Migrantes y doble moral desde Centroamérica a EE.UU.

Los países centroamericanos también son rápidos para mirar la paja en el ojo ajeno. Piden respeto cuando no lo ofrecen

Una ex diplomática europea dijo una vez que Guatemala estaba sobre diagnosticada, que ya todo el mundo sabía qué hacer, pero que nadie lo hacía. Hoy la misma condición se puede extender al resto del triángulo norte centroamericano, en Honduras y El Salvador.

El 30 de octubre, el embajador de Guatemala ante la ONU, Fernando Carrera, pronunció “un discurso para defender los derechos de los migrantes, en la Tercera Comisión”, y anunció que “Honduras, El Salvador y Guatemala promueven una resolución especial sobre niñez migrante no acompañada”. ¿Cuántos apuestan a que una “resolución especial” redundará en alivio permanente para los niños migrantes y sus familias cuando el Estado ya irrespeta el derecho constitucional y humano de la niñez a tener salud, educación y seguridad? ¿Alguien?

En julio pasado, el presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, dijo que él y los demás mandatarios del istmo se comprometían a “trabajar juntos….para resolver las causas subyacentes de la migración al reducir la actividad criminal y promover una mayor oportunidad social y económica”. Otra vez lo mismo. Acaso, ¿no es obligación del gobierno, desde hace décadas, proveer seguridad a todos los ciudadanos, y no sólo a los migrantes en potencia? El mandatario agregó que “los países centroamericanos admitieron la necesidad de mejorar la carga tributaria y propiciar mejores condiciones de vida a la población”—una afirmación que, en boca de un gobernante, suena a disco rayado.

Si las reformas fiscales puestas en marcha en Centroamérica fueran efectivas, ¿habría tanta migración por pobreza o violencia? De 162 países evaluados, Guatemala está en el 20% de países que más gasta para contener la violencia. Pero del 8.7% del PIB que el país gasta en ese rubro, sólo 1.9% corresponde a gastos del Estado, que no incrementa la asignación a seguridad (igual que a salud y educación), por los reducidos ingresos tributarios. El porcentaje restante (6.8%) es gastado por particulares, en cuenta la empresa privada. La mayor carga en el pago de impuestos la tiene la clase media asalariada, mientras que la clase baja trabaja (en su mayoría) en el sector informal o está subempleada, y la clase alta goza de exenciones, descuentos y subsidios. Sin embargo, en 2012, el Congreso (bajo fuertes presiones del Ejecutivo) aprobó una blanda reforma fiscal con dedicatoria al empresariado y sin colmillos para atajar a los grandes evasores.

La gran solución que propone el empresariado es atacar el contrabando y reducir la economía informal, pero no quiere ni hablar de colocar sobre la mesa una iniciativa para que la empresa privada pague cuanto le corresponde. Es un fenómeno que se reproduce en el resto del triángulo norte centroamericano. Así las cosas, ¿cómo esperan estos países que una “resolución especial” ante la ONU reducirá las causas de la migración? ¿Funcionará como una varita mágica?

La campaña del Ejecutivo para disminuir la migración consistió en criminalizar a los padres que envíen a sus hijos menores de edad solos a EE.UU. y en pedir al migrante “Quédate”, sin darles razones para quedarse. No existe información alguna respecto a la focalización de asistencia socioeconómica en los departamentos azotados por la pobreza, o la violencia, y que generan más migrantes en Guatemala. Pero el gobierno se ha dedicado a capturar a un puñado de policías que asaltaban a migrantes, desbaratar redes de coyotes o traficantes, o mantener vigilancia policial en las estaciones de bus desde donde viajan los migrantes hacia México para ahuyentarles, para invisibilizarlos—como si eso detendrá la migración indocumentada.

Luego, cada gobierno tiene expectativas respecto al tratamiento de sus migrantes en otro país, pero a la vez maltrata a los de otros países. Ante México y EE.UU., Guatemala exige respeto para sus migrantes, pero maltrata y abusa vía autoridades corruptas a los migrantes hondureños y salvadoreños en ruta hacia México. México exige respeto a sus migrantes en EE.UU., pero victimiza a los migrantes centroamericanos que atraviesan el país para llegar hacia territorio estadounidense. Claro, también podríamos decir que EE.UU. exige el respeto a los derechos humanos alrededor del mundo, pero es poco vigilante con los abusos que ocurren contra los migrantes (indocumentados o no) dentro de sus fronteras. Un ejemplo: los abusos sexuales contra madres migrantes detenidas en Texas.

Los países centroamericanos también son rápidos para mirar la paja en el ojo ajeno. Piden respeto cuando no lo ofrecen. Tratan las causas de la migración como un animal raro, cuando la realidad es simple: ¿Por qué se va la gente a otro país? Porque en su país el gobierno no hace su trabajo. ¿Qué hace falta para que la gente se quede? Que el gobierno haga su trabajo.

Si es mejor hacerse el bobo y hacer magnos pronunciamientos en mega-cumbres para salvar la cara, eso es otra historia. En buen español esto se llama hipocresía y doble moral.

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