Los valores del 4 de julio
Estados Unidos es un nación de inmigrantes construida sobre la idea de que ésta es la tierra de las oportunidades, un lugar en donde se puede progresar y vivir en libertad. Por muchos años, millones de personas llegaron a estas orillas con el deseo de esforzarse para obtener un futuro mejor que no podían lograr en sus países de origen.
“Dame tus cansados, tus pobres,/sus masas hacinadas anhelando respirar en libertad,” dice la inscripción de la Estatua de la Libertad en Nueva York. Esas palabras son luz para el migrante y oportunidad para nuestra sociedad de acoger a alguien que enriquecerá a nuestro país con su aporte. La historia de los inmigrantes, de sus hijos y sus nietos, es la historia de fracasos y triunfos humanos que hizo a Estados Unidos en el poder económico y tecnológico de hoy.
Nunca faltaron tampoco aquellos que por temor e ignorancia se opusieron a los inmigrantes, es especial cuando éstos tienen un idioma, una religión o un origen étnico distinto al de ellos.
Estos son los predecesores de los manifestantes de la ciudad de Murrieta, California, que bloquean la entrada de autobuses con familias de indocumentados a un centro de procesamiento migratorio local. Ellos dicen tener miedo que la llegada de mujeres y niños consumirá recursos locales y traerá consigo la delincuencia. Es un temor sin fundamento ni motivo, más allá del miedo irracional que ve a esos inmigrantes como invasores peligrosos.
En realidad, los jóvenes que so parte de estos grupos constituyen una oportunidad que no se debe desaprovechar. Sí, es cierto que su educación formal costará dinero; pero será una inversión en la fuerza laboral futura para una sociedad que como algunas europeas va envejeciendo y necesita sangre nueva para cubrir los vacíos que deja la baja tasa de natalidad local.
Estos jóvenes serán los médicos, científicos y profesionales, los padres de familia, los votantes y los contribuyentes de mañana. Esta es parte de la historia que comenzó con la llegada de un barco cargado de inmigrantes, cuyos descendientes, el 4 de julio de 1778 establecieron el derecho “a la vida, a la libertad y la búsqueda de la felicidad”.
Hoy recordamos ese espíritu, que es generoso en oportunidades, que reconoce el esfuerzo individual, que toma riegsos, que valora la competencia y que premia el trabajo. Esos son los valores estadounidenses que deben predominar en esta crisis humanitaria, por sobre el miedo y la ignorancia.