Derecho a ser persona

La presión para que se apruebe una reforma migratoria está aumentando a la misma vez que quedan muy pocos días para que terminen las sesiones legislativas este año.

La presión para que se apruebe una reforma migratoria está aumentando a la misma vez que quedan muy pocos días para que terminen las sesiones legislativas este año. Crédito: AP

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Uno de los mayores obstáculos para la aprobación de una reforma migratoria en este país son las percepciones equivocadas en torno a los inmigrantes irregulares. Numerosos estudios han demostrado que las aportaciones de los indocumentados a la economía estadounidense exceden, en mucho, los beneficios que reciben. Para empezar, se les considera criminales por haber cruzado la frontera de manera irregular, se les menosprecia porque la mayoría llega sin más equipaje que sus deseos de trabajar y porque muchos no hablan inglés y tienen la piel oscura.

Estos prejuicios son especialmente acentuados cuando los recién llegados carecen de educación superior.

Por lo general, para los inmigrantes con títulos universitarios, especialmente si son egresados de las áreas de ciencia y tecnología, hay un poco de más tolerancia porque se les considera benéficos para la economía.

Pero no ocurre lo mismo con quienes no tienen esas habilidades, a pesar de que ellos también cumplen una función esencial porque desempeñan los trabajos que nadie quiere hacer, sobre todo por un bajo salario, como laborar en el campo, limpiar baños o cuidar enfermos.

Esto simplemente quiere decir que la migración, ya sea calificada o no, produce desarrollo y, al mismo tiempo, éste genera migración.

Hay que destacar, por otro lado, que la percepción equivocada de los migrantes no sólo se da en los países a los que llegan sino también en sus países de origen.

En el caso de México, por ejemplo, a pesar de las millonarias remesas que envían, con frecuencia se les tacha de traidores, y muchos quieren negarles derechos como el de votar y aspirar a puestos de elección popular, lo cual los coloca en una situación de doble vulnerabilidad: es decir, sin derechos ni aquí ni allá.

Esta es precisamente una de las mayores injusticias que se cometen contra los indocumentados: el querer despojarlos de sus derechos.

Cuando se da el debate sobre los inmigrantes irregulares, con frecuencia se habla de ellos desde el punto de vista económico o de seguridad nacional, pero se les olvida algo fundamental: de que se trata de seres humanos que, al margen de su situación migratoria, tienen derechos inalienables, como lo es el derecho a la integridad física y moral, al cuidado médico, a condiciones justas de trabajo, a la educación, a una vivienda, a organizarse y a recibir ayuda jurídica.

Quienes creen que los indocumentados no tienen derechos porque viven sin permiso de residir en un país, no sólo cometen una gran injusticia, sino que están en un grave error. Es hora de combatir esos mitos y percepciones equivocadas con argumentos sólidos y basados en hechos para poder discutir el tema de la inmigración irregular bajo una óptica más justa y realista: la de que los inmigrantes irregulares, lejos de ser un fardo, constituyen una riqueza y son, antes que nada, seres humanos como cualquier otro.

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