Padres de “Dreamer” detenida se preocupan por su hija

Joel Mateo y su esposa María esperan, en la casa de la familia en Inglewood, que Lizbeth regrese.

Los Mateo no saben nada de ella desde el lunes, día en que Lizbeth trató de entrar de nuevo por Nogales, Arizona.

Los Mateo no saben nada de ella desde el lunes, día en que Lizbeth trató de entrar de nuevo por Nogales, Arizona. Crédito: Ciro Cesar / La Opinión

Cuando Lizbeth Mateo le dijo a su papá Joel que iba a ir a México a “traer a otros muchachos indocumentados”, este en un principio la cuestionó.

“Pero tu ya estás aquí y vas a comenzar la escuela de leyes pronto”, le dijo el papá a la muchacha, quien vino a los Estados Unidos de Oaxaca en 1984 para luego traerse a su esposa e hijos en 1998.

“Ella me dijo que había muchos otros jóvenes sin papeles a los que ayudar. Ella no es egoísta, no piensa sólo en sí misma, sino en los demás. Pero no todos llegan tan lejos como ella ha llegado”.

Joel Mateo y su esposa María esperan, en la casa de la familia en Inglewood, que Lizbeth regrese. “Aquí en casa la estamos esperando y cuando regrese vamos a hacer una fiesta”.

Su esposa María apenas habla, asiente con la cabeza a lo que dice su esposo y confirma sus palabras. “Estamos preocupados, pero la apoyamos 100%”, dicen los dos, casi al unísono.

No es la primera vez que esperan por Lizbeth, de 29 años. “Ella lleva más de diez años en esta lucha, no es de ahora”, dice el papá Joel. “Ella sabe bien que tiene 100 por ciento nuestro apoyo”.

La casa de la familia Mateo está en un vecindario residencial de Inglewood, de casitas unifamiliares, con cuidados jardines y flores en la vereda. Son hogares de gente trabajadora, pero que ha logrado algo luego de años de lucha. La sala del hogar, con el piso de madera reluciente de limpio y unos pocos muebles sencillos, la preside un altar con imágenes de la Virgen y de Jesucristo y una sola vela roja.

Una de las mesitas la preside una foto de Lizbeth, vestida de toga y birrete con un grupo de dreamers, en una sentada de protesta en la oficina del Senador John McCain en 2010. Esa fue la primera vez que la muchacha pasó la noche en un centro de detención, del que salió dos días después. Esta es la segunda vez y el resultado es menos cierto.

Los Mateo no saben nada de ella desde el lunes, día en que Lizbeth trató de entrar de nuevo por Nogales, Arizona, luego de abandonar el país por primera vez en 15 años una semana antes.

Joel Mateo, quien protege a sus otros dos hijos (menores, varones) de las preguntas de la prensa, dice que este país está coartando el progreso de toda una generación si no legaliza a los “dreamers”.

“Da tristeza, porque les cortan las alas. Ellos pueden llegar lejos pero no es justo que hagan tanto sacrificio porque aunque se gradúen luego no pueden ejercer”, apuntó. A quienes dicen que son personas que han quebrantado la ley, Mateo contesta: “esas son leyes hechas por el hombre, se pueden cambiar si no funcionan”.

Lizbeth se graduó de CSUN y ya pagó la colegiatura de la escuela de leyes en Santa Clara, en la que debe empezar sus estudios en agosto.

“Tiene que volver pronto”, dice María Mateo. “Las clases ya casi empiezan”. La familia Mateo mantiene la fe en que su hija está haciendo lo correcto y todo saldrá bien.

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