, bromea, da palmaditas en la espalda. Es una festiva milonga. Podría trabajar de libretista con sus paisanos Les Luthiers. Sabe que las cosas más serias se pueden decir en broma. Lo dijo Homero. ¿O sería Cervantes? ¿O ninguno de los dos?

Felizmente, el papa ve un pobre como “el mínimo y dulce” Francisco de Asís, y se le arregla el semestre. Para ahí es la cosa, che. Es el tiempo de los desposeídos.

Que es demasiado humano lo constatamos porque besa. Besar es sinónimo de ser argentino. Hasta besó a la madre del presidente ecuatoriano quien aprovechó para sacar una foto del bolsillo para mostrársela a Jorge Mario, perdón, a Francisco, qué digo, al papa.

A su novia de juventud le notificó: “Si no te casas conmigo, me hago cura”. ¡Qué mal esposo se ahorró su noviecita gaucha! Gracias a que su novio no le dio ni la hora de la semana pasada nosotros “habemus papam”.

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