Venezuela empeora a un año sin Hugo Chávez

El nuevo liderazgo chavista ha cometido más errores económicos y políticos que están profundizando la crisis en el país

El gobierno de Nicolás Maduro conmemora este miércoles el primer aniversario de la muerte de Hugo Chávez, en un país sumido en una profunda crisis.

El gobierno de Nicolás Maduro conmemora este miércoles el primer aniversario de la muerte de Hugo Chávez, en un país sumido en una profunda crisis. Crédito: Getty

Caracas — Hoy, cuando se cumple un año sin Hugo Chávez, Venezuela es la misma pero parece otra: una versión debilitada y en crisis de la “revolución bonita” que soñó su líder, pero no supo construir.

El legado del “comandante supremo” pesa sobre las alas del nuevo liderazgo bolivariano, que además ha sumado nuevos errores económicos y políticos a su gestión. La obra del “Gigante eterno” y sus sucesores se sitúa así en el peor momento de la última década. La Opinión y El Diario/La Prensa analizan cómo ha cambiado Venezuela en estos 365 días de colas, tensión, elecciones y protestas.

  • La deriva económica. Castigada por la inflación que dispara los precios y encarece la vida (56.2% en 2013, la más alta del planeta), golpeada por el desabastecimiento de alimentos y productos básicos que llena las calles de colas interminables junto a los supermercados (por encima del 28% de escasez en enero, la peor cifra de la historia venezolana), estrujada por la falta de dólares que fuerza los incumplimientos del gobierno y debilitada por el dólar negro, que en un año ha pasado de cotizar a 22,68 bolívares por billete verde a los 81,19 actuales. La situación económica es tan difícil que el exministro Felipe Pérez Martí ha lanzado un SOS desde las filas revolucionarias: “A Maduro no lo va a tumbar la clase media que hoy está protestando, sino el pueblo chavista cuando se dé cuenta de que lo que ocurre no es responsabilidad del sector privado, sino del propio gobierno”.
  • Persecución política y debilidad de Maduro. Leopoldo López se ha convertido en el principal preso político de Maduro, quien ve socavada su fortaleza política, conseguida a duras penas tras comienzos muy titubeantes. El heredero de Chávez conquistó la presidencia en abril por apenas 200,000 votos y bajo las denuncias de fraude electoral. Así comenzaba su propio calvario, que sólo encontró descanso tras las elecciones municipales de diciembre. Impulsado por las superrebajas socialistas a la fuerza de noviembre, el oficialismo se impuso con una diferencia del 10% a nivel nacional (aún perdiendo la mayor parte de las grandes ciudades), repitiendo los trucos del propio Chávez: una campaña absolutamente desigual y todos los fondos públicos para apoyar a sus candidatos. La luna de miel sólo se prolongó dos meses, acompañada de la militarización de las instancias más importantes del estado.
  • Violencia, la plaga que no cesa. Cuando Hugo Chávez llegó al poder en 1999, le precedía una cifra alta en homicidios: 4,500. Al morir en 2013, su balance era mucho peor: más de 21,000 asesinatos en 2012. Una estadística que pareciera insuperable, pero que Maduro y su equipo se han encargado de empeorar: casi 25,000 homicidios el año pasado, según el independiente Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV). El asesinato en enero de la exmiss Venezuela y popular actriz Mónica Spear constató que Venezuela vive un repunte de la violencia sobre una “normalidad” que ya la convierte en el segundo país más salvaje del planeta
  • La asfixia de los medios. En un solo año, Maduro ha avanzado en la hegemonía comunicacional tan añorada por su “padre” político y espiritual, imponiendo un aplastante apagón informativo en lo que va de protestas. Una estrategia basada en la compra de canales y cadenas a través de empresarios amigos, mantener las teles públicas como órganos de propaganda oficialista al mejor estilo cubano, la asfixia de los periódicos independientes imposibilitando la compra de papel y el hostigamiento a los periodistas, que ya han sufrido 78 agresiones, detenciones o robos durante las protestas.
  • La mitología religiosa. El chavismo puso su gigantesca maquinaria ideológica al servicio de un nuevo objetivo: la construcción de un mito cuasirreligioso en torno a la figura de Chávez, aprovechando su “conexión emocional” con las clases populares. Un mito que incluía apariciones (el famoso pajarito de Maduro o el rostro grabado en una pared del Metro), además de la intervención desde el más allá para decantar la elección del papa Francisco.

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