Como inspirado en el Mago de Oz

En el discurso, el jefe del gobierno y del Estado y sus secretarios rebosan de optimismo, energía y seguridad en su capacidad de gobierno y de la estructura estatal para dirigir a México

Apariencia y Realidad. A veces pareciera que el Estado mexicano está inspirado en un cuento: El Mago de Oz: mucha apariencia y poca sustancia. Promete portentos pero no tiene capacidad para cumplirlos. Como en el país de Oz, depende de la credulidad de su audiencia y de que esta no se tope con la realidad.

El Estado mexicano se presenta como una entidad coherente y dispuesta a acometer ambiciosos planes para resolver casi todos los problemas: pobreza, hambre, mala educación, el viejo corporativismo sindical, falta de empleo y la creación de un seguro de desempleo, rehacer la naturaleza de la industria petrolera por vía de la privatización y desnacionalización, disolver monopolios y crear una auténtica economía competitiva, modificar el sistema financiero, poner al día la política fiscal, revitalizar el campo, recuperar la seguridad, hacer efectivos los derechos humanos, rehacer la impartición de justicia, dar protección al medio ambiente, combatir la corrupción, relanzar el TLC, regresar al sistema electoral la credibilidad perdida. En fin, la lista de promesas puede ser tan larga como los 95 compromisos del Pacto por México. La última es recuperar Michoacán.

En el discurso, el jefe del Gobierno y del Estado y sus secretarios rebosan de optimismo, energía y seguridad en su capacidad de Gobierno y de la estructura estatal para dirigir a México. En el exterior se presenta y se acepta a Enrique Peña Nieto como antes a Carlos Salinas: como un joven modernizador, lleno de ideas y que bien puede ser modelo para otros. Hoy, y desde fuera, se afirma que el actual es “el momento de México”, (declaración del ex embajador norteamericano, Antonio Garza, The Times-Tribune.com, 16 de enero, 2013). Sin embargo, al examinar más puntualmente determinados aspectos de la realidad, pareciera que ese “momento” aún está lejos, pues una y otra vez ciertos hechos se empeñan en subrayar la debilidad de la estructura institucional mexicana.

Oz. Al repasar el cuento de 1900 de L. Frank Baum, El Magnifico Mago de Oz, uno encuentra, entre otras cosas, que el mago solo gobernó mientras nadie lo puso a prueba ni se supo realmente quien era. Desde la distancia en que se observaba su imponente castillo, se suponía que el mago tenía un poder extraordinario y por ello los que recurrían a él esperaban que el personaje les proveyera de eso que carecían. Sin embargo, el mago solo era un minúsculo personaje que venía de otra parte y que para gobernar se escondía detrás de todo un montaje que le hacía aparecer como poseedor de capacidades que no tenía. Al final, quienes acudieron por ayuda tuvieron que encontrar en ellos mismos lo que esperaban del supuesto hechicero.

Estado Débil. Lo que hoy está sucediendo en la Tierra Caliente de Michoacán, la lucha violenta entre una organización criminal que los gobiernos federal y estatal no han podido erradicar —los llamados “Caballeros Templarios”, surgidos de “La Familia”—y los recién formados grupos de autodefensa—varios miles de civiles organizados y armados-, no es más que un ejemplo de lo que bien se puede llamar “el fenómeno Oz”. Tras años de una guerra infructuosa entre quienes por definición deberían detentar el “monopolio de la violencia legítima” —forma como Max Weber definió al Estado— y un crimen muy bien organizado, financiado e implantado socialmente, un tercer actor —las autodefensas— entró en escena porque ese crimen no solo trafica con drogas sino que se volvió extorsionador de la sociedad. Por ello grupos de civiles se organizaron, se armaron —aún no sabemos exactamente cómo— y se lanzaron a hacer lo que el Estado —nuestro Mago de Oz— no pudo ni quiso hacer a tiempo, (aunque ahora asegura que lo hará): enfrentar a los criminales que localmente todos saben quiénes son y donde están, pero que hasta hoy, y como resultado de la corrupción, han actuado con impunidad pese a que las autoridades disponen hoy de un Ejército con 260 mil efectivos y de una policía federal con más de 40 mil.

Ambivalencia. El “fenómeno Oz” no es generalizado. El Estado, cuando se apoya y lo apoya el gran capital, si tiene la capacidad de, por ejemplo, desnacionalizar y privatizar empresas y ramas enteras de la economía, pero no puede enfrentar con eficacia un fenómeno como el del secuestro, que va en ascenso, ni castigar a la mayoría de los criminales por lo que el 67.7 % de las víctimas de delitos en México simplemente no llegan a hacer una denuncia, pues consideran que la justicia no castigará al culpable (René Jiménez Ornelas, La cifra negra de la delincuencia en México, Proyectos legislativos y otros temas penales, México: UNAM, 2003, p. 178).

Conclusión. La ironía de todo esto, es que un “Estado de Oz” no le conviene a los ciudadanos pero con frecuencia si a los fuertes, a los poderes fácticos que lo pueden manipular. Su inefectividad también sirve bien a ciertos intereses políticos, pues fue una institucionalidad débil lo que permitió en 2006 y en 2012 que llegaran al castillo de Oz quienes finalmente lo habitaron.

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