VICTORIA PARA BODAS GAY

Quién hubiera pensado que hace 10 años, cuando comenzó a expandirse y organizarse el movimiento por el matrimonio gay y Massachusetts fue el primer estado en legalizarlo, que hoy las personas del mismo género podrían casarse en 28 estados del país?

Con su más reciente – y sorpresiva – decisión de no interferir en los dictámenes de cortes de distrito la Suprema Corte de Estados Unidos ha expandido este derecho de manera tal que hoy cubre a la mayoría de la población del país.

En otros aspectos, EE.UU. sigue siendo conservador. Hay un público profundamente religioso y mayoritario en muchos estados; un movimiento político que representa a la todavía mayoría blanca en su reacción al empoderamiento de afroamericanos y latinos; un amplio consenso que apoya la intervención militar del país en conflictos foráneos, un sector importante que rechaza la intervención de los gobiernos en el proceso económico.

Sin embargo, los sondeos de opinión pública han mostrado en el transcurso de los últimos años, que la mayoría acepta los casamientos de hombres con hombres y de mujeres con mujeres.

Es cierto: numerosos funcionarios públicos – desde gobernadores hasta meros secretarios en registros civiles locales – se oponen ferozmente a cualquier idea que no sea que el matrimonio debe ser únicamente entre un hombre y una mujer. El concepto tiene su lugar en las creencias religiosas individuales pero en la práctica social moderna lo ha perdido.

Lo mismo se puede decir de las mayorías en varios estados, principalmente del sur de Estados Unidos, que han apoyado repetidamente prohibiciones al casamiento gay en votación. Son las mismas prohibiciones que han sido decretadas, una tras otra, inconstitucionales por las máximas instancias judiciales.

Creemos que la opinión pública nacional en su mayoría apoya la igualdad y rechaza la discriminación, también en este caso.

Una cosa queda clara: cuando la población tiene conciencia de los derechos de las minorías, el país se vuelve más inclusivo.

Es, entonces, un buen precedente para los derechos de las minorías, para los latinos cuando los dictámenes de los jueces – incluso en una de las más conservadoras composiciones del Supremo que se tenga memoria – se alinean con la opinión pública. Una buena señal

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