Los marcos del poder

Me imagino estar en un enorme lugar, en que hay millones de ciudadanos. Ahí esta un cuadro del que la política es el marco, los políticos son las figuras enmarcadas, y todos los demás contemplamos ese cuadro

El sol se levanta sobre el horizonte cerca del Monumento a Jefferson en Washington, en el comienzo de un día en el Capitolio de la nación.

El sol se levanta sobre el horizonte cerca del Monumento a Jefferson en Washington, en el comienzo de un día en el Capitolio de la nación. Crédito: AP

Burbujas

Nunca, en los mas de 30 años que llevo escribiendo semanalmente para ustedes en La Opinion, he sido inundado con tantos mensajes amables como en la semana en que escribí de mi niñez.

Mil gracias… hoy vuelvo a lo más trascendental.

Desde muy joven he admirado la democracia de Estados Unidos. En un mundo que el siglo pasado produjo tipos como Hitler, Mussolini, Franco y Stalin y todos esos “hombres fuertes” de Latinoamérica, era refrescante, para los que amamos la libertad, leer la Constitución de los Estados Unidos que desde fines del siglo XVIII estableció los derechos de sus ciudadanos, y limitaba el poder de sus gobernantes.

He estado preocupado porque nuestra furia partidista no cabe en una democracia constitucional y está cada vez mas supeditada a los intereses económicos.

Me parece que no están cuidando el prestigio del país ni resolviendo nuestros problemas. Les importa solo su parte del poder. Voy a usar una metáfora.

Me imagino estar en un enorme lugar, en que hay millones de ciudadanos. Ahí esta un cuadro del que la política es el marco, los políticos son las figuras enmarcadas, y todos los demás contemplamos ese cuadro.

Dentro de ese marco las figuras se mueven en él con libertad sin interesarles lo que pasa en el exterior, y nosotros, los espectadores, nada podemos hacer para que dejen la politiquería partidista a un lado y nos representen. Solo externamos nuestro desacuerdo. Las figuras enmarcadas son: Un presidente, 100 senadores, 435 representantes y una Corte Suprema con nueve miembros, en total 545 personas.

¡Esas 545 personas son los dueños del poder!

Nosotros, que somos 300 millones, estamos sujetos a las decisiones de esos 545, sin apelación posible.

Los “enmarcados” se autoregulan en todos sentidos y nada tienen que decir los espectadores. Nosotros solo cargamos con el costo de esos cambios y con sus consecuencias.

Solo de vez en vez podemos cambiarlos votando, y eso bajo ciertas condiciones impuestas por ellos, pero ninguno de ellos tiene obligación de darnos explicaciones.

Participan en una especie de pantomima agresiva de odio partidista cuando en realidad protegen sus intereses de grupo y personales.

Todos nosotros somos sus patrones y pagamos el costo de mantenerlos en las condiciones y prestaciones que ellos establecen a su favor.

Son beneficiarios de privilegios, establecidos por ellos para ellos, muy superiores a los que tienen sus jefes, léase nosotros los 300 millones de espectadores del cuadro.

Esos privilegiados están agrupados en tres poderes: el presidencial, el Congreso, y el judicial, que la constitución estableció así para que hubiera un contrapeso y se controlaran unos a otros. Esos 545 dueños del poder son los que deberían controlarse a si mismos para servirnos a los demás. Salta a la vista que la forma en que se maneja la política actual no refleja el espíritu de la constitución.

Me enviaron, vía electrónica, la “Última Columna” que Charley Reese, un columnista, escribió para el Orlando Centinel al retirarse. Esa columna abunda en ejemplos de la actitud de nuestra clase politica.

Reese insiste que su columna es políticamente neutral o sea no es ni demócrata ni republicana.

Dice (traducción mía): “Es incomprensible para mí que una nación de 300 millones no pueda reemplazar a 545 personas convictas, por hechos recientes, de incompetencia e irresponsabilidad. No puedo pensar —dice— en un solo problema doméstico que no pueda ser atribuible directamente a esas 545 personas. Ustedes deben comprender que son esas 545 personas las que ejercen el poder del gobierno federal y tendrá que concluir que lo que existe es lo que ellos quieren que exista”.

Continúa: “Lo que separa a un político de una persona normal es su cinismo. Ninguna persona normal tendría el cinismo del presidente de la Casa de Representantes de criticar al Presidente culpándolo de crear déficits. El Presidente solo propone un presupuesto pero no puede obligar al Congreso a aprobarlo.”

Lista más adelante: “Si los impuestos son injustos es porque [esos 545] lo quieren asi. Si el presupuesto esta en rojo, es porque lo quieren asi. Si el ejercito y los marines estan en Irak y Afganistán es porque quieren que estén ahí…”

Sigue una larga lista y remata: “Esas 545 personas, solamente ellos, son los responsables. Ellos, solo ellos, tienen el poder”.

Si el disgusto con los politicos es creciente cada día, habrá que encontrar como obligarlos a ser responsables de su actuación, y debería haber una forma fácil de reemplazarlos cuando los representados no estén satisfechos con su desempeño.

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