Guelaguetza, la fiesta del mundo (fotos)
El homenaje a las culturas indígenas más reconocido de México superó las expectativas este año.
OAXACA, México.- Dulce Yaneth Grijalva caminó con paso firme, la cara altiva y la sonrisa coqueta para representar a la Diosa Centéotl, la Reina del Maíz, blanco de las ofrendas en la Guelaguetza, el homenaje racial más reconocido de México que cada año busca conquistar el gusto internacional.
“La fiesta es el regalo de reconocimiento a las culturas indígenas, pero también es un regalo de las culturas prehispánicas para el mundo, donde andan muchos oaxaqueños que tuvieron que emigrar”, dijo la joven zapoteca de 18 años minutos antes de subir la escalera que la llevó al escenario para dar inicio al espectáculo.
“A los que se fueron, como a mis primos que viven en Los Ángeles, les decimos: aquí están sus raíces; a los que nunca han venido, vengan, los vamos a sorprender”.
Los bailes de la Guelaguetza, que se ofrecen los dos lunes siguientes al 16 de julio tiene una larga historia de imposiciones culturales, pero sus orígenes se encuentran en la adoración del dios zapoteco de la lluvia Pitao Cozobi, que los aztecas desplazaron por la deidad del “maíz maduro”, en 1496.
Posteriormente, a la llegada de los españoles, los curas católicos obligaron a la adoración de la Virgen del Carmen hasta que artistas e intelectuales hicieron lo suyo en 1932 para impulsar La Guelaguetza con un teatro al aire libre para la reivindicación del folclor regional.
Desde entonces los danzantes de los siete pueblos del estado se reúnen aquí para bailar yen honores a la muchacha con mayor conocimiento de las tradiciones de su etnia que es electa por vigilantes de la lengua, el vestuario, la comida, la vida tradicional.
“Anteriormente se traían ofrendas para el gobernante en turno, pero desde 2010 las ofrendas son para la Diosa del Maíz que a su vez los cede a la gente”, detalló Margarita Toledo, presidenta del Comité de Autentificidad de la Guelaguetza.
Dulce Yanet observó desde un palco de honor a los bailarines que lanzaron pan, frutas, dulces, tortillas y sombreros al aire mientras ella soñaba empoderarse aún más como mujer, profesionista (quiere estudiar gastronomía) e indígena.
“Hoy me siento orgullosa de mi raza y quiero que otros se sientan igual”.
El sonido de la chirimía, las flautas y tamboras hicieron girar los trajes multicolores que representan las andanzas y costumbres que dieron origen a cada uno de los bailes a veces paganos, a ratos religiosos con cruces y cáliz.
Por mencionar algunos: “La Llevada del Guajolote” para la familia de la novia, o la Danza de los Rubios que habla sobre los arreadores de ganado, o la Danza de la Piña que ofrendan las mujeres que desean una buena cosecha.
Entre el público, Roberto Guzmán, un hijo de inmigrantes oaxaqueños nacido en Estados Unidos, se estremece en su segunda visita. “No puedo explicar lo que siento con otra palabra que no sea orgullo y tristeza por mis padres”, dijo poco después de escuchar la Canción Mixteca.
“Que lejos estoy del suelo donde nacido/inmensa nostalgia invade mi pensamiento/ y al verme tan solo y triste cual hoja al viento/ quisiera llorar, quisiera morir de sentimiento”.
– 120,000 turistas visitaron La Guelaguetza en 2013
– Alrededor de $20 millones en derrama económica.